El Patrimonio Olvidado
Chozo Celtibero
MAY@
En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
En las mañanicas,
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas.
Riense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.
Vístense las plantas
de varias sedas,
que sacar colores
poco les cuesta.
Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores
retumba el campo.
II
Sale el mayo hermoso
con los frescos vientos,
que le ha dado marzo,
de céfiros bellos.
Las lluvias de abril
flores le trujeron:
púsose guirnaldas
en rojos cabellos.
Los que eran amantes
amaron de nuevo
y los que no amaban
a buscarlo fueron.
Y luego que vieron
mañanas de mayo,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
En materia de urbanismo no recordamos aquel aspecto agreste, aderezado con ventanas de madera desvencijadas, tocones de hierba, regatos de barro, montoncitos de adobes demolidos marcando antiguos muros que nos transmitía la desolación del abandono. En materia de urbanismo se establece como obligación esencial de los propietarios el deber de conservación y rehabilitación de sus edificios, realizando los trabajos y obras precisas para conservar o rehabilitar en ellos las condiciones imprescindibles de habitabilidad o uso efectivo. En materia de urbanismo recordamos viviendas en ruina, edificios de barro que amenazaban venirse abajo, correspondió al Ayuntamiento de forma «consciente y voluntaria» incoando el procedimiento de oficio declararlas en situación legal de ruina.
Se procede a su derribo, solo se oye el rugir de las maquinas rajando viejos tejados, cayo la casa de Isidora, la de las Máximas, la de Tatin, la de Tarsicio…, la excavadora contra las paredes producía un desgarro interno que nos ahogaba la respiración, […]. Para siempre se perdió el viejo ayuntamiento, el pozo del higo…
Y, después, nada
Una gran parte de las construcciones de San Esteban están llamadas a desaparecer. Somos incapaces de buscar soluciones para su preservación, basadas en su adaptación a nuevos usos, somos incapaces de recuperar del olvido tradiciones, somos incapaces de mantener y fomentar nuestras propias costumbres, somos incapaces de velar y conservar nuestro propio patrimonio. Un pueblo dividido, con la pasividad que nos caracteriza, el desarraigo de lo nuestro, observamos desde la indiferencia como se funde el barro con la tierra, atrás quedan tan solo nuestros recuerdos, asistimos y somos testigos del abandono y consiguiente desaparición de un pueblo, el nuestro.
Un paseo por el pueblo permite observar con tristeza en semirruina, antiguas viviendas, corrales, bodegas, pajares, el silo, las eras y entre otros algunos palomares arruinados.
Reflejó, como pocos de la Castilla que está desapareciendo, los cambios a que se ha visto sometido el medio rural en los últimos años, mecanización de la agricultura, modernización de las explotaciones, despoblamiento y envejecimiento de los habitantes, han dado lugar a un proceso de pérdida de uso y consiguiente proceso de creciente destrucción.
La conservación es pieza fundamental para mantener el carácter propio, preservar la belleza plástica de los paisajes agrarios y fomentar el conocimiento sobre las costumbres, técnicas y formas de vida de nuestros antepasados.
En el marco de las nuevas políticas de desarrollo rural en Castilla y León, es posible plantear alternativas para mantener los palomares en uso, única forma de garantizar su adecuado mantenimiento y preservación. La decadencia de la cría de palomas es patente, lo que conlleva irremisiblemente al abandono y ruina de los palomares. A ello contribuye también en gran medida el desconocimiento por parte de la población rural del valor de estas construcciones como elementos significativos de la arquitectura popular y del paisaje.
Tan solo un palomar en el municipio se beneficio de las ayudas destinadas a su rehabilitación.
Cabe la urgente necesidad de dar una solución efectiva a los problemas que requieren algo más que voluntad de entendimiento, de entrada, todos deberíamos de ser capaces de afrontar el dialogo, diferenciando la discusión sobre como reconducir la situación a través de compromisos, el dialogo social realza el deseable consenso. A la vista de las desavenencias existentes, resulta costoso alcanzar lo que podría convertirse en mero recurso justificativo del disenso y en un obstáculo mas para dar respuesta a desafíos que exigen reacciones inmediatas.
Apostemos por los pueblos de nuestra provincia, apostemos por nuestro pueblo, San Esteban del Molar se está destruyendo en silencio... Esta plataforma me permite emplear los medios de formación e información; en definitiva, de divulgación y concienciación de nuestro medio rural tan negativamente afectado en estos tiempos.
La esencia de los palomares, lagares, molinos, colmenares y chozos inspirados en la artesanía del barro más característico de la Tierra de Campos se ha echado a perder con el paso del tiempo. Se derrumba, se va cayendo hasta formar parte de un nuevo paisaje ubicado en una de las zonas más azotadas por la despoblación.
Pero ya no más. Porque los ayuntamientos de ocho pueblos del Sequillo, Rioseco, Villagarcía, Tordehumos, Villabrágima, Villanueva de los Caballeros, San Pedro de Latarce, Villanueva de San Mancio y Tamariz de Campos, se han unido en las I Jornadas Culturales Valle del Sequillo, «Arquitectura Popular» con el objetivo de velar por el patrimonio y difundir y poner en valor sus fiestas, cultura y tradiciones.
Historiadores, arquitectos y colectivos reivindican la puesta en valor de los elementos arquitectónicos de Tierra de Campos, vemos «con pena» cómo se encuentran los pueblos y el «destrozo» de la imagen del medio rural. La puesta en valor de los palomares como símbolo de la tierra fue otra de las apuestas de estos alcaldes, quienes reconocieron haber contemplado «verdaderas aberraciones» en su patrimonio.
La decadencia de la cría de palomas es patente y por lo mismo la ruina de los palomares, acompañado del casi total desconocimiento de su valor como elementos de la arquitectura popular, significados y erguidos en el paisaje de estas tierras.
Quizás la cría de las palomas no aporte ya nada, quizás las palomas sean un estorbo en los tejados, quizás su arrullo continuo se haga monótono y molesto, quizás haya métodos más cómodos para abonar los campos; pero de cualquier forma los palomares deben ser considerados parte de nuestro Patrimonio Cultural Etnológico y elementos de nuestra arquitectura popular, vinculados a un tipo de economía de subsistencia y una sociedad rural.
Los palomares son construcciones cerradas sobre sí mismas, de planta circular, cuadrada o rectangular, que no tienen más que una pequeña puerta de acceso y troneras superiores para el paso de las palomas. Unas veces tienen un patio central interior y otras carecen de él. En este último caso el tejado puede tener diferentes niveles, con lo que llegan a tener un aspecto un tanto exótico. Muchas veces están rematados con diversos motivos ornamentales.
Los palomares están construidos fundamentalmente de barro, como también lo están las casas de las gentes que viven en estas tierras. Dicho material, que puede adoptar las formas de tapial o de adobe, tiene la ventaja del buen aislamiento térmico y sonoro necesario para la cría de las palomas. Como el barro es atacable por el agua, las construcciones deben empezarse con una buena base de piedra, para posteriormente disponer varias hileras de tapial y rematar con el adobe. Suele recubrirse toda la estructura con otra capa de barro -el trullado- y un encalado. El tejado de los palomares es también el tradicional: madera, capa de barro y teja árabe. Para los motivos ornamentales se utiliza el ladrillo y la cerámica.
El interior de los palomares está constituido por paredes gruesas donde se disponen los nichos semicirculares para que aniden las palomas y cuiden de los pichones. Dichos muros están dispuestos en forma de anillos concéntricos, en los palomares circulares, o en forma paralela, en los cuadrangulares. En el laberinto de esos pasillos reina un ambiente de sosiego y paz. Diversos autores sostienen que el origen de los palomares se remonta a los romanos, pues tenemos referencias escritas sobre la cría de las palomas y además es evidente las semejanzas que guardan los palomares con la casa y la basílica romana. Por otro lado, los columbarios romanos, como enterramientos en nichos, coinciden con la disposición interior de los palomares.
En nuestra Comunidad de Castilla y León es evidente que sólo tras la dominación romana pudo alcanzarse la estabilidad necesaria para que se desarrollase con éxito la agricultura del cereal. Quizás esto hizo necesario la cría de las palomas para proveerse de sus excrementos -la palomina- como fertilizantes, además de aprovechar los pichones como complemento cárnico a la dieta. Tampoco hay que olvidar la utilización de las palomas como ave ritual o como mensajeras.
En la Edad Media la posesión de palomares era un privilegio reservado a los señoríos, con los "derechos de palomar". Los señores podían ceder a sus súbditos el cuidado de los palomares a cambio de la mitad o una parte de los productos: pichones y palomina. Como ejemplo de la protección de estos derechos es conocida la ley dada por Enrique IV en las Cortes de León y Castilla en 1465.
El derecho a tener "torres palomares" con miles de palomas estuvo extendido por toda Europa durante la Edad Media y los siglos posteriores hasta la Revolución Francesa, en que fue abolido dicho derecho junto con otras prerrogativas de la nobleza. Pasaron entonces a los grandes terratenientes pues dada la gran extensión de sus tierras, las palomas podían vivir y alimentarse dentro de sus propiedades.
Hoy, la parcelación de las tierras hace difícil que las palomas puedan desenvolverse sin que invadan terrenos ajenos, lo que unido a la proliferación de las armas de fuego ha hecho necesario salvaguardar, en las leyes de caza, el entorno a cualquier palomar.
Por otro lado, los cambios actuales registrados en la agricultura tradicional -mecanización, uso de abonos industriales, pesticidas, etc.- junto al éxodo masivo de la población rural hacia las ciudades, ha hecho que el cuidado de los viejos palomares se haya abandonado, lo que está trayendo su rápido deterioro e incluso destrucción.
Palomar_01.
San Esteban del Molar
Palomar con cubierta a dos aguas y patio interior.
Palomar en estado de semiruina, se observa un patio de acceso con entrada lateral en el que destaca una pieza en ladrillo de tejar situada a modo de zuncho sobre el tapial. Podemos ver dos tipos de nidales, los realizados en muros de tapial y los construidos mediante celosía en los muros de adobe.
Vemos que se intento su consolidación mediante una hoja de ladrillo que al no estar trabada con el tapial se ha ido desligando del conjunto.
Palomar_02.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada y cubierta a dos aguas con un escalonamiento.
Palomar en estado de semirruina, estructurado a partir de 4 muros longitudinales que crean 3 pasillos interiores; uno central y dos laterales de menor altura. Estos pasillos se comunican, mediante huecos construidos con arcos de adobe y que actuaban además como encofrado perdido en la construcción del tapial. Conserva una celosía de ladrillos en caballete, rematada en los extremos con pináculos. Ambos elementos servían de adorno y de apoyo para las aves. Se observan intentos de rehabilitación en uno de los testeros con una hoja de ladrillo enfoscada en mortero y un contrafuerte en la fachada Oeste, que han resultado insuficientes, tanto en el muro Sur como en la cubierta los problemas estructurales y constructivos han llevado al estado actual.
Palomar_03.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas con tres escalonamientos.
Uno de los mejores palomares, más bello y de mayores dimensiones de la zona. Afortunadamente está recientemente rehabilitado y tiene garantizada su estabilidad. Sus muros han sido enfoscados con mortero color tapial respetando el recercado del hueco de acceso en ladrillo de tejar. Tiene varios accesos para las aves en las fachadas Sur y Este aprovechando los escalonamientos de la cubierta. Estos accesos se encuentran además protegidos por el importante voladizo que se genera en las cubiertas con el juego de voladizos con tejas y contratejas típico. Destaca el pináculo central que repite el mismo voladizo de las cubiertas inferiores y remata el escalonamiento del volumen.
Palomar_04.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada.
Lamentablemente, este palomar se encuentra en estado de ruina y tan sólo quedan restos de alguno de sus muros de tapial.
Palomar_05.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas. que se encuentra en estado de ruina.
Lamentablemente, este palomar se encuentra como el anterior en estado de ruina.
Palomar_06.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada.
En estado de ruina.
Palomar_07.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas con dos escalonamientos que actualmente se encuentra rehabilitado.
Con anterioridad a su rehabilitación perdió uno de los cuatro muros perimetrales, ese es el motivo de su actual apariencia "achaflanada". Este artificio rompe la simetría y le dota de una imagen diferente, a la vez esta actuación salva el palomar de una ruina segura. Preferible sin duda al abandono que sufren otros palomares.
Como es habitual el acceso "peatonal" se realiza por el alzado Sur, mientras que los accesos de paloma se realizan por los escalonamientos de la cubierta. Los encuentros entre faldones de cubierta se rematan con petos inclinados y ligeramente levantados sobre el nivel de la teja con una doble misión; estética y funcional.
Palomar_08.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas con un escalonamiento.
Se caracteriza porque el nivel superior carece de cubierta inclinada, resolviéndose a modo de gran terraza con una balaustrada perimetral que sirve de elemento decorativo y de apoyo para las aves.
Posee además un gran "pináculo" central que remata este espacio hacia el exterior y le confiere su imagen característica.
Actualmente se observan intentos de consolidación en sus muros mediante morteros de cemento y encalados.
Palomar_09.
San Esteban del Molar
Palomar de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas con 2 escalonamientos.
Un palomar situado prácticamente dentro del casco urbano, esta protegido por una tapia que hace difícil su visión. Por los materiales utilizados parece que se trata de un palomar de reciente construcción.
Los encuentros entre faldones de cubierta se resuelven mediante petos escalonados que unifican los niveles prolongando los superiores sobre los inferiores. Este artificio, además del efecto estético, permite el apoyo de las aves. Tiene cuatro accesos de palomas tipo tronera repartidos en los faldones más soleados Este y Sur.
Palomar_10. San Esteban del Molar
Palomar de planta rectangular y cubierta con dos escalonamientos a un solo agua.
Situado en el perimetro del casco urbano, en un recinto que estuvo cercado con muros de piedra y adobe de los que aún quedan restos a la derecha de la imagen, invadido por construcciones posteriores y orientado al mediodía.
Muros de cerramiento o carga mediante fabrica de tapial hasta la altura mínima de la cubierta, de adobe los cartabones, carreras de cubierta y contravientos. Dinteles de apoyo directo, en huecos de paso o ventilación, acceso principal y puerta, en madera de pino. Tejado con abertura en primer plano de cubierta con quiebro dentro del faldón, originándose una tronera central, el resto de salidas aprovecha el desfase de los faldones a distinta altura. Teja árabe, asentada sobre tablazón mediante torta de barro, a canal y cobija.
Dentro de la modestia la coronación de los guardavientos con tejadillo a dos aguas y pináculos bien repartidos en todo el perímetro, la tronera del primer tejadillo, le conforta gran atracción a pesar de su sencillez, además de proteger a la paloma.
Palomar_11.
San Esteban del Molar
Palomar de planta rectangular y cubierta a cuatro aguas con dos escalonamientos.
Derribado su conjunto recientemente.
La ornamentación se concentraba en la zona de coronación del guardavientos con prolongación vertical, escalonamiento del volumen prolongando con tejadillo a dos aguas, sobre este un pináculo central.
Las salidas de palomas aprovecha el desfase del faldón, predominio claro de la sencillez tan solo adorna el conjunto salida tipo tronera central en primeras cubiertas. Curiosas las limas sin ornamentación cortavientos encuentro de planos inclinados de tejado.
Palomares en Tierra de Campos,
por analogía «Tierra de Pan» San Esteban del Molar
Terreno arcilloso en su mayoría, árido, de cultivo cerealista y arquitectura popular casi mimética con el paisaje, sobre todo por el empleo del barro como material de construcción, en forma de tapial, adobe y ladrillo.
Palomares cuyas medidas pueden oscilar entre los 3 m y los 6 ó 7 m de altura, y hasta 5 m de anchura. Contrastan las sencillas formas tipológicas, los adornos que presentan algunos palomares en sus terminaciones en forma de cenefas, grecas, pináculos, boliches, cresterías, celosías... Muestra de esta variedad aun podemos observarla en los palomares dispersos por los pueblos de esta región.
Diez palomares hay en San Esteban del Molar. Tres de ellos se encuentran en estado de ruina y tres en estado crítico.
De los cuatro restantes, tres han sido rehabilitados y tienen garantizada su supervivencia. Recientemente uno que desgraciadamente a desaparecido.
Son muchos los testimonios del aprecio que los romanos dispensaron a las palomas, así como son abundantes también sobre la formas de criarlas; por ejemplo en la obra de Lucio Junio Moderato Columela, el cual puede ser considerado unos de los mejores tratadistas agrónomos de la Antigüedad, además de poeta, astrónomo y filósofo.
«De Re Rustica», es la obra que nos sirve de referencia, doce volúmenes "Los doce libros de agricultura" y supone un gran interés para conocer las actividades agrícolas y ganaderas que los romanos practicaban. Sorprende la "modernidad" de sus criterios, coincidentes en muchos casos con avances científicos actuales. A continuación reproducimos íntegramente, por su notable valor este testimonio de Columela de hace 2.000 años, sobre la cría de palomas en la civilización romana:
Libro VIII, capítulo VIII
«Del modo de engordar las palomas torcaces y de otras castas, y del establecimiento del palomar.
Por este mismo método se consigue poner muy gordos a los palomos, tanto torcaces como caseros; sin embargo, no hay tanta utilidad en cebarlos como en criarlos. El tener estas aves no desdice del cuidado de un buen labrador. Se mantienen con menos comida en los parajes que están lejos del poblado, en los cuales se les permite salir libremente, porque después vuelven a los sitios que se les señalan en las torres más altas o en los edificios más elevados, donde entran por las ventanas que se les dejan abiertas, y por las cuales salen volando a buscar su alimento. Sin embargo, durante dos o tres meses se les da comida que se ha tenido el cuidado de reunir para ellos; después ellas se mantienen con las semillas que encuentran en el campo. Pero esto no lo pueden hacer en los sitios inmediatos a algún poblado, porque caen en las varias especies de lazos que les ponen los cazadores. Se les debe echar de comer debajo de techado, en un sitio de la casería que no sea bajo ni frío, sino sobre un piso que se hará en un sitio elevado que mire al mediodía del invierno. Sus paredes, para no repetir lo que ya hemos dicho, se excavarán con órdenes de hornillas, como hemos prevenido para el gallinero, o si no acomodare de este modo se meterán en la pared unos palos, y sobre ellos se pondrán tablas que recibirán casilleros, en los cuales las aves harán sus nidos, u hornillas de barro con sus vestíbulos por delante para que puedan llegar a los nidos. Todo el palomar y las mismas hornillas de las palomas deben cubrirse con un enlucido blanco, porque es el color con que se deleita principalmente esta especie de aves, y también se han de enlucir por fuera las paredes, principalmente en la inmediación de la ventana, la cual estará colocada de manera que dé entrada al sol la mayor parte del día de invierno. Asimismo habrá una jaula bien espaciosa, rodeada de redes que no dejen entrar a los gavilanes, que dé acogida a las palomas que salgan a tomar el sol, y proporcionen a las que están en huevos o sobre los pichones la facilidad de salir del palomar, no sea que las fatigue demasiado la pesada esclavitud de una cárcel perpetua; ya que así que hayan volado un poco alrededor de los edificios, con la alegría que esto les da, vuelven con más ardor a sus pichones, que son los que las impiden alejarse mucho ni huir.
Los bebederos deben ser semejantes a los de las gallinas, que den entrada a los cuellos de los palomos que hayan de beber en ellos, pero no a los cuerpos de los que quieran bañarse, pues la humedad no es conveniente para los huevos ni para los pichones que se han de cubrir. La comida convendrá echársela a lo largo de la pared, porque casi siempre son éstas las partes del palomar que están sin palomina. La comida que les es más conveniente se cree es la veza o el yero, también la lenteja, el mijo, el vallico, y no menos la ahechaduras de trigo, y si hay algunas otras legumbres con que se mantengan igualmente las gallinas.
El palomar debe barrerse y limpiarse de tiempo en tiempo, porque cuanto más aseado esté, más alegre se muestra el ave, la cual es tan difícil de contentar, que muchas veces toma tanta aversión al palomar, que lo deja cuando se le presenta la ocasión de salir volando de él, cosa que sucede frecuentemente en los parajes donde tienen libertad de salir. Para que esto no ocurra hay un antiguo precepto de Demócrito que es el siguiente: Hay un especie de gavilán que la gente del campo llama "tinúnculo" (cernícalo), que acostumbra hacer su nido en los edificios; los pollos de esta ave se meten en ollas de barro, y estando todavía vivos, se cubren con tapaderas que se cogen con yeso, hecho lo cual se cuelgan estas vasijas en los rincones del palomar: esto les granjea tal amor a aquel sitio que nunca lo abandonan.
Para criar han de escogerse palomas que no sean viejas ni demasiado nuevas; aunque han de ser un cuerpo muy grande y ha de procurarse, si es posible, que los pichones que se han sacado juntos nunca se separen; porque si se han casado de esta manera hacen más crías. Si se separan, no se casarán con los de diferentes especies, como los de Alejandría y los de Campania, pues quieren menos a las palomas que les son desiguales; por lo tanto, no las pisan mucho, ni ellas ponen muchas veces. No siempre, ni por todos, se ha aprobado en el plumaje el mismo color, por esto no es fácil decir cuál es el mejor. El blanco que se ve comúnmente en todas partes, no se aprecia demasiado por algunos; sin embargo, no se debe desechar en los que se tienen encerrados, pero se ha de desaprobar en gran manera en los que están en libertad, porque son fácil presa del gavilán.
Aunque su fecundidad sea mucho menor que la de las gallinas, sin embargo producen mayor ganancia; pues no sólo hace al año ocho crías la paloma, si es buena madre, sino que llena las gavetas del amo si es de calidad. Así nos lo asegura el excelente autor Marco Varrón, el cual escribió que en su tiempo, más austero que el nuestro, solía venderse cada par en mil sestercios. En nuestro siglo nos avergonzamos de lo que sucede, ya que no se encuentra quién dé cuatro mil numos por un par de pichones. Aunque, a mi parecer, son más disculpables los que gastan una cantidad grande dinero por gozar de diversión, que los que apuran el río Faso de la Cólquida, que desagua en el Mar Negro, y los estanques escíticos de la Laguna Meotis. Ya en el tiempo presente eructan embriagados aves del Ganges y de Egipto.
Sin embargo, pueden cebarse aves en el palomar como se ha dicho, pues si hay algunos palomos estériles o de color feo, se engordan del mismo modo que las gallinas. Pero los pichones engordan más fácilmente debajo de las madres, y si cuando ya están robustos y todavía no vuelan les quitas algunas plumas y les quiebras las patas, y al mismo tiempo dando comida en abundancia a los padres para que éstos alimenten mejor a sus hijos. Algunas personas les atan ligeramente las patas, porque si se las quiebran creen que les causarán un dolor que pude hacerles enflaquecer, pero éste método en nada contribuye a que engorden, pues mientras se esfuerzan por desatarse las ligaduras no tienen sosiego, y con esta especie de ejercicio nada aumenta su cuerpo. La rotura de las patas sólo les causa dolor dos días, cuando más tres, y les priva de andar de aquí para allí».
Libro VIII, capítulo IX
«De cómo se engordan las tórtolas
La cría de las tórtolas es inútil, porque esta especie no pone ni saca en la pajarera; tal como se cogen al vuelo se destinan para cebarlas. Por lo mismo se engordan con menos trabajo que las demás aves, pero no en todos los tiempos, pues en el invierno, aunque se pongan los medios para conseguirlo, lo hacen con dificultad, y además su precio baja por haber más abundancia de zorzales. Por el contrario, en el estío, la tórtola engorda por sí misma con tal que no le falte comida. Sólo hay que echarle de comer, sobre todo mijo; y no porque engorden menos con el trigo o con otros granos, sino porque éste es el que más les gusta. Sin embargo, las sopas de pan remojadas en vino las engorda en el invierno así a ellas como a los palomos torcaces más que las demás comidas. Para que aniden no se les hacen, como a las palomas, casilleros u hornillas excavadas en la pared, sino que se clavan en ella palos en líneas, y sobre éstos se ponen esterillas de cáñamo, y por delante redes que les impida volar, pues si hacen esto se ponen flacas. Para alimentarlas se les echa continuamente mijo o trigo; y estos granos conviene que sean bien secos. Ciento veinte tórtolas quedan satisfechas con medio modio de comida que se les dé cada día. El agua se les da siempre recién cogida y muy limpia en bebederos como los que sirven para las palomas y las gallinas, y las esterillas se limpian para que los excrementos no les quemen las patas; sin embargo, éstos deben conservarse con cuidado para el abono de los campos y de los árboles, lo mismo que los de todas las aves a excepción de las acuáticas. La edad avanzada en esta ave no es tan a propósito para engordarla como lo es la nueva. Por lo tanto, se escoge cerca de la recolección de granos, cuando ya se han fortificado los pichones».
Dos son los elementos relativos a la cría de palomas en Roma que hemos heredado a través de la historia: la distinción de los términos lingüísticos palumba -paloma torcaz- y columba -paloma doméstica-; y la tipología constructiva de los nidales, en esa bella simetría geométrica, que experimentaron y desarrollaron arquitectónicamente los romanos, tanto en los palomares como en los columbarios.
Que No Te Lo Cuenten