Pablo el Pastor

Recuerdo de Pablo el Pastor

Al contemplar la foto del Club Social de San Esteban me afloran multitud de recuerdos de todas las personas y cada vez que la he mirado me surgen más. Una de las personas que ahora tengo presente es Pablo Rodríguez de la Fuente, Pablo el Pastor.

Quiero traer al recuerdo de todos a esta persona singular, genuina y muy digna. Escribo “Pastor” con mayúscula porque es correcto, es el sobrenombre que le dieron al llegar al pueblo porque había otros dos con el mismo nombre y apellido y es uno de los oficios más nobles desde el Neolítico.

Pablo fue un conocedor profundo de todo lo que hacía por estar dotado de una gran inteligencia natural. Fue el precursor en nuestra época del ovino, aunque ya existía antes y es de lo que hemos vivido muchos.

Hoy día sigue teniendo mucho arraigo porque las personas que más han apostado por el pueblo invirtiendo muchísimo dinero han sido ganaderas.

Pablo comenzó enseñando a Juanito e Isidro, luego a todos los demás de su tiempo a quienes siempre ofreció una opinión clara o un consejo certero.

Además de ser un hombre muy práctico fue una persona muy culta y en el campo leía siempre que podía: lector entusiasta de Galdós, conocedor de la Generación del 98 e interesado por Ortega y Gasset, que yo sepa y recuerde.

Persona satisfecha y complacida con la vida por sus declaraciones, en una de ellas decía: -“de jóvenes trabajábamos mucho, pero comíamos unas tortillas por la mañana tan grandes como la rueda de un carro”.

Yo de chaval fui hiperactivo, poco disciplinado e hice algunas averías, como romper el cristal de la ventana del cabañal de Pablo al acertarlo con un canto. Me agarró en la huerga y me dijo: -“ahora te podía dar una carrillada, pero no te voy a hacer nada; de la misma manera que yo no te rompo la cara, tu prométeme que no me vas a romper nada”.

Me ponía a su nivel y me ofrecía un pacto entre iguales. A partir de ese momento no volví a hacer ninguna tontería y procuraba evitar la de algún otro.

Con Pablo se podía tratar cualquier tema por trascendente que fuera, escuchaba muy atento y daba respuestas sólidas de manera respetuosa. Los que ibais a la huerga recordareis que con Pablo lo pasábamos muy bien, sin televisión ni ordenador: recuerdos, comentarios de lecturas, anécdotas, chistes.

Voy a presentaros una anécdota que nos contó un día en la huerga.

En un pueblo de nuestra zona, que no recuerdo, querían hacer una procesión, como era costumbre y tradición, pero tenían que enfrentarse al anticlericalismo de gentes republicanas. El cura y personas de mucha devoción se reunieron y decidieron hacer una procesión y sacar el Cristo de la Vera Cruz, que recibía mayor veneración. Salieron en procesión y observaron que algunos vecinos ajenos al decoro de una ceremonia religiosa se acercaban en sentido contrario. Entonces las personas más devotas y enardecidas gritaron: “¡Viva el Santísimo Cristo de la Vera Cruz!”.

Un señor que iba en la procesión al lado del cura, también enardecido, contestó muy afirmativo de manera espontánea con mucho énfasis: “¡Viva me cago en San Dios!”.

Pablo era un claro partidario y defensor de la igualdad de género, criticaba la doble moral aplicada a chicos y chicas y además la consideraba hipócrita porque observaba que importaban más las apariencias que los sentimientos. Pablo fue una persona muy laboriosa y un trabajador tenaz, pero también era un hombre lúdico y entretenido, además de la lectura le gustaban mucho los deportes, particularmente el fútbol y era seguidor de la Selección Española y el Real Madrid.

Muy aficionado al dominó, principalmente al chamelo y tenía partida con Pedro Villafáfila, Quico el Cartero y Jesús Fernández, el padre de Juanito. Esta partida da para un buen relato, otro día hablaré de esto, como cuando Quico el Cartero abandonó la partida, fue a casa y volvió con un puro como el de Pedro Villafáfila.

Marcelo Rodríguez.


Manolo Rodríguez

En la cuesta abajo de la vida, cuando valoras más los momentos que te quedan, es de bien nacidos ser agradecidos. A lo largo de mi exposición daré las razones por las que digo esto.

Hace unos meses me enteré de la existencia de este foro al que he seguido con interés por obvias razones.

Aquí he visto la evolución social de un pueblo en el que viví y pasé una niñez feliz. En San Esteban pasaba las vacaciones, ya veis que con minúscula, pues consistían en ir a trabajar duramente al campo en aquellos veranos calurosos y crueles en el que regabas con sudor la tierra tan sedienta de agua, era el lógico tributo que había que pagar si queríamos continuar.

Y es desde esta perspectiva en la que la vida da razones o te quita para poder tener diferentes opciones ideológicas, de creencias o tendencias para expresarte con toda libertad, os puedo asegurar que conseguí con mucho esfuerzo lo que poco o mucho, he conseguido, nadie regalaba nada.

Muchos de los que aquí he leído se aproximadamente quienes sois, pero sin entrar en detalles. A todos os mando un saludo cariñoso que deseo hagáis extensivo a vuestras familias allá donde os encontréis.

Pasando al meollo de la cuestión, quiero dar las gracias más sinceras a Marcelo del que tengo un recuerdo muy atenuado por el tiempo, pero creo recordar que su madre se llamaba o se llama Cecilia y su hermana Anita. Gracias amigo por dedicar este recuerdo cariñoso a mi padre del que guardo un recuerdo bastante aproximado al que tú describes.

Como dato curioso te diré que leyó tres veces el Quijote; efectivamente era un hombre culto, conversador agradable y ameno que hacia las delicias de aquellos que quisieran escuchar. Muchísimas gracias Marcelo por tu recuerdo de parte de mi hermana y miope pueblo al que te refieres es Vega de Villalobos.

Un fuerte abrazo.
Manolo, el hijo de Pablo el PASTOR y de Juliana su mujer, nuestra madre.


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