Martes 1 de Abril de 2025


1924-31 La tributación

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El 1 de enero de 1924, los delegados gubernativos recibieron la orden de sustituir las Juntas de Vocales Asociados por nuevas corporaciones formadas por «personas de alto prestigio social, de solvencia acreditada y a ser posible con título profesional, o en su defecto, mayores contribuyentes»; fue nombrado alcalde de San Esteban don Elías Róales.
San Esteban del Molar
Elías Róales | Moisés González | Justo Iglesias
1924 - 1931

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La riqueza nacional y la tributación
Los que pagan los tributos y los que deben pagarlos

Ha llegado a encarnar ya en la conciencia pública, la idea de que el actual sistema tributario en España, entraña una notoria injusticia, y de que se impone una transformación inmediata; pero no invirtiendo el orden de los términos, mudando el punto de mira nada más como viene sucediendo, sino que hay que transformarlo en el sentido de que las cargas del Estado, provincia o municipio, sean exclusivamente satisfechas; por los poseedores de la riqueza acumulada por el esfuerzo social. Esto es, por medio del impuesto único y progresivo sobre las utilidades, dejando a salvo las que se consideren prudencialmente indispensables para cubrir las necesidades más precisas de una familia.
Hay pues, que hacer una ley al revés de la que rige. Por qué hasta ahora, los impuestos, pesan casi en su totalidad sobre el trabajo y el consumo; pesan si, sobre los que no tienen los emolumentos suficientes para poder cubrir con el decoro debido las necesidades más indispensables de un hogar.
La injusticia del actual sistema tributario, consiste, en que el precepto que determina el artículo 3 ° de la Constitución de la monarquía, que dice que todo español está obligado a contribuir en proporción a sus haberes para los gastos del Estado, de la provincia o del municipio, queda totalmente infringido en la realidad del actual sistema tributario, ya que bajo la realidad aparente del mismo se encuentra una enorme injusticia, pues merced a las condiciones de fundación de la mayoría de los impuestos, unas clases -las más acaudaladas- apenas tributan, y otras -las más pobres- satisfacen la casi totalidad de los impuestos, injusticia que se centuplica si nos fijamos que los acaudalados tampoco satisfacen lo que les corresponde por la escandalosa ocultación de la riqueza que impunemente efectúan, mientras que el proletariado y clase media, abonan al fisco el tipo de gravamen con toda exactitud, por la razón de que nada puede ocultar quien poco tiene, y menos cuando es solo formado por un sueldo mezquino.
Voy a demostrar con rigor la certeza de todo esto.
Los impuestos españoles teóricamente se dividen en dos grupos: directos e indirectos. Son directos aquellos que se exigen nominal y directamente del ciudadano, e indirectos los que se demandan a personas desconocidas según los actos que ejecute, determinados en la ley, Ley de aranceles, de consumos etcétera, etcétera.
Esta clasificación resulta caprichosa, porque los impuestos llamados directos no lo son, por no reunir la condición de intransferibilidad para que lo sean.
Pues bien, el sistema tributario en España casi en su totalidad está formado por impuestos indirectos, y los llamados directos tampoco lo son como veremos; pues la contribución territorial, la de riqueza urbana, la industrial y de comercio, no son más que impuestos indirectos. Es decir, adelantos hechos a la Hacienda por el propietario, industrial y comerciante, y de los cuales se “reembolsa” al arrendar su propiedad; al vender sus productos y al alquilar sus casas; puesto que dichos tributos, pasan de propietario a productor, esto es a los colonos, de fabricante a intermediario, de este al comerciante, y de comerciante a consumidor, siendo por tanto el consumidor en definitiva, quien paga el tributo, no ya en pequeñas porciones, sino en porciones verdaderamente escandalosas adheridas a los artículos que consume.
Hay pues, que cambiar las bases de la tributación.
Los consumos que hoy rigen con otro nombre, es un deber, es una necesidad apremiante el suprimirlos porque tienen el carácter inicuo de ser un impuesto progresivo al revés, pues gravita sobre el pobre y hace relativamente exento al rico y es de todo punto indispensable que los consumos desaparezcan, que circule libremente la riqueza nacional para que se abarate la vida, para que en su medida vaya el jornal aumentando y para que todos consideremos que no puede imponerse un tributo a la miseria, ni se puede obligar a las gentes a que paguen, cercenando la ración fisiológica indispensable para mantener la integridad de las fuerzas físicas y para alimentar el cerebro, sin lo cual, en la anemia, perece la pacte racional del hombre después de haber hecho inútil e infecunda su parte física.
Hay que ir al impuesto progresivo porque el impuesto progresivo es un impuesto equitativo; y matemáticamente no lo será, pero real, justamente lo es el impuesto proporcional. Porque no cabe pensar que el pobre labriego que sumando a las fuerzas gratuitas de la tierra las propias suyas, que con su sudor fecunda la tierra, que sin ello no produciría sino abrojos, ganando apenas mil pesetas con que sustentar una familia, vaya a pagar el mismo tanto por ciento que el acaudalado que ni siquiera conoce las tierras que sustenta su lujo, vaya digo a pagar el mismo tanto por ciento, el labriego que pierde con su propio sustento la integridad del derecho a la vida, que el acaudalado que no tendrá que hacer sino renunciar una parte de lo que gasta en vicios, con lo cual quebranta su salud y corrompe la sociedad. Hay que establecer principios universales y comunes, ante los cuales todo privilegio desaparezca.
Es, asimismo de imperiosa necesidad dar a la organización de los servicios públicos dotados en presupuesto, aquella orientación que pudiera ir transformando la relación de los enormes sacrificios que pesan sobre el país, con los servicios, reales y efectivos que pueden y deben procurar los Gobiernos, entre todas las necesidades que aparte de la primordial de amparar la integridad de la defensa nacional, se impone al país.
Es de necesidad dotar todos los servicios de instrucción pública con los elementos necesarios para hacer un pueblo inteligente, un pueblo culto que fuera a buscar aquellas condiciones de las cuales depende la riqueza y el bienestar de los pueblos.
Todos los pueblos del mundo, así grandes como pequeños, se han ocupado preferentemente de este servicio, sin duda, porque han comprendido bien que pueblos que no se educan, son pueblos que se quedan atrás petrificados en el error, muertos para toda obra de redención y de progreso, expuestos a que otras naciones más cultas por interés mismo de la civilización, los avasallen o los conquisten.
Y no se diga que al llevar los gobernantes a vías de hecho tales reformas seria hacer política liberal, porque ninguna política es liberal si no se procura emancipar, no al rico ni al obrero, sino al hombre. Y para libertar al hombre hay que libertar primero la tierra. Por eso en el principio de toda política liberal está el problema agrario, como lo está asimismo en el fondo de toda inquietud social y en el comienzo de toda revolución.
Esas aspiraciones han llegado ya a encarnar en la opinión, y hay que resolverlas discretamente con prudencia en las leyes, amparando los derechos de todos, impidiendo que se sigan pagando los tributos por los que con sus mezquinos e irrisorios emolumentos, se ven imposibilitados de poder vivir una vida humana.
Los gobernantes deben inspirarse siempre en la equidad y vivir alerta dispuestos en cada caso a llevar a cabo aquellas reformas que encarnen en el espíritu de la sociedad antes que estas necesarias medidas le sean arrancadas por la fuerza, que es al cabo, la raíz de todo derecho, ya que el derecho no es otra cosa que la fuerza depurada siguiendo las inspiraciones de la razón.
¿Va a ir la Concentración por ese camino? ¡No hemos de tardar en verlo!

Tomas González Tardáguila, vecino de Corrales del vino, marzo de 1923.
Para Heraldo de Zamora

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