Mías y Esos.

Una fechoría de «Mías y esos»

Fue comandada enteramente por Mías capitaneando a los mozos que intervinieron como Botín Rompetacones a los suyos en el cuento, creo que de Ana María Matute.

Mias

Comenzaba a discurrir la década de los sesenta, ya nos habíamos olvidado de la tortilla de patatas con cebolla, dejábamos atrás la de chorizo y se celebraba el domingo de tortillero de lo lindo.

Las mozas habían preparado suculentos manjares, creo que tenían cordero entre otros alimentos muy sabrosos y postres apetitosos. Tuvieron la ingenuidad de ponerlos mejor exponerlos, en la sala exterior de la casa de Josefina haciéndose de manera inconsciente aliadas del diablo.

Al demonio no hay que tentarlo, lo dicen hasta los manuales de espiritismo, porque el diablo se presentó a Mías y los suyos haciéndoles ver que "las uvas sí estaban maduras”, a diferencia de la fábula, La Zorra y las Uvas.

Mías con el diablo metido en el cuerpo y los manjares puestos en el entrecejo planeó el convite: fue a buscar la pala de un horno, con unos alicates sacaron las puntas que sujetaban uno de los cristales al marco y acercaban las fuentes a la ventana como si fueran los panes del horno.

Mias en el colegio 1947

Recogieron las tajadas y otros manjares de consistencia en una bolsa para merendar en la bodega, ante la prisa y para ganar tiempo lamieron los postres como Micifut y Zapirón en la fábula de Samaniego: Mías dijo que los postres se podían comer allí mismo, “con los diez mandamientos”, metiendo las manos entre los barrotes de la ventana y comiéndolos con los dedos. Así comen los Tuareg en el desierto. No iba a ser Mías tan finolis como los exploradores ingleses que llevaban su vajilla a cualquier parte.

Esto no les hizo ni pizca de gracia a las mozas y sus familias, Nana también estaba en el grupo y don Primitivo que siempre sintió simpatía con las cosas de la merienda se mostró muy contrariado.

La polémica quedó servida: por qué lo cogieron, para qué lo pusieron allí; lo robaron, lo sustrajeron.

Más fechoría se puede narrar de los mozos del pueblo en distintas épocas, como cuando Goyito y Paquito, el primo de Mías, le limpiaron un saltar de chorizos a mí querido vecino Heliodoro.

Le dedico este relato a Mías con el mayor afecto y simpatía.
Con el mayor reconocimiento y agradecimiento. M. Rodríguez

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