San Esteban, El primer mártir.

San Esteban Protomártir

Campos Góticos eran llamadas desde el principio de la reconquista estas llanuras ubicadas entre el Esla, el Carrión, el Pisuerga y el Duero.

La ocupación histórica arranca con el pueblo celtíbero de los vacceos, que cultivaban estas tierras, posteriormente fue habitada por romanos, godos, musulmanes y por ultimo cristianos. Ignoramos por qué razón se particularizó en esta comarca el epíteto de los dominadores de la península entera, a no ser por el recuerdo de la prolongada lucha que en ella sostuvieron con los Suevos de Galicia corriendo el siglo V; pues no aparece así llamada hasta que Alfonso I la recorrió triunfalmente, invadiendo de terror á los sarracenos, á mediados del VII. Más adelante se la vino a llamar tierra de Campos.

De cualquier manera, San Esteban existe en cuanto se comienza a administrar esta parte de Tierra de Campos con las nuevas pueblas, y ya tiene su nombre. Inmediatamente entran a formar parte del mismo los pertenecientes a la familia Osorio, parientes generalmente de los Reyes de León o Castilla, y en principio, parece que sólo como grandes propietarios, más tarde como delegados del Rey, y posteriormente como Señores.

Desde principios del siglo XIII, está documentada la existencia de San Esteban del Molar, y cuatro siglos más tarde como consta en el capítulo de libranzas de la catedral de León en 1661; se destinan para obra de la iglesia de San Esteban del Molar 1201 reales y 24 maravedíes.

Raso horizonte, inmensa estepa de mieses que ondulan como un mar agitado, en medio de las cuales asoma como navío la torre parroquial de nuestra villa, tal es la imagen y el aspecto que presenta en verdad el conjunto de aquellos graneros de Castilla.

Nuestra parroquia dedicada a San Esteban, uno de los siete diáconos nombrados por los apóstoles y San Lucas escribe de él: «Realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo». En vano los sacerdotes y los doctores trataron de desacreditarlo ante el pueblo. Sólo con el falso testimonio lograron llevarlo a juicio. Su discurso final no fue una autodefensa, sino una implacable requisitoria.

San Esteban

Uno de los primeros diáconos y el primer mártir cristiano; su fiesta es el 26 de Diciembre. En los Hechos de los Apóstoles el nombre de Esteban se encuentra por primera vez con ocasión del nombramiento de los primeros diáconos. Habiéndose suscitado insatisfacción en lo relativo a la distribución de las limosnas del fondo de la comunidad, los Apóstoles eligieron y ordenaron especialmente a siete hombres para que se ocuparan del socorro de los miembros más pobres. De estos siete, Esteban es el primer mencionado y el mejor conocido.

La vida de Esteban anterior a este nombramiento permanece casi enteramente en la oscuridad para nosotros. Su nombre es griego y sugiere que fuera un helenista, esto es, uno de esos judíos que habían nacido en alguna tierra extranjera y cuya lengua nativa era el griego; sin embargo, según una tradición del Siglo V, el nombre de Stephanos era sólo el equivalente griego del arameo Kelil (del sirio kelila, corona), que puede ser el nombre original del protomártir y fue inscrito en una losa encontrada en su tumba. Parece que Esteban no era un prosélito, pues el hecho de que Nicolás sea el único de los siete designado como tal hace casi seguro que los otros eran judíos de nacimiento. Que Esteban fuera discípulo de Gamaliel se ha deducido a veces de su hábil defensa ante el Sanedrín; pero no ha sido probado. Ni sabemos tampoco cuando y en qué circunstancias se hizo cristiano.

Su ministerio como diácono parece haberse ejercido principalmente entre los conversos helenistas con los que los apóstoles estaban al principio menos familiarizados; y el hecho de que la oposición con la que se enfrentó surgiera en las sinagogas de los “Libertos” (probablemente los hijos de los judíos llevados como cautivos a Roma por Pompeyo el año 63 antes de Cristo y liberados, de ahí el nombre de Libertini ) y “de los Cirineos, y de los Alejandrinos y de los que eran de Cilicia y Asia” muestra que habitualmente predicaba entre los judíos helenistas. Que era destacadamente idóneo para ese trabajo, sus facultades y carácter, que el autor de los Hechos desarrolla tan fervientemente, son la mejor indicación.

Lectura De los Hechos de los Apóstoles, capítulo VI:
La institución de los Siete

1 Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana.2 Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: “No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas.

3 Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; 4 mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.”5 Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; 6 los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.

7 La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe.


El arresto de Esteban

8 Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales. 9 Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban; 10 pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.11 Entonces sobornaron a unos hombres para que dijeran: “Nosotros hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.”

12 De esta forma amotinaron al pueblo, a los ancianos y escribas; vinieron de improviso, le prendieron y le condujeron al Sanedrín.13 Presentaron entonces testigos falsos que declararon: “Este hombre no para de hablar en contra del Lugar Santo y de la Ley; 14 pues le hemos oído decir que Jesús, ese Nazareno, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido.” 15 Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel.

La Iglesia, al escogerlo para diácono, le había reconocido públicamente como un hombre: “de buena fama, lleno de Espíritu y sabiduría”. (Hechos,6, 3). Era “un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo” (6, 5) “lleno de gracia y de poder” (6, 8);( nadie era capaz de resistir sus poco comunes facultades oratorias y su lógica impecable, tanto más cuanto que a sus argumentos llenos de la energía divina y la autoridad de la escritura Dios añadía el peso de “grandes prodigios y señales” (6, 8);(6, 8). Grande como era la eficacia de “la sabiduría y el Espíritu con que hablaba” (6, 10), aun así no pudo someter los espíritus de los refractarios; para estos el enérgico predicador se iba a convertir pronto fatalmente en un enemigo.

El conflicto estalló cuando los quisquillosos de las sinagogas “de los Libertos, y de los Cirineos, y de los Alejandrinos, y de los que eran de Cilicia y Asia”, que habían retado a Esteban a una discusión, salieron completamente desconcertados (6, 9-10); el orgullo herido inflamó tanto su odio que sobornaron a falsos testigos para que testificaran que “le habían oído pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios” (6, 11).

Ninguna acusación podía ser más apta para excitar a la turba; la ira de los ancianos y los escribas ya había sido encendida por los primeros informes de la predicación de los Apóstoles. Esteban fue detenido, no sin violencia parece (la palabra griega synerpasan implica algo así), y arrastrado ante el Sanedrín, donde fue acusado de decir que “Jesús, ese Nazareno, destruiría este Lugar [el Templo], y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido” (6, 12 14). Sin duda Esteban había dado con su lenguaje alguna base para la acusación; sus acusadores aparentemente cambiaron en ultraje ofensivo atribuido a él, una declaración de que “el Altísimo no habita en casas hechas por la mano del hombre” (6, 48), alguna mención de Jesús prediciendo la destrucción del Templo y alguna condenando las opresivas tradiciones que acompañaban a la Ley, o más bien que la aseveración tan a menudo repetida por los Apóstoles de que “no hay salvación en ningún otro” (cf. 4, 12), no exceptuaba a la Ley, sino a Jesús. Aunque pueda ser esto así, la acusación le dejó impertérrito y “todos los que se sentaban en el Sanedrín... vieron su rostro como el rostro de un ángel” (6, 15).


Lectura de los Hechos de los Apóstoles, capítulo VII:
El discurso de Esteban

1 El Sumo Sacerdote preguntó: “¿Es así?”. 2 El respondió: “Hermanos y padres, escuchad. El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia, antes de que se estableciese en Jarán 3 y le dijo: “Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te muestre”. 4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Jarán. Y después de morir su padre, Dios le hizo emigrar de allí a esta tierra que vosotros habitáis ahora.5 Y no le dio en ella en heredad ni la medida de la planta del pie; sino que prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, aunque no tenía ningún hijo. 6 Dios habló así: “Tus descendientes residirán como forasteros en tierra extraña y les esclavizarán y les maltratarán durante cuatrocientos años.7 Pero yo juzgaré - dijo Dios - a la nación a la que sirvan como esclavos, y después saldrán y me darán culto en este mismo lugar.8 Le dio, además, la alianza de la circuncisión; y así, al engendrar a Isaac, Abraham le circuncidó el octavo día, y lo mismo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 9 “Los patriarcas, envidiosos de José, le vendieron con destino a Egipto. Pero Dios estaba con él 10 y le libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría ante Faraón, rey de Egipto, quien le nombró gobernador de Egipto y de toda su casa.
11 Sobrevino entonces en todo Egipto y Canaán hambre y gran tribulación; nuestros padres no encontraban víveres. 12 Pero al oír Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres una primera vez; 13 la segunda vez José se dio a conocer a sus hermanos y conoció Faraón el linaje de José.
14 José envió a buscar a su padre Jacob y a toda su parentela que se componía de 75 personas.
15 Jacob bajó a Egipto donde murió él y también nuestros padres; 16 y fueron trasladados a Siguen y depositados en el sepulcro que había comprado Abraham a precio de plata a los hijos de Jamor, padre de Siquem. 17 Conforme se iba acercando el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abraham, creció el pueblo y se multiplicó en Egipto, 18 hasta que se alzó un nuevo rey en Egipto que no se acordó de José. 19 Obrando astutamente contra nuestro linaje, este rey maltrató a nuestros padres hasta obligarles a exponer sus niños, para que no vivieran.
20 En esta coyuntura nació Moisés, que era hermoso a los ojos de Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre; 21 después fue expuesto y le recogió la hija de Faraón, quien le crió como hijo suyo.
22 Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios y fue poderoso en sus palabras y en sus obras.
23 Cuando cumplió la edad de cuarenta años, se le ocurrió la idea de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.24 Y al ver que uno de ellos era maltratado, tomó su defensa y vengó al oprimido matando al egipcio.
25 Pensaba él que sus hermanos comprenderían que Dios les daría la salvación por su mano; pero ellos no lo comprendieron.

26 Al día siguiente se les presentó mientras estaban peleándose y trataba de ponerles en paz diciendo: "Amigos, que sois hermanos, ¿por qué os maltratáis uno a otro?"
27 Pero el que maltrataba a su compañero le rechazó diciendo: "¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? 28 ¿Es que quieres matarme a mí como mataste ayer al egipcio?" 29 Al oír esto Moisés huyó y vivió como forastero en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos. 30 Al cabo de cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, sobre la llama de una zarza ardiendo. 31 Moisés se maravilló al ver la visión, y al acercarse a mirarla, se dejó oír la voz del Señor: 32 "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob." Moisés temblaba y no se atrevía a mirar. 33 El Señor le dijo: "Quítate las sandalias de los pies, pues el lugar donde estás es tierra santa. 34 Bien vista tengo la opresión de mi pueblo que está en Egipto y he oído sus gemidos y he bajado a librarles. Y ahora ven, que te enviaré a Egipto." 35 A este Moisés, de quien renegaron diciéndole: ¿quién te ha nombrado jefe y juez? , a éste envió Dios como jefe y redentor por mano del ángel que se le apareció en la zarza. 36 Este les sacó, realizando prodigios y señales en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. 37 Este es el Moisés que dijo a los israelitas: Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos. 38 Este es el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas; 39 este es aquel a quien no quisieron obedecer nuestros padres, sino que le rechazaron para volver su corazón hacia Egipto, 40 y dijeron a Aarón: "Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué ha sido de él." 41 E hicieron aquellos días un becerro y ofrecieron un sacrificio al ídolo e hicieron una fiesta a las obras de sus manos. 42 Entonces Dios se apartó de ellos y los entregó al culto del ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas: ¿Es que me ofrecisteis víctimas y sacrificio durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel? 43 Os llevasteis la tienda de Molo y la estrella del dios Refán las imágenes que hicisteis para adorarlas; pues yo os llevaré más allá de Babilonia. 44 Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio, como mandó el que dijo a Moisés que la hiciera según el modelo que había visto.
45 Nuestros padres que les sucedieron la recibieron y la introdujeron bajo el mando de Josué en el país ocupado por los gentiles, a los que Dios expulsó delante de nuestros padres, hasta los días de David, 46 que halló gracia ante Dios y pidió encontrar una Morada para la casa de Jacob.
47 Pero fue Salomón el que le edificó Casa,48 aunque el Altísimo no habita en casas hechas por mano de hombre como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies. Dice el Señor: ¿Qué Casa me edificaréis? O ¿cuál será el lugar de mi descanso? 50 ¿Es que no ha hecho mi mano todas estas cosas?
51 “¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros! 52 ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; 53 vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.»

La respuesta de Esteban fue una larga relación de las misericordias de Dios hacia Israel durante su larga historia y de la ingratitud con que, durante todo el tiempo, Israel correspondió a esas misericordias. Este discurso contenía muchas cosas desagradables para los oídos judíos; pero la acusación final de haber traicionado y asesinado al Justo cuya venida habían predicho los profetas, provocó la rabia de una audiencia formada no por jueces, sino por enemigos.

La lapidación de Esteban

54 Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
55 Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; 56 y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios”.
57 Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; 58 le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. 59 Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
60 Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y diciendo esto, se durmió.

La lapidación de Esteban no se presenta en la narración de los Hechos como un acto de violencia popular; debe haber sido considerado por los que tomaban parte en él como la ejecución de la ley.

Esteban había sido sacado de la ciudad; la costumbre exigía que las personas que iban a ser lapidadas fueran colocadas en una elevación (del terreno) desde dónde, con las manos atadas, serían luego arrojados abajo. Fue muy probablemente mientras estos preparativos se llevaban a cabo cuando, “dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Mientras tanto los testigos, cuyas manos debían ser las primeras en ponerse sobre la persona condenada por su testimonio (Deut., 17, 7), estaban dejando sus vestidos a los pies de Saulo, para poder estar mejor dispuestos a la tarea que les correspondía. El mártir orante fue arrojado; y mientras los testigos estaban empujando sobre él “una piedra tan grande como dos hombres pudieran llevar”, se le oyó pronunciar sus suprema plegaria: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Poco podía la gente presente, que lanzaba piedras sobre él, imaginarse que la sangre que derramaban era la semilla de una cosecha que iba a cubrir el mundo.

Los cuerpos de los hombres lapidados debían ser enterrados en un lugar designado por el Sanedrín: Si en este caso insistió el Sanedrín en su derecho no podemos afirmarlo; en cualquier caso, “hombres piadosos”, no se nos dice si cristianos o judíos, “sepultaron a Esteban, e hicieron gran duelo por él” (8, 2). Durante siglos la situación de la tumba de Esteban estuvo perdida, hasta que (en el año 415) cierto sacerdote llamado Luciano supo por revelación que el sagrado cuerpo estaba en Caphar Gamala, a alguna distancia al norte de Jerusalén. Las reliquias fueron exhumadas y llevadas primero a la iglesia de Monte Sión, luego, en 460, a la basílica erigida por Eudoxia junto a la Puerta de Damasco, en el lugar dónde, según la tradición, tuvo lugar la lapidación (la opinión de que la escena del martirio de San Esteban fue al este de Jerusalén, cerca de la puerta llamada de San Esteban por ello, no se oyó hasta el Siglo XII). El sitio de la basílica de Eudoxia se identificó hace unos veinte años, y se ha erigido un nuevo edificio sobre los viejos cimientos por los Padres Dominicos.

Esteban, el sentido de la palabra “Esteban” es el de coronado, el jefe de los siete, el líder de la iglesia que sacude a Jerusalén con sus discursos llenos de energía. Esteban ha sufrido en sí dos martirios: el del año 36, más o menos, lapidado por los judíos; y posteriormente, otro más simbólico en el que los cristianos lo hemos forrado de una túnica de diácono en el pórtico de muchas iglesias.

Es un hombre de fuego. Se enfrenta a sus adversarios. Nadie resiste a sus argumentos. Lúcido, se ha dado cuenta de que la iglesia podía convertirse en un ghetto, ya que no lograba despegarse del judaísmo. Esteban palpa el peligro. Como conoce el mundo griego, sabe que el mundo no se reduce solamente a Jerusalén, sabe que hay en otras partes, hombres que también esperan la salvación.

Como presiente que el verdadero templo donde habita Dios no es esa construcción de piedras en el corazón de la ciudad, sino todo el pueblo de Dios que cree en Jesucristo, sabe que uno se salva, no por la ley judía, sino por la fe en Jesucristo. Y por ello, va a proclamarlo en Jerusalén mismo, donde se hace insoportable. Por culpa de él, la comunidad cristiana, en parte, será más tarde echada de la ciudad. Pero poco importa: gracias a él, la iglesia se verá finalmente obligada a abrirse al mundo.

Esteban muere. Y en medio de la turba, quizás a un lado, como mero espectador se encontraba un joven fariseo, aprobando su ejecución. Y en esos momentos, el espíritu de Esteban sobrevive en aquel joven verdugo, un tal Pablo, testigo silencioso de su muerte siendo aún un fariseo obstinado y, luego, cruel perseguidor de los cristianos, que se convirtió, todavía no sabe que habrá de ser el continuador de la obra esbozada por Esteban, ni que un día, hecho ya cristiano, tendrá la misión de extender el evangelio por todo el mundo. Sin saberlo todavía, Pablo recibe en herencia aquel sentido de la misión abierta, que muere con Esteban. Su muerte, no obstante, no es el final. El testimonio del primer mártir marcará un final y también un comienzo.
Su muerte produjo una persecución en la que murieron alrededor de 2.000 cristianos.

Dedico y pongo fin a la historia en ¡Solidaridad con el pueblo Egipcio! hoy que el pueblo Egipcio, se ha levantado en defensa de sus derechos y libertades.


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