Unas memorias, recuerdo o relato del pueblo de San Esteban tienen que incluir forzosamente a Mías, que dio mucha vida al pueblo y ahora seguirá haciendo, lo mismo con la gente de la partida.
Mías era conocido fuera del pueblo mucho antes de tener el bar, incluso de joven porque destacó en muchas cosas según se decía. Fue un buen ciclista y se ofrecía a realizar cualquier recado, como ir a Cerecinos a avisar al veterinario, o recibir un encargo para ir a Benavente.
Cuando se iba a la Comarcal a llevar el trigo subía con los sacos por los tablones hasta lo más alto.
Creo que estaba en la mili cuando la tragedia de Ribadelago, me parece que fue cabo y recibía a los reclutas -algunos del pueblo como Tarsicio- y los acompañaba a los distintos destinos.
Fue sacristán de don Primitivo y le acompañaba en la misa cantada desde el coro. Mías podía cantar la misa entera: el Kirie, el Gloria, el Sanctus, el Agnus Dei, etc.
Fue un buen jugador de pelota y se ponía en el medio cuando era él quien sacaba, si sacaba otro se ponía a la izquierda.
Teodoro le animaba mucho: - Mías hay balcón o no hay balcón. Así le decía, para que mandara la pelota a la raya de abajo, contra la pared.
Mías y Transí nos atendieron muy bien en el bar y nos aguantaron todos los caprichos, antojos y humoradas. Era muy fácil pagar en el bar, sólo teníamos que decir, apunta -"apunta Mías"- y quedaba el asunto resuelto hasta la semana siguiente o el mes próximo.
A Mías no le gustaban las voces malsonantes, alborotos y enfrentamientos si esto ocurría alguna vez, se acercaba y decía: - No quiero discrepancias. La gente hacía silencio para observar lo que pasaba y los del enfrentamiento se callaban.
Un cliente le dijo una vez a Mías que la copa que le había servido no era de Terry, se la retiró con diplomacia y le volvió a poner la misma que se había llevado.
Entonces el cliente dijo: - Vaya esta sí es Terry.
Mías contestó: - Vosotros no entendéis ni de colores.
Cuando alguien hablaba de una manera muy redicha, o se mostraba muy entendido, Mías decía: - Lope de Vega.
Cuando alguien se explayaba y no concretaba, no llegaba a una conclusión razonable o por el contrario se le veía venir, Mías decía: - Al final, Lope de Vega.
Una vez llegó un señor de Extensión Agraria y dio una charla en el bar, parece ser que la tenía preparada de otra comarca y habló sobre el tratamiento de las plagas en los árboles frutales. Mías le interrumpió diciendo que en el pueblo no hay peras ni cermeños. Uno del público le mandó callar diciendo que el señor se expresaba muy bien. Entonces Mías le dijo que sería mejor que hablara de los majuelos.
Su paciencia era infinita, sobre todo a la hora de cerrar el bar.
En las partidas de giley los que iban perdiendo no tenían ganas de tomar nada y los que ganaban no les hacía mucha ilusión pagar las rondas: nadie se iba y nadie consumía. Mías decía: - A ver, qué hacéis que yo estoy a vender.
Había veces que no había partida pero la gente estaba de conversación y no se iba, entonces Mías decía: - "No os apovinéis, no os apovinéis que nos vamos".
Un fracaso muy claro de Mías fue como cazador, salía con el señor Teófilo y mi primo Elías Salvador. Una vez estaban acechando las palomas, Mías y Elías se habían descalzado para sacarse la arena y les sobrevoló un bando de palomas sin que dispararan un solo cartucho. Entonces se levantó el señor Teófilo que estaba apostado y les voceó desde lejos: - ¡Angelitos, qué hacéis angelitos¡
Mías siempre tuvo un sentido del humor excelente, mucha paciencia y facilidad para sacarle la gracia a cualquier cosa. Ante cualquier situación que surgía o se planteaba Mías la acompañaba con un verso, estrofa o estribillo de alguna canción; escuchándole se sabía de qué iba la cuestión, esto más que literario o poético ya era cinematográfico.
A veces había chavales hablando de ligues, apenas se les oía pero Mías tenía buen oído y se ponía a cantar: - ¡Quién le mandaba flores por primavera¡
Una estrofa muy socorrida para Mías que la empleaba con frecuencia ante las diferentes situaciones de sorpresa era: - ¡Manda rosas a Sandra, que se va de la ciudad, manda rosas a Sandra y tal vez se quedará¡
El sentido del humor y la paciencia ya indica un talante buenísimo, pero además Mías siempre tuvo el rostro amable y el corazón tierno: siempre muy sensible, cercano a todos y una persona muy sentida ante las circunstancias adversas de los demás.
Un abrazo a Mías, con todo el cariño que se merece: muchísimo. M. Rodríguez.
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