San Esteban en mi memoria. "A. Modroño"

SAN ESTEBAN EN MI MEMORIA.

Cuando a los quince años, con mucho esfuerzo familiar me compraron una bicicleta, BH de “media carrera”, que costó 1.250 pts., empecé a descubrir los pueblos de a menos de 15 kilómetros del mío. Así llegué una tarde de verano a San Esteban del Molar.

Ya por entonces leía a Pereda, Palacios Valdés, Blasco Ibáñez, Concha Espina, y, al más cercano, Gabriel y Galán. Me encantaban las descripciones regionalistas.


Con esa mirada yo veía a mis pueblos terracampinos: pueblos de tierra surgidos de la tierra. Así era San Esteban: en alguna casona el ladrillo mudéjar, en la fachada; todo lo demás, adobe, tapial, barro, tierra, en las casas y las calles; en algunas, alguna humilde acera de lanchas de arenisca.


La iglesia, humilde, con la casa para el Cura al lado, ocupando un pequeño promontorio; las bodegas y las eras enlazando con las casas; los palomares un poco más lejos.

De mis tiempos de escribiente, de los 13 a los 21 años, con un Abogado, no recuerdo a nadie de San Esteban. Es posible que fueran poco pleiteadores. En cambio, un año después, en el 63, comenzó mi relación más estrecha con las gentes de ese pueblo.

Estaba de Cura mi primo D. Primitivo, y su hermana “Nana”. El año antes había dejado el oficio el aguardientero que iba por allí. Yo, que me había hecho cargo de la aguardientería familiar, empecé a sacar el orujo de las bodegas. Habíamos estrenado aquel año un remolque de 3.000 kilos. ¡Menudo adelanto!. Casi todos los labradores hacían vino para el gasto. Aún quedaban viñas. Yo les daba un litro de aguardiente por cada cuatro talegas de orujo, llenas hasta arriba. Así conocí a Emilio Deza, a Alfonso, Desiderio, “Los Cojos”, los Villafáfila, al señor Manolo, padre de Carmina, la de Cayetano de Tapioles., uno alto, cuñado de Jesús Rodríguez, creo de Castrogonzalo, cuyo nombre tengo en la punta de la lengua.…… Y me hice muy amigo del señor Joaquín González y de su esposa Cesárea, los padres del famoso “José Mari”, abuelos del pelotari Miguel-Ángel Gallego.

Recuerdo a un señor, con una bata de dril, que embarraba las tapias del corral con barro de cogía de la calle.

Cargábamos hasta arriba el remolquito. Subir la cuesta de Cerecinos nos costaba un triunfo, cuando la yegüita, que acompañaba al macho en el tiro, se rendía y dejaba de tirar. Allí a los muchachos de las talegas, y a mí, más algún alma caritativa nos tocaba meter el hombro.

En el curso 69-70, en nov., después de haber recogido el orujo, el último año, sustituí en la escuela a D. Manolo, a quien el cáncer se lo llevó joven. Fui compañero de su esposa Emiliana Cavero Benito. Todavía, ella tendría cerca de 30 niñas, y yo otros tantos muchachos. Me desplazaba en un “600”. Comía en casa de la señora Cesárea.

Recuerdo a algunos de aquellos alumnos. La mayoría salieron listos, y hoy son emprendedores empresarios: José-Mari, el de “Las Brasas”, (después, en el comarcal de Villalpando conocimos al resto de sus hermanos, Fernando, Toni, quien nos desestabilizada el Colegio, Oscar, amigo de mi hijo David); “Tanín” e Isidoro Calzada, ganaderos de ovino a lo grande; Jacinto o el hermanito que murió en el incendio; Juan-Antonio, el constructor,…. .

También fui un año a la fiesta por “Las Candelas”. ¡Qué inolvidables aquellos bailes de las fiestas de los pueblos!.

Con estas vivencias y recuerdos de San Esteban, ¿comprendéis haya aceptado gustoso la invitación a participar en el blog de ese pueblo?.

Ahora, cuando pasó por la autovía, o alguna vez con el tractor por caminos, y vislumbro, subidos “Los Paradores”, la entrañable torrecita que preside el caserío, se hacen vivos todos los evocadores recuerdos.

Autor: Agapito Modroño


SAN ESTEBAN EN MI MEMORIA
Praxis de, A. Modroño Alonso
Blog: Sobre Villalpando y comarca.

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