Silencio Blanco

Sonidos olvidados de Semana Santa
Matracas y Carracas

El pueblo judío ya las utilizaba durante la fiesta del Purim, fiesta sefardí que se celebra el día 14 de Adar, es decir, entre el mes de febrero y marzo del calendario cristiano. La celebración tiene que ver con la historia bíblica del libro de Ester, quien salvo al pueblo judío de la masacre que Aman había planeado para ellos.

Para Purim se preparan dulces especiales, llamados "Orejas de Aman". Los varones están autorizados a tomar vino hasta el nivel de "confundir los nombres de Aman y Mordejai".

La historia de Ester se lee enteramente en la sinagoga el día indicado y cada vez que se nombra el nombre de Aman, todos los presentes participan haciendo sonar carracas y matracas.

Esta celebración sefardí es muy parecida a la que con el pueblo cristiano celebra las Tinieblas en Semana Santa.

Costumbre desde la época medieval, en el siglo VIII, la iglesia implanta en la cristiandad el ceremonial de las Tinieblas para recordar la muerte de Cristo, este ruido evoca la confusión sideral en el momento de la muerte, el recuerdo del temblor de tierra, documentado en los evangelios, resquebrajado de rocas y apertura de sepulcros, aquel momento en que se desató una tormenta y se rasgó el velo del Templo.

En otras épocas, en algunas torres y espadañas de las iglesias, unos artilugios de madera, las matracas compuestas sustituían a las campanas durante la Semana Santa en su lenguaje de horas y avisos para los oficios religiosos. En los conventos llamaban a maitines, carracas y matracas ocupaban el lugar de las campanas dentro de esta celebración religiosa.

Comenzaba la celebración con el encendido del Tenebrario, candelabro triangular de quince velas, siete en cada lado y una en el vértice. Llegado el momento, se procede al apagado de velas, por orden alterno, de derecha a izquierda y de abajo a arriba hasta llegar a la vela María, que representa a Cristo, la luz del mundo. Terminado el rezo, esta vela, siempre encendida, se oculta detrás del altar. Es ahora, con el templo a oscuras, en el recogimiento propio de la Pasión, en la celebración Oficio de Tinieblas cuando los feligreses, hacen un poco de ruido haciendo sonar repentina y estruendosamente matracas y carracas.

Ahí, las carracas y matracas crujían y rugían entre el gran alboroto de los asistentes. Cuando más se divertían los niños, al apagar el ultimo cirio los fieles infantiles hacían sonar la carraca siempre un poco después de la nuestra y con tanto brío y entusiasmo que la persona mayor, próxima o acompañante, había que detener, sujetarles el brazo e interrumpir el estruendoso sonido.

Ya señalaba Tirso de Molina, en el s. XVI, la matraca hace un son desapacible para los que despiertan y lo conocen y espantoso para los que coge desapercibidos.

Otro símbolo asociado dicen, para asustar a Judas Iscariote y recordarle su vil pecado. Pero uno de los más importantes por el cual todos gritaban y hacían ruido era para soltar la tensión acumulada durante la Semana Santa.

Algunos de los párrocos en España decidieron eliminar esa costumbre, pues tras esa ruidosa oscuridad se cometerían también bromas y excesos de todo tipo, destrozando a veces bancos y confesionarios.

Todavía hoy, es costumbre que las campanas de la Iglesia enmudezcan en los días de la Pasión.

En contrapartida las campanas y campanillas se identifican, con la luz y el cielo. Las campanas representarían a Prelados y Apóstoles, quienes enmudecieron y desaparecieron en los días de la Pasión de Cristo. Es por esto, que debían desaparecer, las campanas, y sólo hablar los leños, en recuerdo de la cruz.

Por esa razón, en la España medieval cristiana las matracas y carracas marcaban el paso en las procesiones en señal de luto, en los días fúnebres de la Semana Santa como sustituto de las campanas.

Tres días dura el silencio de las campanas, campanillas y cascabeles que durante el resto del año sacristanes y monaguillos hacen sonar en la misa. En los oficios de Semana Santa desde el “Gloria” de Jueves Santo, hasta el del Sábado Santo, que se abandonaba la carraca al entonar el “Gloria Excelsis”, y se organizaba al final otro concierto pero ya con campanas, campanillas y cascabeles.

Aparte de celebraciones religiosas, formaron y forman parte de fiestas populares, aguinaldos, cencerradas, rondas, y sobre todo del carnaval.

Desaparecido el Oficio de Tinieblas, estos instrumentos perdieron su utilidad. Posteriormente se conservó la costumbre de usar una carraca en el momento de la consagración, al alzar a Dios. Pero, la participación de los fieles desapareció y con ella el instrumento.

Desaparecida su utilidad, pasaron a ser algo puramente testimonial, anacrónico y se ignoró el significado. Se convirtieron en juguete. Como tal lo conocimos los que hoy rozamos los cincuenta. La aparición del plástico estandarizó el mecanismo artesanal de las carracas, no así las matracas. Su publicidad conservó el objeto pero cambiando la utilidad. Actualmente todos conocemos el instrumento, pero muchos desconocen su nombre, función y tradición.

Nadie acaba de discernir si la turbamulta sonora de las Tinieblas semanasanteras es música o es ruido. Pero está claro que desde tiempos inmemoriales hay una serie de instrumentos que sirven para poner banda sonora a una noche en la que, desde la visión religiosa, no está permitido hacer soñar los metales, por lo tanto todos estos elementos están fabricados de madera.

Sonidos olvidados que regresan con fuerza. Instrumentos populares que paulatinamente van quedando en el olvido y que ahora resucitan. Viejos oficios artesanos que reviven en las manos de artesanos leoneses.

Una muestra de folklore, de recuperación de la memoria popular.

Al Cristo Dormido
¡¡Calla!! Mi Cristo yacente no sabe que va muerto
y un golpe de corneta lo despierta.
Camina lento, sudoroso, rasgando el aire
y abriendo en su mirada una estela de luz y de esperanza.
Aquí no se detiene el Cristo para escuchar la saeta,
aquí sólo el cielo clama en el silencio.
Pies descalzos, cirios encendidos,
tu Cruz y la mía van juntas calle abajo.
Su madre, la Vera Cruz, lo acompaña en platerías,
marchan los dos entre cascadas de murmullos,
y mis ojos se pasman de tanta belleza.
El ritmo de los tambores conectan con los latidos de mi corazón
y siento una paz infinita.
Ancha, rancia y sobria es mi Castilla
serena y dolorida camina erguida y enlutada,
sintiendo en Santa Cruz el momento esplendoroso del encuentro
y mi cristo yacente vuelve a su urna de plata a conectar sus sueños con los míos,
y a dormitar hasta la madrugada.


También te pueden interesar:

No hay comentarios :