El Señor Nicanor

El Señor Nicanor

El socialista más auténtico de San Esteban del Molar de todos los tiempos.

Quiero recuperar el recuerdo del Señor Máximo, persona tranquila y venerable que cuando se jubiló vino a San Esteban para vivir de manera apacible, sosegada y feliz.

De estatura un poco superior a la media, no era gordo pero fornido; de rictus terso y algo sonrosado; su andar era lento, firme y reposado; tenía buen carácter y nunca tuvo discusiones con nadie; era vecino mío, vivía en la calle del Barrero.

El Señor Máximo era muy andariego, se le veía subir y bajar por la calle a horas precisas y con objetivos concretos. Siempre traía algo para la casa que pudiera necesitar, ahora bien no se le podía considerar vulgarmente amigo de lo ajeno, él tomaba con moderación lo que le hacía falta.
- Señor Máximo, dónde va usted con esa alfalfa, le decía un vecino.
- Es para los conejos, respondía.
- Pero si Usted no tiene alfalfa.
- Ah, pero lo que hay en España es de los españoles, contestaba muy tranquilamente.

A la postura del sol se acercaba al melonar más próximo, tocaba las sandías y los melones hasta encontrar los mejores pero sólo cogía un melón y una sandía, hasta la próxima visita. Había gente que calaba las sandías, abría y dejaba las que no le gustaban, un verdadero estropicio que disgustaba al Señor Máximo.

Cuando comenzaban a madurar las uvas salía con un fardel azul y cogía los primeros racimos de tempranillo, sólo dos o tres racimos porque sabía que las uvas donde mejor se conservaban era en los sarmientos.

- Señor Máximo, le decían los vecinos cuando vayan a vendimiar no van a encontrar nada. Eso no es verdad, respondía, el mayor cosechero es siempre el amo aunque no el único.

En el verano solía ir a espiga con un saco blanco no muy grande, iba antes de que calentara el sol pero sin madrugar; estaba mal visto recoger espigas entre las morenas pero él con gran pundonor lo hacía sin coger de las morenas.

El Señor Máximo era muy afable y el pueblo de San Esteban lo acogió muy amablemente.


Recuerdo del Señor Nicanor.

Querido Amigo. Tu me traes el recuerdo del señor Nicanor, el padre de Gildo, un hombre curtido por la vida con muchas experiencias vitales acumuladas, muy anclado en la vida pese a las vicisitudes que le tocó vivir.

El señor Nicanor sufrió la pérdida de la casa, creo que por un incendio y otras desgracias mayores.

Ante esta tesitura la forma como afrontó el problema fue arar desde la madrugada y al atardecer ponerse a tapiar para construir la casa.

Recuerdo un año de esos que no llovía, el anterior había llovido muy poco y se consideraban dos años perdidos.

El señor Nicanor estaba en el bar de Mías sin apoyarse en la barra, ni apoyar la vara que llevaba en el suelo, más derecho que un junco y de repente dijo:
- "Qué os pasa hijos, qué os pasa, que estáis tristes; qué no llueve, si no llueve que no llueva; eso ya ha ocurrido antes y aquí estamos".
- "Mías ponnos de beber a todos y si tienes que apuntar apunta, pero no dispares".
- Mías dijo que si invitaba él e iba a pagar lo de todos, a lo que el señor Nicanor contestó:
"Sí hijo, sí pago yo porque los tragos de la vida hay que beberlos para mearlos a continuación".

El señor Nicanor no era un hombre que hubiera vivido “con la tripa llena y pata suelta”, no era indiferente a la incertidumbre que se estaba viviendo, pero reaccionó de esa manera.

Este hombre y otros de su época son los referentes más válidos y útiles para nosotros.

La recopilación de las memorias o recuerdos de estas personas son tan interesantes como la lectura de los filósofos de la antigüedad.

Marcelo Rodríguez
El Señor Nicanor se merece muchos relatos, vaya este con todo el cariño que le pertenece, que es muchísimo.


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