Antonio de Torquemada.
Un texto renacentista, el “Jardín de Flores Curiosas”, contiene abundante información sobre los fantasmas, los engaños del demonio y las brujas hechiceras. Según una de sus historias, existe la muerte por miedo…
Está documentado el caso de un tal Antonio Costilla, un tipo pendenciero, el de Fuentes de Ropel, que sabe a leyenda piadosa y espiritista a la vez. De repente sufre, tres apariciones espectrales que surgieron de la nada y se atemorizó. Marchó con su caballo, pero esas imágenes le siguieron hasta su casa. Enfermó gravemente hasta que a los siete días murió. Probablemente, por miedo.
Viejas crónicas del misterio o antiguos relatos sobre el mundo del misterio que sucedieron en nuestra tierra; sucesos inexplicables que llenaron de miedo y temor a aquellos 'privilegiados' testigos que tuvieron un encuentro con lo imposible.
El astorgano Antonio de Torquemada escribió en 1516 su obra de mayor éxito, “Jardín de flores curiosas”. En este libro nos relata un suceso que ocurrió 30 años atrás y todavía más enigmático, si cabe, ya que nos cuenta la terrible experiencia que sufrió Antonio Costilla, la primera víctima del misterio constatada en la región. Emplea la forma del dialogo de tres interlocutores para su miscelánea: Luis, Antonio y Bernardo.
Así lo narra el escritor astorgano:
Fragmento del “Jardín de Flores Curiosas”, de Torquemada,
Según el texto de la edición princeps 1570
Visiones de Antonio Costilla
ANTONIO: [...]. Y por no hacer digresión de lo principal vengamos a lo de las fantasmas. Y digo que este nombre fantasma se deriva de fantasía, que es en el hombre una virtud que se llama por otro nombre imaginativa; y porque, movida esta virtud, obra de tal manera que hace en sí las cosas fingidas y imaginadas como si las tuviese presentes no siendo así la verdad, decimos también que las cosas que vemos y se desaparecen luego son fantasmas, pareciéndonos que nos engañamos y no las vimos, sino que se nos representaron en la fantasía. Pero esto de tal manera se hace, que unas veces verdaderamente las vemos, y otras nos las pone la imaginación o fantasía de tal manera delante de los ojos, que nos engañan y no entendemos si es cosa que habemos visto o imaginado solamente. Y de aquí creo yo que vino llamar a unas, visiones, que son las que realmente son vistas, y otras, fantasmas, que son las fantaseadas o representadas en la fantasía.
Y no sé yo de cuál manera déstas haya sido un caso muy notable que, habrá poco más de treinta años, acaeció dos leguas de dónde estamos, en un lugar que se llama Fuentes de Ropel, en el cual vivía un hombre hidalgo y principal que se llamaba Antonio Costilla, y juntamente con esto, puedo yo dar testimonio que era uno de los más esforzados y animosos hombres que había en toda esta tierra; porque le vi en algunos trances y revueltas de muy gran peligro, de los cuales se libró con muy grande esfuerzo y valor de su persona.
Y porque, como hombre que no sufría serle hecha demasía, no estaba bien quisto de algunas gentes, andaba siempre a buen recaudo. Y así, salió un día de su casa en un muy buen caballo, con una lanza gineta en la mano, y fue a otro lugar que se llamaba Villanueva, adonde estuvo entendiendo en sus negocios hasta que se cerró la noche, que hacía muy escura, y siendo ya algo tarde, determinó volverse a su casa. Y a la salida del lugar está una ermita con unas rejas de madera en la delantera, y dentro había una lámpara encendida.
Al Antonio Costilla le pareció que no sufría pasar delante de ella sin hacer oración, y así se fue hacia allá, y encima del caballo comenzó a rezar sus devociones.
Y estando así y mirando adentro de la ermita, del medio della vio que salían tres visiones, las cuales parecían salir debajo de la tierra y que llegaban con las cabezas al techo, y allí estuvieron quedas. Él las estuvo mirando un poco; y respeluzándosele los cabellos y habiendo algún temor, volvió la rienda al caballo y comenzó a caminar.
Mas no hubo alzado los ojos, cuando vio aquellas tres visiones juntas, que iban delante de él poco trecho y parecían irle acompañando, y tornándose a encomendar a Dios y santiguarse muchas veces, comenzó a volver el caballo a una parte y a otra. Pero ellas le seguían sin dejar de ir siempre ante sus ojos.
Y viendo esto, arremetió el caballo, y con la lanza fue contra ellas como si quisiese herirlas, más las visiones parecía que se meneaban y andaban por el mesmo compás que él guiaba el caballo. Porque si andaba, andaban; y si corría, corrían; y si estaba quedo, tampoco se meneaban, y esto sin apartarse ni más ni menos, de manera que le fue forzado llevarlas por compañía hasta llegar a su propia casa.
La cual en la delantera tenía un gran corral y patio, y apeándose del caballo y abriendo la puerta, como entró dentro halló las mesmas visiones delante de sí.
Y de esta manera llegó a la puerta de un aposento donde su mujer estaba; y llamando, le abrieron, y como entrase dentro, las visiones desaparecieron. Pero él quedó tan turbado y desmayado, y con la color tan perdida, que su mujer tuvo por cierto que le había acaecido alguna desgracia con sus enemigos.
Y, como se lo preguntase y no pudiere entender dél cosa ninguna, envió a llamar un grande amigo que el mesmo marido tenía, hombre principal y letrado. El cual vino a la hora, y hallándole tan demudado, que parecía casi muerto, le fatigó con grande instancia que le dijese lo que le había acaecido.
El Antonio Costilla se lo contó particularmente, y el amigo, como hombre avisado, le dijo muchas cosas, persuadiéndole a que perdiese el temor que conoció en él haber concebido. Y así, le hizo cenar, y después le llevó a su cámara y le dejó acostado en su cama con una candela ardiendo, y se salió fuera para que reposase y durmiese.
Y apenas hubo salido, cuando Antonio Costilla comenzó a dar muy grandes voces que le valiesen, y tornando a entrar todos los que allí estaban él les dijo, que en dejándole solo, habían venido aquellas tres visiones, y cavando tierra con las manos, del suelo, se la habían echado encima de los ojos y le tenían ciego, y así era la verdad, que casi lo estaba.
Y desta manera, de allí adelante no le dejaron un momento sin que estuviese bien acompañado. Pero todo esto no aprovechó para que, al septeno día, sin tener calentura ni otro ningún accidente, dejase de morirse.
LUIS: Si algún médico estuviera ágora presente no dejara de decir y sustentar que eso había procedido de algún humor melancólico que con muy gran fuerza le señoreaba, para que aquello que le representaba en la fantasía le pareciese que realmente lo veía.
BERNARDO: Bien podría ser así; porque muchas veces entendemos que nos parece ver algunas cosas, y si fuese necesario las sustentaríamos; pero engáñanos el parecer. Y lo mesmo sería posible haber sido en lo de estas fantasmas, que representadas en la imaginación o fantasía bastasen a hacer el efecto que hicieron, y con el espanto y temor creciendo más el humor que las causaba, viniese a causar la muerte a un hombre de quien no se puede creer que muriese por falta de ánimo.
Y no por esto dejaré de creer también que esas tres visiones serían algunos demonios que, tomando aquellos cuerpos de aire o de tierra, o de agua o de fuego, o juntando para ello algunos de estos elementos, viniesen a poner tan grande espanto en ese hombre que fuese causa de que viniese a morirse.
ANTONIO: En todas las cosas que no se pueden averiguar de cierta sciencia, nunca faltan opiniones diversas y contrarias, y así, en éstas habrá diversos juicios y pareceres; y yo antes lo atribuiría a obra del Demonio que no al humor melancólico. Y si las visiones no fueron causa bastante para que este hombre muriese de espanto, por ventura sería de otra alguna enfermedad encubierta. Y comoquiera que sea, fue por permisión secreta de Dios, la cual nosotros no alcanzamos, ni hay para qué fatigarnos más sobre ello.
Misceláneas como el Jardín de flores curiosas (1570) de Antonio de Torquemada exhiben el papel fundamental de la fantasía en la creación de un referente imaginario que funciona como un espacio textual alternativo, aunque no necesariamente utópico, de una nueva realidad, marcada tanto por los descubrimientos, como por los intereses coloniales de los españoles en África, en Asia o en el Nuevo Mundo. Al entroncar con la tradición medieval de una compilación no sistemática de curiosidades, mitos y relatos en la que predomina el elemento de la maravilla, los autores de las misceláneas brindan al lector renacentista un intento de familiaridad con experiencias situadas al margen de lo cotidiano. Aunque esta compilación no sistemática de curiosidades se remonta a la literatura latina, y se vuelve a poner de moda antes del descubrimiento de América, es durante el siglo XVI, la época en que el género se desarrolla en España gracias al éxito de obras como el Jardín de Torquemada. No obstante, si bien el gusto por este tipo de lecturas nos muestra la fascinación del sujeto del periodo a la hora de imaginar un sin número de sucesos extraordinarios que, bien pudieran darse en otras latitudes del orbe, el tratamiento en el Jardín de ciertas figuras míticas, revela la preocupación del individuo del Renacimiento ante las consecuencias no previstas de la expansión territorial llevada a cabo en este periodo.
Editada de forma póstuma, un año después de su muerte, por sus hijos Luis de Torquemada y Jerónimo de los Ríos, se divide en seis tratados en forma de diálogo pertenecientes al género de la miscelánea donde se comentan fenómenos sobrenaturales y monstruosos. La obra gozó de gran difusión, pero fue incluida en el Índice de los libros prohibidos por la Inquisición, primero en Portugal (1581), y después en España (1632).
El Jardín de flores curiosas, que se hallaba terminando en 1568 se publicó en Salamanca, 1570.
El Rey
POR cuanto por parte de vos Luis de Torquemada, por vos y en nombre de Jerónimo de los Ríos vuestro hermano, hijos y herederos de Antonio de Torquemada, vuestro padre defuncto, vecino de la villa de Benavente, nos fue fecha relación diciendo que el dicho vuestro padre había hecho un libro intitulado Jardín de flores curiosas, y porque era muy curioso y en lo hacer había gastado mucho tiempo nos suplicastes lo mandásemos ver y, pareciendo ser tal, daros licencia para le poder imprimir y vender con privilegio de doce años, para que dentro dellos ninguna otra persona le pueda imprimir, o como la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo, habiéndose hecho en el dicho libro la diligencia que la pragmática por Nós agora nuevamente hecha dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula para vos en la dicha razón, y Nós tuvímoslo por bien.
E por la presente damos licencia y facultad para que vosotros, o quien vuestro poder oviere, podáis imprimir el dicho libro que de suso se hace mención, para que por tiempo de seis años, primeros siguientes que corran y se cuenten desde el día de la data de esta nuestra cédula en adelante, vos los dichos Luis de Torquemada y Jerónimo de los Ríos, o la persona que el dicho vuestro poder oviere, podáis vender el dicho libro.
E mandamos que persona alguna, sin vuestra licencia, durante el dicho tiempo de los dichos seis años no lo pueda imprimir ni vender, so pena de perder todos los libros que hubieren impreso, y más, de veinte mil maravedís para la nuestra Cámara. Y mandamos que, después de impreso, no se pueda vender ni venda sin que primero se traiga al nuestro Consejo juntamente con el original que en él fue visto, que va rubricado y firmado al fin de Juan de la Vega, nuestro escribano de Cámara de los que en el nuestro Consejo residen, para que se vea si la dicha impresión está conforme al original y se tase el precio a que se hubiere de vender cada volumen, so pena de caer y incurrir en las penas contenidas en la dicha pragmática y leyes destos Reinos.
Y mandamos a los del nuestro Consejo, Presidente y Oidores de las nuestras Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de la nuestra Casa y Corte y Chancillerías, y a todos los Corregidores, Asistente, Gobernadores, Alcaldes mayores y ordinarios y otros Jueces y Justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros Reinos y Señoríos, y cada uno y cualquier de ellos, así a los que ágora son como los que serán de aquí adelante, que os guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced que ansí os hacemos; contra el tenor y forma della no vayan ni pasen, ni consientan ir ni pasar por alguna manera, so pena de la nuestra merced y de veinte mil maravedís para la nuestra Cámara.
Dada en el Escorial, a veinte días del mes de marzo de mil y quinientos y sesenta y nueve años.
Yo el Rey
Por mandado de Su Majestad,
Antonio de Eraso
YO Juan de la Vega, Secretario de Cámara del Consejo Real de Su Majestad, doy fee que habiéndose visto por los señores del dicho Consejo un libro que en él se presentó por parte de Luis de Torquemada y Jerónimo de los Ríos, hijos de Antonio de Torquemada, difunto, vecino de la villa de Benavente, intitulado Jardín de flores curiosas, le tasaron y moderaron para que se venda cada uno de los dichos libros, en papel, en dos reales y medio, con tanto que no se puedan vender ni vendan sin que primero se ponga esta tasa y las erratas que están impresas en la primera hoja del dicho libro. Y por que ansí conste, de pedimiento del dicho Luis de Torquemada y Jerónimo de los Ríos, por mandado de los dichos señores del Consejo di esta fee, que es fecha en Madrid, a siete días de julio de mil y quinientos y setenta años.
Juan de la Vega
El astorgano Antonio de Torquemada, educado en el Humanismo en la Universidad de Salamanca y con pasado aventurero en Italia, lector de misceláneas medievales combina en su Jardín de flores la actualidad de los viajes a América y el pasado.
La conquista del Nuevo Mundo provoca una autentica liberación de la imaginación. En España, la expansión de las expectativas de lo real que causan los recientes encuentros geográficos coincide con una revalorización en la cultura de la temprana modernidad de una serie de mitos y tópicos relacionados con lo maravilloso, provenientes del mundo antiguo y medieval.
Jardín de flores curiosas, trata algunas materias de humanidad, filosofía, teología y geografía, con otras cosas curiosas y apacibles, es una miscelánea de hechos reales, ficticios, mitos y supersticiones extraídos de diversos autores como Aristóteles, Alberto Magno, las crónicas o los libros de caballería.
Cervantes ridiculizo este libro, pero copio los cuentos de Islandia y Frisia en su obra Persiles y Segismunda. Interesante son también sus siete diálogos lucianescos: Los coloquios satíricos, con un coloquio pastoril que ofrece bases tempranas para el desarrollo de la novela de esa materia, la obra en 1553 se dedicó a Antonio Alfonso de Pimentel conde de Benavente, para quien trabajaba como secretario. Estos diálogos tratan sobre la gula, el excesivo adorno de la persona, los malos doctores y los peores boticarios, mezclados en ocasiones con cuentos, como en el Patroñuelo de Timoneda, o en el Coloquio de los perros de Cervantes.
De un autor censurado en el Quijote: Antonio de Torquemada.
“Bendito mes...
... que empieza por Todos los Santos y acaba por San Andrés”. Es necesario que en esta sociedad en la que volveremos a ver cómo se banaliza la muerte y se mezcla con calabazas vacías y fiestas de disfraces tengamos claro lo que celebramos en torno al inicio del mes de noviembre. El día 1 es la solemnidad de Todos los Santos, y el día 2 la conmemoración de los Fieles Difuntos, con la visita a los cementerios, y por costumbre la víspera también.
Hasta que no aprendamos a convivir con ese vacío que nos ha dejado el dolor de la muerte
no aceptaremos su pérdida, los tiempos cambian pero la esencia de las costumbres perdura,
así pues siempre será posible rendirles un pequeño homenaje en el día de los Fieles Difuntos.
I - XI - MMXIII
El Día de Todos los Santos más austero.