Picalias

Teodosio

La presente memoria de mi tío Teodosio se la dedico a mi prima Pili, la hija de Lile, en el día de su cumple y le deseo que tenga muchas alegrías.

Me preocupa hacer esta memoria porque el personaje por mi descrito puede quedar devaluado frente a la persona que existió. Además Picalías tenía narrador propio, Felipe Rodríguez, al que yo sinceramente no puedo igualar es cierto que Felipe tenía la ventaja de haber pasado la guerra junto a él, al que llegó a narrar en su presencia, pero también es verdad que Felipe tenía buena locución y entraba a formar parte en los repartos de las obras de teatro que se representaban en el pueblo, particularmente el Don Juan Tenorio.

Picalías era una persona original, genuina y única; dotado de una inteligencia natural fuera y por encima de lo común, muy intuitivo y un "viva la virgen"[como se solía decir].

Picalías y Clotilde formaban un buen tándem, era la pareja que mejor bailaba en el pueblo y siempre eran aclamados en la fiesta de Las Candelas. En aquella época mi madre me decía que para aprender a bailar me fijara en mi tío Teodosio. Los mejores alumnos fueron su hija Durina y Miguel a quienes se hacía corro en la fiesta y los músicos repetían la pieza por el interés que despertaban. Teodoro vitoreaba a Miguel desde lejos:
- ¡Olé ahí Geñito, cómo se estira Geñito!

Picalías, que cantaba bien, era único en crear estrofas ingeniosas con buena rima cuando cantaban los pajaritos a los novios en las bodas ,antes de la invitación al refresco.

Picalías, como su hermano Jesús, tenía cualificación profesional porque eran electricistas. No fue sólo electricista, también fue agente comercial y ofrecía servicio técnico. Al subir de la Soledad, a la derecha, había una tienda de componentes eléctricos, electrónicos y electrodomésticos que se llamaba Electrón; el dueño se llamaba Amor y su mujer Felicidad. Picalías era el agente comercial o intermediario de Electrón -así llamaban también al dueño- y lo hacía a la perfección: a Electrón le decía que sacara todo lo que pudiera, al comprador que no diera todo lo que pidiera; una vez juntos y para evitar compromisos o inconvenientes les decía que se arreglaran y se iba. No tardaba en volver con otro cliente, porque los jueves había mucha gente de los pueblos en Benavente, y los presentaba diciendo que Electrón era una persona formal y el comprador buen pagador a veces ofrecían poder llevar el electrodoméstico a casa a prueba y Picalías se encargaba de hacer la instalación necesaria poniendo todo a punto. Electrón tenía muy buenas ganancias y ofrecía una comisión muy pequeña, pero Picalías se las arregló para sacarle una lavadora, la primera que entró en el pueblo, bien ganada de otra parte por Clotilde que también lavaba ropa de alguna otra casa. La relación entre Electrón y Picalías duró siempre porque las uniones por interés difícilmente se pueden romper.

Diego García haciendo de la necesidad una virtud tuvo el buen criterio de nombrar alguacil a Picalías porque lo necesitaba y sabía que lo haría muy bien. Gregorio Costilla aficionado a la broma socarrona, dar guerra como se decía, le dijo a Picalías que no tenía mucha escuela y no sabía mucho de cuentas para ser aguacil, a lo que le respondió que sabía juntar los números y las letras.

El secretario era tranquilo, tímido y callado; Picalías era muy movido, echado para adelante y dicharachero; personas difíciles para congeniar y no fáciles de armonizar. Cuando no estaba el alcalde no se sabía quién mandaba en el ayuntamiento, era como el niño que saca al perro y no se sabe quien tira de quien. Lo que había que hacer lo determinaba el alcalde y el secretario, pero el cómo se hacía lo decidía Picalías.

La mayor gresca se produjo cuando Picalías exigió un anticipo o entrega a cuenta para ir al día siguiente, jueves, a Benavente Picalías decía que el secretario era un mentiroso y el secretario que Picalías no decía una verdad. El secretario decía que ya le había entregado un anticipo y un préstamo y no le iba a dar más. Picalías le lanzó algunos insultos desde la calle, uno de ellos inédito que podía cohibir más al secretario y dijo que iba a intervenir el alcalde. Gregorio Costilla desde la atalaya de su casa contemplaba la situación y al pasar Picalías le preguntó cuál era ese insulto desconocido, a lo que respondió que era para los que tenían mucha escuela. Teodosio no se puede andar escarbando en el ayuntamiento, dijo Gregorio Costilla y respondió Picalías:
- Grillo, si te mueres cuando te entierre te vas a joder tampoco vas a poder escarbar.

Llegó Picalías a casa del alcalde, le dijo que había un asunto del Gobernador y volvieron los dos al ayuntamiento. Diego se dio cuenta que estaba entre uno y otro, como buen diplomático dijo al secretario que le entregara la mitad de lo que había pedido.

Picalías fue muy buen aguacil, el que mejor leía los pregones porque los recitaba de memoria y tocaba el tamboril a la perfección con dos palillos haciendo buenísimos redobles que aprendió el solo por ensayo, repetición e intuición. Fue muy fiel a quien le nombró, los bandos tenían un carácter formal empezando “por orden del señor alcalde se hace saber “y terminaban “el alcalde, Diego García”, así en todas las calles y sabíamos que el alcalde era y seguía siendo Diego García, no como en algunas repúblicas latinoamericanas que podía haber un presidente por la mañana y otro bien distinto después del mediodía.

Picalías no era una persona descuidada y distraída, pero una vez al cruzar la carretera le atropelló un coche, aún así no le faltaron reflejos para tomar impulso y quedar sobre el capó, aunque no pudo evitar caer por un lado haciéndose daño en la cabeza, un brazo y una pierna; fue ingresado en una clínica de Benavente, no tuvo fracturas y le dieron algunos puntos de sutura. En la clínica pidió un vasito de vino con la cena porque apreciaba y amaba el vino de su tierra, le dijeron que los enfermos no podían tomar vino, pero lo reclamó con éxito y lo consiguió diciendo que él sólo era un accidentado sin fracturas. Al día siguiente le dijeron que tenía que permanecer allí en observación y le entregaron una factura pro forma para que la firmara, entonces respondió:
- Dejen ahí esos papeles porque no he traído las gafas, ustedes me quieren observar a mi pero yo ya les tengo bien observados a ustedes, así que me voy a marchar.
- Cómo se va a ir ,señor Teodosio, le dijo la supervisora.
- Por ese pasillo, respondio.
- Entonces no se irá delante de mí, dijo la supervisora y él contestó:
- No necesito que me acompañe.

En aquella época los impagados por asistencia médica eran asumidos por el Ministerio de Sanidad.

Marcelo Rodríguez


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