Los Chorizos de Heliodoro

Los chorizos de Heliodoro.

«Mi querido vecino»

Mi querido vecino Heliodoro, hombre honrado, valiente y trabajador de toda la vida tenía muchas virtudes, cualidades y aficiones, entre ellas la ebanistería-disponía de un verdadero taller en la cochera de su casa-y poseía la mejor técnica de elaborar embutidos, más bien un arte, que ya hubiera querido tener don Emiliano Revilla, compartido con María con la que tuvo una vida armoniosa y feliz.

Inauguración del fronton.

Los cochinos de Heliodoro siempre estuvieron bien alimentados, requisito no suficiente pero indispensable: les daba harina de cebada [la pilada], titos y cantudas ablandadas y crecidas previamente en un balde de agua y alfalfa. Estos cochinos debían estar más satisfechos que las cabras del señor Seguín.

Heliodoro hacía muy bien la matanza: separaba las carnes según la calidad y las embutía en tripas diferentes, las mejores en las más gordas o morcones. Los chorizos de Heliodoro no tenían aditamentos, conservantes ni colorantes, una verdadera delicia gastronómica y además era una comida muy sana que no acumulaba colesterol ni triglicéridos.

Los chorizos invernaban y pasaban una parte del año colgados de un varal en una despensa semioscura situada al Poniente. Según el estado de conservación, la época del año y la cantidad los solía poner en una tinaja con aceite. Una vez en la mesa eran el mayor deseo para los sentidos, el diente y el estómago de cualquiera. Los chorizos de Heliodoro hubieran creado un motivo incomparable para un bodegón de Cotán o Zurbarán.

«Santuario Gastronómico»

Cuando discurría la década de los sesenta en San Esteban, Paquito y Goyito eran unos mozalbetes, junto a ellos había otros de la misma edad pero no recuerdo cuántos estaban en la movida que voy a contar, aunque supongo que Benitín el primo de Paquito también estaría en el ajo.

Antes de comenzar a sonreír la primavera, cuando se empezaba a arar las tierras y atender los majuelos, no había mucha faena en el campo y era un periodo propicio para cualquier andanza. Uno de esos días al atardecer Paquito y Goyito venían del Barrero y estaban en la zona que llamábamos "detrás de las casas" cuando vieron una ventana pequeña, casi al ras del suelo, de la parte posterior de la casa de Heliodoro y a través de ella descubrieron y observaron el santuario gastronómico de Heliodoro, vistoso y suculento: un varal lleno de saltares de chorizos y precisamente frente a la ventana los más gordos.

Los chorizos recibían la luz del atardecer antes de la postura del Sol y hasta un perro que iba con ellos se quedaba mirando para los chorizos. La tentación estaba cerca, pensaron que podían retirar el cristal de la ventana de manera provisional y con un palo no demasiado largo alcanzar un saltar de chorizos para merendar en la bodega todos los amigos juntos. Parece ser que la aventura estuvo liderada por Goyito y fue llevada a cabo con un éxito total.

Heliodoro se dio cuenta que le faltaban los chorizos más gordos, los morcones, pero lo que más le molestaba es que se riera la gente y no dijo nada a nadie manteniéndolo en secreto.

Un día salió Paquito a arar hacia la «Antolina o la Raya de Fuentes», casualmente Heliodoro le seguía detrás y avivó el paso para alcanzarle y continuar juntos, como Paquito se apresuraba más le pidió que se parara e inesperadamente Paquito dijo:
¡Que yo no fui, que yo no fui!
Heliodoro sin haberse dado cuenta del asunto preguntó:
¿Cómo que tú no fuiste?
Paquito se sintió intimidado y respondió:
¡Que fue Goyito, que fue Goyito!
Entonces Heliodoro ató cabos y dedujo quienes le habían limpiado los chorizos.

Un cariñoso abrazo a mi querido vecino Heliodoro.
Un abrazo para las personas aludidas.
Marcelo Rodríguez

Antigua y Medieval

Un nuevo estudio sitúa la ciudad astur de Lancia,
en el castro de Arrabalde.

El Castro de Las Labradas, de Arrabalde, podría ser la ciudad astur de Lancia, asediada por los romanos en las Guerras Cántabras, y que siempre se ha ubicado en Villasabariego (León). Así lo afirma José Luis Vicente, ingeniero técnico en explotaciones forestales, en su estudio «Bellum Asturicum», en el que además plantea una alternativa al trazado de la Ruta de la Plata en la provincia.


Vestigios del acueducto romano de Molacillos, según Vicente.

Las hipótesis que plantea son polémicas, y lo sabe. Situar la ciudad astur-romana de Lancia en el Castro de las Labradas de Arrabalde o establecer un trazado alternativo para la denominada Vía de la Plata a su paso por Zamora supone una controvertida revisión de la historiografía de la provincia. Estas son algunas de las conclusiones de las investigaciones realizadas por José Luis Vicente, Ingeniero Técnico en explotaciones forestales que llegó al estudio de las antiguas calzadas romanas hace tres años por un encargo de la Junta de Castilla y León para poner en marcha un sistema de investigación geográfica. Su afición por la arqueología hizo el resto.

«Siempre», insiste, «apoyado en una amplia bibliografía, especialmente la magnífica documentación sobre la época romana del Centro de Estudios Benaventanos Ledo del Pozo», en cuya revista, presentada este fin de semana, publica su artículo «Bellum Asturicum. Una hipótesis ajustada a la historiografía romana y al marco arqueológico y geográfico de la comarca de Los Valles de Benavente y su entorno».


Restos de lo que José Luis Vicente identifica como la
calzada romana que pasaba por San Esteban del Molar.

Un trabajo en el que propone la ubicación de Lancia en el Castro de las Labradas «por razones históricas, arqueológicas y orográficas». Así, mientras en el yacimiento de la localidad leonesa de Villasabariego, «donde año tras año se centra la investigación arqueológica», los resultados logrados «no avalan suficientemente la identificación de El Castro con Lancia», en el Castro de las Labradas se han realizado «hallazgos suficientemente importantes como para reconsiderar la ubicación de la ciudad astur-romana, puesto que está claro que el yacimiento de Arrabalde muestra un asentamiento importante»,señala Vicente. Una hipótesis ya planteada anteriormente, pero que «no se ha tenido nunca en cuenta».

Las características del terreno muestran que el poblamiento de Las Labradas contaba con mayores posibilidades defensivas que el de Villasabariego, requisito indispensable para un asentamiento de la importancia de la Lancia asediada por los romanos en su guerra contra los astures en el 25 a.C. «El Castro de Las Labradas cuenta con un perímetro defensivo de 2,5 kilómetros», recuerda. «Se ha identificado el yacimiento de Villasabariego con Lancia porque se conoce que había una población llamada así en una calzada cerca de León, pero eso no significa nada porque hay muchas poblaciones que se llaman igual, lo importante es que no se ha encontrado ningún resto arqueológico que demuestre que allí se localizaba la ciudad astur», remacha.

En su revisión de la historiografía romana de la provincia, José Luis Vicente insiste en «desmitificar» el recorrido de la Ruta de la Plata, que califica de «invento político» en torno al cual se han creado muchísimos intereses, y que se identifica erróneamente con el trazado de la N-630.«Es inaudito que la Ruta de la Plata a su paso por la provincia esté declarada como BIC sin que se haya encontrado una sola prueba arqueológica de su ubicación exacta», resalta. Además, apunta que la denominación no tiene sentido al norte de Salamanca, que es donde comenzaba la ruta camino a Mérida, «puesto que no está reflejada como tal en los mapas históricos, si no que aparecen dos vías romanas que llevan hasta el comienzo de la Ruta de la Plata en Salamanca». Siguiendo los mapas, en especial el «Itinerario Antonino», y con un sistema de información georeferenciada, establece sobre el terreno el lugar por el que según esos datos deberían haber discurrido las calzadas romanas. Este sistema «demuestra», según Vicente, que Ocelo Duri no estaría en Zamora, sino en Villalazán, puesto que «las distancias marcadas en los documentos antiguos entre los puntos que unían las calzadas coinciden», y por que en la localidad existe «un magnifico yacimiento de la época, cuando en la capital, pese a las múltiples excavaciones no se ha encontrado nunca nada de esta época».

En el artículo que publica en la revista «Brigecio» no incluye los últimos resultados de su trabajo de campo el pasado mes de enero, y que le llevan a afirmar que buena parte de la calzada romana identificada con la Ruta de la Plata transcurre bajo la actual carretera que une Villalpando con Zamora. Pero lo importante es el hallazgo de restos de esa vía romana en San Esteban del Molar, Cerecinos de Campos, Tapioles, Revellinos, San Cristóbal o Castrogonzalo. «Me pueden discutir que esos restos sean lo que yo digo que son, pero desde luego no me pueden discutir que existen», asevera. «Es curioso que en zonas de Tierra de Campos, en las que apenas hay piedra, te encuentres con restos justo en las zonas en las que el itinerario marca la existencia de la vía, y que si te desvías apenas unos metros esas piedras no aparezcan por ninguna parte», señala Vicente. Este ingeniero insiste, además, en que las calzadas eran caminos empedrados, como tradicionalmente se ha pensado. «La piedra se usaba para cimentar las vías y encima se colocaban varias capas de otros materiales, como zahorra», aclara. Prueba de esa cimentación serían los «muros» de piedra de más de un metro de altura localizados en San Esteban del Molar, «muy diferentes a los cerramientos de fincas que hay justo enfrente, a unos pocos metros, y en los que las piedras no están colocadas con tanta precisión».

La opinión de Zamora.