Valor del pasado. Las Candelas

Preparando las fiestas de las Candelas

Imperio | 1943 Enero 29 | Año VIII Número 1892

Se trabaja con gran entusiasmo en este pueblo de San Esteban del Molar. Preparando las animadas fiestas de Nuestra Señora de las Candelas, que tendrán lugar el día 2 del próximo mes de febrero.

Además de los cultos religiosos que se preparan, figuran en el programa unos animados bailes y diversas verbenas, en las cuales los forasteros, según costumbre tradicional, serán obsequiados con visitas a las bodegas.

Como final de la fiesta el día 3 tendrá lugar una importante novillada.

Se espera la asistencia de numerosos vecinos de los pueblos inmediatos al igual que en años anteriores.

Diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S.



Los Cirios de la Candelaria

La Esfera | Narraciones Históricas

El 21 de Enero del año 1809, fue un día agitadísimo en Benavente, la noble e histórica ciudad zamorana, donde, a la sazón, tenía su alojamiento el amo del mundo, el gran emperador Napoleón.

Arregladas sus diferencias, a lo menos él así lo creía, con el emperador Alejando de Rusia, en Erfurt, donde, en un cobertizo convertido en teatro representó Talma, para un público en el cual los reyes, sólo tenían bancos para sentarse, reservándose exclusivamente dos sillones de brazos para Napoleón y para Alejandro; amigos al parecer, los dos poderosos de la tierra, el francés, dejando para más adelante engañar al ruso, invadiendo su territorio, se dirigió a España, escoltado por ochenta mil veteranos retirados de Sajonia, Polonia y Prusia, pensando y diciendo, que acabaría la guerra y sometería la nación en cuatro meses.

Puesto en práctica su proyecto, entró en España, y, el citado día 21 de Enero, hallábase en Benavente, donde, a juzgar por el movimiento y la actividad que en su derredor se advertía, en el ir y venir de edecanes, mandar recados, recibir avisos y celebrar consultas, era indudable que algún proyecto importantísimo, y de transcendencia suma, agitaba el espíritu del gran emperador. ¡Y tan importante como era! Como que se trataba nada menos que de romper las relaciones del Imperio con el Papado; casi otra guerra como la famosa de las Investiduras; no diplomática, como son al presente las luchas entre el poder civil y el poder religioso, sino guerra de violencias, que había de llevar consigo la destitución y el encarcelamiento del Padre Santo.

Y a fe que el pretexto buscado, mejor dicho, el primer proyectil lanzado por el emperador contra el Papa, no podía tener origen más nimio ni valor más negativo.

Bien de mañana, y como consecuencia de tanto movimiento, de tanta intriga y de misterio tan profundo, salía de Benavente un correo de gabinete que, tomando el camino de París, llevaba el ministro de Negocios extranjeros, francés, una carta de su amo y señor ordenándole que escribiese a Roma, haciendo saber al Papa, que él, el emperador, no aceptaba los cirios de la Candelaria, que José, rey de España, no los aceptaba tampoco, y que lo mismo hacían los reyes de Nápoles y de Holanda, Joaquín Murat y Luis Napoleón.

El hecho no podía ser más pequeño; el propósito y las consecuencias no podían ser más trascendentales.

Napoleón, ya en el paroxismo de la locura de grandezas, necesitaba Roma para su gloria; soñaba con tener un «departamento del Tiber» y con engarzar en su imperial corona, el florón sin igual, que representaba la reina del mundo; la que fue, como Constantinopla, el anhelo de todos los pueblos, el objetivo sagrado de todas las razas.

No contento con haber obligado a ir a París para que lo consagrara Emperador, al anciano Pío VII, cuando éste trató de volver a Roma, se le dijo dibujándose ya la traición y la violencia en las palabras, «que era muy fácil retenerle en París», a lo cual replicó con humilde dignidad el Pontífice; «Todo está previsto; antes de salir de Italia, he firmado una abdicación en toda forma, que se halla en poder del cardenal Pignatelli, en Palermo, y fuera del dominio de Francia; por consiguiente, al detenerme, en vez de un Papa, sólo tendréis en vuestro poder, un sacerdote llamado Bernabé Chiaramonti»

Fuerza le fué a Bonaparte cejar por el momento en sus intenciones, pero las aplazó por poco tiempo, pues después del incidente de los cirios, y con pretexto de pedir él y negarle el Papa, que ya estaba en Roma, la anulación del matrimonio de Jerónimo Bonaparte, con la protestante Srta. Paterson, en 17 de Mayo de 1809, por un decreto, agregó los Estados pontificios, al imperio francés, y el soberano Pontífice, fué reducido a prisión, no sin firmar una protesta solemne, de la cual, naturalmente, no hicieron caso alguno los mandatarios de Napoleón.

El general Radet, encargado de apoderarse de la persona del Pontífice, entró con sus fuerzas por las ventanas del palacio que daban a la calle de la Puerta Pía, abiertas a golpes de hacha, y le hizo prisionero.

Desde este momento, aquellos dos grandes personajes de la Historia, el anciano, el humilde, el preso; y el poderoso, el omnipotente, el carcelero, siguen sendas distintas, que parecen divergentes, y que no obstante, al cabo de algunos años, cambiando los destinos de ambos, llegan a un punto de conjunción.

Pío VII, pasando por todas las afrentas, sufriendo todos los insultos y todas las miserias, sale por la Puerta Pía, en un coche cerrado con dos vueltas de llave, como un criminal peligroso; pasa por Siena y por la Cartuja de Valleumbrosa, de donde lo arranca una orden repentina, que le conduce a Alejandría y después á Savone, desde donde, después de tres años de cautiverio, en 9 de Junio de 1912, es conducido, prisionero también, á Fontainebleau.

Napoleón, entre tanto, ha recorrido la trayectoria luminosa de su grandeza y de su gloria; ha entrado en Viena, ha vencido en Essling y en Wagran, ha firmado la paz en el palacio del Emperador de Austria, se ha casado con la hija de los Césares, ha pasado por los campos de batalla de Borodino, pero ha atravesado también las heladas estepas de la Moscovia, ha visto perecer su ejército, el gran ejército, y se ha encontrado solo, del lado de acá del Beresina, después de aquella milenaria catástrofe; y de desgracia en desgracia, ha llegado a la derrota de Lelpsik; y aquel Alejandro de quien se burlaba en Erfurt, y aquel rey de Prusia a quien había menospreciado, entraban en París al frente de los cosacos y de los prusianos.


El 21 de Enero de 1814, cinco años justos desde el día de la carta firmada en Benavente por el emperador, ofendiendo al Papa, éste fue puesto en libertad en Fontainebleau; Pío VII siguió el camino del mediodía, entre las aclamaciones más entusiastas de la multitud, entre cánticos y repique de campanas, y aún no había llegado a Roma, cuando ofreció un asilo á la madre de Bonaparte; y pocos días después, el 2 de Febrero, le enviaba los cirios de la Candelaria consagrados en la basílica de San Pedro.

Y la madre del emperador, «la buena señora, Leticia», los recibía muy agradecida.

Fernando Soldevilla.



Preparando las fiestas de las Candelas

Imperio | 1944 Enero 28 | Año IX Número 2199

La mocedad de este pueblo de San Esteban, ha comenzado ya a disponer todo lo preciso para la próxima e inmediata festividad de Nuestra Señora de las Candelas, que ha de celebrarse el día 2 de febrero de 1944 y que en esta localidad tiene ya una extraordinaria fama entre todos los pueblos circunvecinos por la animación, la religiosidad y la alegría que son sus principales características.

El programa preparado es variadísimo y de el entresacamos los siguientes detalles principales:
El día antes de la fiesta, es decir, el día primero, se cantaran en la Iglesia parroquial de la localidad, solemnes vísperas. Los mozos harán después las típicas hogueras, se organizaran bailes y rondallas y se dispararán varios centenares de bombas y cohetes.

El día 2 por la mañana habrá misa solemne, oficiada por el señor cura párroco don Enrique Margallo Alonso; por la tarde y por la noche habrá nuevamente baile, esta vez amenizado por la famosa banda de música de Tordesillas (Valladolid) titulada «Iris» contratada por los mozos de la localidad.

Después de la misa habrá un concurso de belleza, con valiosos premios, entre las señoritas de la localidad y forasteras que concurran a estos festejos.

A la hora de comer los forasteros serán obsequiados gratuitamente con un espléndido banquete y después del paseo por el lugar que durara hasta las cuatro, volverá a comenzar el baile, que se reanudará después de la cena hasta la una y media de la madrugada. Luego la banda de música recorrerá el pueblo dando serenatas.

Se espera una extraordinaria afluencia de forasteros procedentes de los pueblos inmediatos como en los años anteriores.

El corresponsal, Francisco Pozo Carbajo.

Diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S.



Valor Del Pasado de Felipe Benitez Reyes.

Hay algo de inexacto en los recuerdos:
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.

Y si la vida
en algo está cifrada,
es en esos recuerdos
precisamente desvaídos,
quizás remodelados por el tiempo
con un arte que implica ficción, pues verdadera
no puede ser la vida recordada.

Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.

Felipe Benitez Reyes.

Un poema breve «Valor del pasado», recuerda lo que de erróneo tiene la memoria, al tiempo que se insiste en la semejanza entre recuerdo y ficción, ambos artes falsas que, en una suerte de paradoja esencial, son lo que proporciona el poso más verdadero de lo vivido, de tal modo que la vida sólo se resuelve en un «engaño» que es equivalente a la vida.



Nuestra Señora de la Candelaria

El día de las Candelas,
el día dos de febrero
sale la princesa a misa,
la gran reina de los cielos.

Apártense los señores
hagan campo para atrás
que va la princesa a misa
en su carro celestial.

Ya se presenta en el templo
la madre de los amores;
viene a ofrecer a su hijo,
el redentor de los hombres.

A ofrecer sube María
con su divino Jesús
y de ofrecimiento lleva
dos tórtolas y una luz.

Las tórtolas son palomas
que por pobre le ofrecistes,
que por ser madre de Dios
un cordero no tuvistes.

Humíllese el sacerdote,
también se humilla María,
al recibir esta tarta
y esa candela encendida.

Vuelve señora a tu trono
donde estuvistes primero,
mira que es mucho volar
desde el altar a los cielos.

Da salud al señor cura
que tenemos en el pueblo
y a los demás feligreses
que también lo estamos viendo.

El mes de febrero comenzaba con la fiesta de la Candelaria, las candelas o la Purificación de la Bienaventurada Virgen María. Parece que fue instituida por el papa Gelasio que trató de superponerla a la celebración de las Lupercalia en honor del dios Pan, momento en que se daban las lustraciones o purificaciones y se acostumbraba a dar vueltas a los templos en procesión llevando unas candelas. En Castilla y León, muchos pueblos, sobre todo aquellos que tenían una cofradía dedicada a honrar a la Virgen o aquellos que, teniendo una cofradía de santa Agueda, unían ambas festividades, llevaban a cabo funciones especiales el día dos de febrero que solían consistir en una procesión por el interior de la iglesia y en el ofrecimiento al sacerdote o párroco en el altar de unas velas y una tarta; en alguna ocasión se soltaban palomas, recuerdo de las que presentó María en el templo para redimir a Jesús, como primogénito suyo, de la consagración al culto divino según lo exigía una antigua obligación.

Según la ley judaica todos los primogénitos debían ser consagrados al culto por mandato divino: "Habló Dios a Moisés y dijo: conságrame los primogénitos de Israel, tanto de los hombres como de los animales, puesto que son míos". Después que las labores de culto fueran encomendadas a la tribu de Leví, se legisló la exención de tal tributo a cambio del pago de cinco siclos que pasarían al tesoro del templo. De otro lado, las madres,aunque los padres pagasen esta cuota, habían de ir a purificarse cuarenta días después del parto. Según su estado, podían designar a otra persona, para que hiciese la ofrenda en su nombre. María, no obstante, prefirió acudir ella misma, encargando a José que comprara un par de palomas a alguno de los mercaderes que tenían sus puestos en las proximidades del recinto sagrado; entre los ricos se solía presentar un cordero de un año, pero los pobres habían de contentarse con un par de tórtolas.

Entre los primeros cristianos fue una fiesta de gran solemnidad ésta de las Candelas. La fuerza del rito ha conservado la costumbre prácticamente intacta hasta nuestros días, en que, en muchos pueblos de Castilla y León, aún tiene lugar un acto durante la misa del dos de febrero. Al llegar el ofertorio, varias jóvenes, generalmente dos, que son mayordomas de la Virgen y que ese año cumplen la mayoría de edad, se acercan al altar llevando dos palomas, una luz y una tarta. El sacerdote recibe las ofrendas, y, tras depositar la tarta en el altar mayor, coloca la luz entre las manos de la Virgen que está en andas, encendiendo con la llama de la candela todas las velas de la Corporación Municipal, sentada en las primeras filas. La fiesta de las candelas está situada precisamente en la fecha en que en la antigua Roma se celebraba una fiesta de la luz en recuerdo del rapto de Proserpina por Plutón. Antiguamente, las mujeres ponían a empollar los huevos de gallina ese día con la certeza de que todos salían y no se perdía ninguno.


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