“La India es puntera en tecnología, pero aún tiene grandes bolsas de pobreza”
Aligonda, en el Estado de Orissa
Miercoles, 5 de Octubre de 2011
somos.vicencianos.org
«El misionero sufre el hecho de no ser ni de aquí, ni de allá; en ningún lugar te sientes como en casa»
San Esteban del Molar, (Zamora) 1933. Con 45 años a sus espaldas como misionera en la zona de Orissa, una región de La India, sor Enedina tiene pensado continuar con su labor humanitaria el resto de su vida. Cursó en Zamora la carrera de Magisterio y más tarde estudió Medicina en Madrid, profesión a la que se ha dedicado en el país asiático para ayudar a los más desfavorecidos. Cuando cumplió la treintena decidió marcharse a La India, y estuvo destinada los primeros años en una escuela de enfermeras, enseñando el oficio a las nativas y religiosas, para luego ponerse al frente de la institución que las Hijas de la Caridad instauraron en esa zona.
Comprometida con la pobreza y las necesidades de los más débiles, la misionera zamorana sor Enedina ha dedicado su vida a llevar la medicina a una de las zonas más desfavorecidas de La India. En un viaje relámpago a la capital para visitar a sus familiares, quiso tener ayer un encuentro con antiguas alumnas del colegio Medalla Milagrosa para hacerlas partícipes de la vida en las misiones.
-La India es en la actualidad un país con una economía emergente. ¿Se aprecia a nivel social esa preponderancia?
-La India es un país que está a la cabeza en tecnología, pero hay grandes bolsas de pobreza que todavía permanecen. Hay progreso, porque cada vez hay más alfabetización, pero por ejemplo, hace poco las guerrillas nos quemaron las torres de telefonía móvil y ahora no podemos usar los teléfonos ni Internet.
-¿Por qué decide coger las maletas y marcharse tan lejos?
-Las Hijas de la Caridad estamos consagradas a los pobres y en estos lugares es donde más se necesita nuestra ayuda. Aquí hay montones de médicos, pero en La India son muy necesarios para atajar las epidemias.
-¿En un país de mayoría hinduista, es la religión un impedimento para que personas como usted puedan desarrollar su trabajo sin problemas?
-Esta es una zona en la que la mayoría son cristianos, aunque también hay aborígenes de tribus y aunque no son cristianos son muy familiares con nosotros y no tenemos ningún problema con ellos. Los fanáticos a veces quieren hacernos daño, pero cada vez se acercan más. Quise que las hermanas aprendieran la lengua aborigen, pero no encontramos ni una persona que supiera leer y escribir. Ahora hay más alfabetización, progreso sí hay.
-Las desigualdades sociales también incluyen la discriminación de género?
-Sí, y contra eso he intentando luchar desde que llegué. Al comienzo de mi estancia en Orissa había escasamente cinco niñas en la escuela, y eran las hijas de los maestros, lo demás eran todo niños. Ahora hay mucha más igualdad y con dificultad, pero se está consiguiendo que se valore igual a los hombres que a las mujeres. A mí me gusta ayudar mucho dando trabajo y no tanto con dinero, aunque si están enfermos hay que darles todo lo que necesiten. Lo que pasaba es que se pagaba a los hombres más que a las mujeres, haciendo lo mismo, los mismos trabajos pesados. Pero yo siempre he pagado a todos igual, y ahora en esa zona se va consiguiendo la igualdad entre ambos sexos.
-¿Cómo vivieron las revueltas internas de los años 2008 y 2009?
-Con muchísimo miedo. Estamos justo en el borde de la región, a pocos kilómetros del distrito más conflictivo y fue una experiencia horrible, aunque por suerte no nos pasó nada a ninguno.
-Después de tanto tiempo lejos de sus orígenes, ¿de dónde se siente?
-Esa es una dificultad y un sacrificio que hacemos todos los misioneros, porque estamos a caballo entre dos mundos. Vienes aquí y no eres española, y allí no eres pura hindú, en ningún sitio te sientes como en casa. Yo me mezclo con las mujeres de allí y trabajamos juntas, pero te consideran como superior. A mí me gustaría ser igual y quitar ese punto de su forma de pensar, pero es muy complicado. Al principio nos pusieron silla y reclinatorio en la parroquia y nosotros habíamos decidido quitarlos y los retiramos, pero nos lo volvían a poner, porque nos querían ver un poco más que ellos. Además les gustaba vernos guapas y nos decían que teníamos vestidos más bonitos, que nos los pusiéramos.
-¿Piensa volver a Zamora para quedarse?
-Si vengo será unos días para decir adiós a mi gente, nada más. La vida ayudando a los demás es muy satisfactoria.
Autor: Judit Calvo. • Año de publicación original: 2011 • Fuente: Correo La Opinión de Zamora • Publicado el 5 de octubre de 2011 por Javier F. Chento, en Hijas de la Caridad, Testigos.
Familia Vicenciana - Vida Consagrada - Hijas de la Caridad
Hijas de la Caridad.
Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl o también llamadas Hermanas es una congregación católica femenina fundada el 29 de noviembre de 1633 y dedicada al servicio corporal y espiritual de los pobres enfermos. La congregación fue fundada por San Vicente de Paúl, con el nombre de Hijas de la Caridad, sirvientes de los enfermos pobres, y posteriormente se le agregó el nombre de su fundador para distinguir esta congregación de las distintas comunidades de caridad que, animadas de un espíritu similar, se desarrollaron posteriormente por toda Francia. El origen de la congregación surge de la necesidad de organización de la ayuda a los pobres de su parroquia para lo que creó un confraternidad que creció tanto que pronto se extendió desde las áreas rurales hasta París, donde las damas de la nobleza procuraban cuidados a los pobres a través de sus sirvientas, lo que hacía que las labores de caridad se realizaran con indiferencia y desgana.
San Vicente de Paúl envió un grupo de mujeres a Paris que, bajo la dirección de las Damas de la Caridad de París, se dedicó al cuidado de los pobres. Estas mujeres crearon el núcleo de la comunidad que hoy en día se extiende por todo el mundo. El 29 de noviembre de 1633, Luisa de Marillac comenzó la formación sistemática de la mujeres en el cuidado de los enfermos, lo que se considera como la auténtica fundación de la comunidad.
Diario de una misión
Martes, 27 de Septiembre de 2011
Diario de una Misión » Fuente: COPE
En la misión me encontré con el sistema de castas hindú.
La Hermana Enedina Costilla Barrero, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl y misionera en La India, nos cuenta la realidad social, demográfica y cultural de la zona en la que ha trabajado.
Estuve al Noreste de la India, en una zona de 10 pueblecitos a los que se accede por un camino de cabras. Estábamos a 92 kilómetros de la capital de esa zona Noreste. Dos tipos de personas se encuentran en esa parte. Por un lado los aborígenes, al principio indiferentes, pero que ahora poco a poco, se van interesando. Son labradores pobres. Cuando llegamos no había nadie de carrera, ni de formación entre ellos. Por otro lado, los pertenecientes a una clase marginal, dentro del sistema de castas hindú. Éstos abrazaban la fe pronto.
La caridad no tiene horario.
Jueves, 29 de septiembre de 2011
Diario de una Misión » Fuente: COPE
Enedina Costilla, Hija de la Caridad y misionera en La India, nos cuenta un día cualquiera en el hospital que atiende.
Nos levantamos a las 5 de la mañana. Tenemos la oración, la Misa y, por turnos, vamos al hospital a atender las emergencias de los niños. El resto de la mañana transcurre con servicios diversos. Yo como soy médica, ejerzo con otras religiosas que son enfermeras. Los chicos que trabajan contra la malaria y otras enfermedades, vienen al cursillo. Tras el compromiso de vida comunitaria, retomamos la visita al hospital hasta las 6:30 de la tarde, en que tenemos oración, cena y convivencia fraterna. También de noche, dormimos por turnos en el hospital y en el centro de niñas. La caridad no tiene horario, como dice San Vicente, nuestro fundador: "Dejar a Dios para atender a Dios".
La Hermana, nos cuenta un día cualquiera en La India.
Me ha impactado la fortaleza de los cristianos.
Viernes, 30 de Septiembre de 2011
Diario de una Misión » Fuente: COPE
Enedina Costilla, Hija de la Caridad en La India, cuenta en la madrugada de este último día de septiembre las experiencias que más le han impactado, a lo largo de los años de su labor misionera.
Pienso que 45 años al servicio de los pobres día a día marca mucho. El ver que los hermanos te aceptan a pesar de tu cultura diferente, es una verdadera alegría. He dado todo lo que tenía, pero también he recibido mucho. El haber sido instrumento es un don de Dios. Para las Hermanas que todas las niñas tengan acceso a la educación es una satisfacción. También me ha impactado la fortaleza de nuestros cristianos durante la persecución que padecieron en el distrito cercano al nuestro. Ellos respondían con testimonios verdaderos de fe, llegando a dar la vida.
La Hermana, nos cuenta algunas experiencias vividas en tierra de misión.
El Evangelio tiene sitio en todas las culturas.
Sábado, 1 de Octubre de 2011
Diario de una Misión» Fuente: COPE
La Hermana Enedina Costilla, Hija de la Caridad y misionera en La India, nos cuenta los retos para llevar a Cristo a una cultura totalmente diferente a la nuestra.
Es difícil siempre llevar el Evangelio a otras culturas. Aquí lo experimentáis en esta modernidad, mientras que allí nos tenemos que adaptar a su cultura. Se trata de apreciar sus valores y enriquecerlos con la realidad del Evangelio, que tiene sitio en toda cultura. Tal vez no haya bastantes conversiones, pero todos los valores evangélicos los vivimos para inculcárselos poco a poco, siendo testigos.
Les queremos y nos quieren.
Domingo, 2 de Octubre de 2011
Diario de una Misión » Fuente: COPE
La Hermana Enedina Costilla, Hija de la Caridad y misionera en La India, nos cuenta por qué un misionero se siente atraído por la realidad del país donde ejerce su labor evangelizadora.
Nos sentimos queridas por ellos y nos quieren. Lo que más nos hace sufrir es ver el despilfarro en este mundo. Unos necesitan comer y otros no quieren probar alimento. Los que están en nuestro ámbito comen. Tratamos de extender nuestro influjo a otras zonas, aunque no somos muchas. Hay más vocaciones que aquí, pero hay que formarlas más.
La Hermana, nos cuenta el atractivo que supone para un misionero trabajar en otras tierras lejos de su hogar.
El Gran Olvidado del siglo XX
A pesar de su arquitectura, diseño e importancia industrial, la Junta de Castilla y León inmersa en la documentación del patrimonio industrial no está integrando estos edificios, de momento, en el catalogo industrial de las provincias ya realizadas. Nos referimos a los silos para almacenamiento de cereal construidos entre los años 1940 y 1984 y que aparte de tener una importancia económica capital también supuso un importante episodio arquitectónico. Motivo por el que César Azcarate las denominó “Catedrales Olvidadas”.
Habla de «catedrales», debido a que "las similitudes formales en planta y sección de los silos con la tipología basilical van aún más allá si la carga emotiva del observador es capaz de contemplar con sensibilidad; similares dosis de potencia y belleza en edificios funcionalmente tan dispares.
Los silos de la Red Nacional son las catedrales olvidadas que, construidas bajo un mismo soporte intelectual y técnico por unos pocos ingenieros agrónomos, constituyen, uno de los más importantes episodios de construcción pública en España, y que ha sido olvidado por la historiografía de la arquitectura española del siglo XX".
«Despojar a los pueblos de su memoria, destruye su cultura e historia, la herencia de los vencidos les da otra cultura, escrita por los vencedores les inventa otra historia, así el pueblo comienza a olvidar lentamente lo que es y lo que era».
Nos hallamos ante una comarca eminentemente rural. La mayoría de la sociedad estaba formada por pequeños propietarios y arrendatarios, un campesino empobrecido que a menudo tenía que combinar el trabajo en sus explotaciones, con el de jornalero en épocas de mayor demanda. Atareado en un monocultivo de secano se dispara en una sola dirección, la procura de que el trigo y la cebada rindan lo necesario para una vida sosegada y cerrada a las ambiciones. Los pueblos carecen de pavimentos, de tendidos eléctricos eficaces, de alcantarillados y aguas abundantes, faltaban escuelas primarias o carecían de edificio propio, ni el Estado podía subvencionarlas, ni el municipio pagarlas, ni los hijos de campesinos y jornaleros atenderlas. Los pueblos son duros e ingratos, tristes decrépitos perfectamente inhabitables.
En San Esteban viven algunos cientos de habitantes alrededor de un entorno urbanizado con una iglesia central, mitad fortaleza, mitad monumento, unas calles alargadas que dan la impresión de importancia que nunca tuvo, la falta de pavimentación las hacía polvorientas en verano y embarradas en invierno, carecían de toda iluminación nocturna y en los interiores de aquellas casas apenas llegaba para pagar la luz de bujías de aceite o velas. Míseras casuchas de adobe o tapial en los quicios de unas ventanas con vidrios rotos, resaltando aun más la pobreza. Una planta destinada a vivienda cuya parte superior servía de granero, en el bajo se situaban las cuadras, una tapia rudimentaria rodeaba la casa, encerrando un corral donde se localizan los servicios sanitarios y se alimentan algunas gallinas o el cerdo del año. El deprimente color de las fachadas se alegraba con unos interiores más limpios y claros, austeros y sin adornos, en la pobreza que hace suponer. El menaje viejo y vasijas de barro. Las ropas se guardan en pesados arcones, no se ven adornos ni muebles, algunas imágenes de santos o un brasero constituían el lujo existente. Bajo un clima duro relativamente sano, la sequedad del ambiente y la abundancia de sol frenaba la propagación de infecciones. Sin embargo, no fue siempre una comarca aplastada por la melancolía. Las iglesias que se alzan en los pueblos, los retablos, las tallas y pinturas, las piezas de orfebrería, bordado y pasamanería, testimonios que reflejan un pasado glorioso dignifican a un pueblo minado por el infortunio, antes del brutal saqueo perpetrado en el tesoro artístico debía ser fascinante. Todavía y a pesar de la expoliación de la posguerra y la rapiña, nuestra comarca presenta tal cantidad de obras que nos deja sorprendidos.
Con un sistema de cultivo denominado de «año y vez», alternándose anualmente la siembra y el barbecho, peculiaridad económica que hunde sus raíces en el siglo XVIII cuando, mermaron el cultivo del viñedo en beneficio de otras comarcas ribereñas del Duero. Con la reordenación de los mercados agrarios, en el siglo XIX, Tierra de Campos, se convirtió en uno de los principales puntos productores de trigo en España. Este hecho se acentuó a lo largo de las primeras décadas del siglo XX cuando, la extensión de la plaga filoxérica, redujo la mermada producción vitícola a pequeños majuelos dedicados al autoconsumo familiar.
Además del cultivo del trigo y del viñedo, se dejaban algunas tierras para sembrar cebada, con el objeto de proveerse de pienso para el ganado, y alguna leguminosa, como garbanzos, lentejas o titos, también dedicados al autoconsumo. La vida laboral giraba en torno al ciclo vegetativo del trigo. El año quedaba dividido en cuatro épocas atendiendo a las labores que se ejecutaban en las tierras de «pan llevar». La sementera se realizaba durante el mes de octubre y primera mitad de noviembre, mediante el sistema «a voleo». Tras la siembra se abría un largo período de paro estacional en el que los fríos y heladas del invierno hacían difícil cualquier labor en el campo. En febrero, se realizaba la barbechera, comenzaba la arada, entrada ya la primavera, «a escardar la tierra blanda», se limpiaban los cultivos de malas hierbas, se hacía a mano por cuadrillas, o «aricar», si se utilizaba un arado. También se realizan los cuidados de las viñas, la poda y recogida de sarmientos en manojos. En junio se comenzaba a preparar la recolección, primero las leguminosas, y seguidamente los cereales, la recolección daba comienzo con la contratación de los «agosteros» entre San Juan y San Pedro. Hacer el verano, segar, acarrear, trillar y limpiar o «beldar»; por lo general hasta finales de agosto o mediados de septiembre. Foco de inmigración, esta era la época del año donde hacía falta más jornaleros. Finalizada la recolección y hasta la nueva barbechera vendimian los menguados majuelos que todavía habían quedado.
La vida era miserable y sórdida, más pobre y trabajosa que exigente, durante la sementera y recolección se trabaja duro, en el resto de año la agricultura de secano permitía pocas alternativas. Durante el invierno sobreviven con una dieta «almuerzo, cuando le dan; comida, cebolla y pan; ya a la noche, si no hay olla, vuelta al pan con cebolla», matan la tarde al sol, entre el juego y la taberna. En aquella pobreza se consideran propietarios aunque nada mas tuvieran media mula, gentes sufridas y respetuosas, escépticas, vivían la filosofía del refranero, que llamaban "evangelios pequeños", desconfiaban de una administración que no entendían y que solo reconocían a la hora de cobrarles impuestos. Abandonados, el correo funcionaba mal, la red telegráfica limitada, la carreteras nacionales no estaban bien pavimentadas; las provinciales y comarcales, faltaban o eran intransitables; los caminos vecinales, prácticamente no existían. El medio de comunicación era un servicio de diligencias, que muy pocos se podían permitir.
En ganadería, destacan dos especies, la mular o asnal, y la ovina. El ganado mular, según la capacidad económica de cada familia, se utilizaba como fuerza de tracción para labores agrícolas. La utilización de este tipo de ganado, había desplazado al boyal, debido a la escasez de zonas de pasto lo cual obligaba a utilizar un ganado que se mantenía con poca cantidad de alimento; la cantidad de pequeñas tierras y excesiva parcelación hacía necesario animales de tiro ágiles y rápidos. El ganado ovino, era el ganado en renta absolutamente mayoritario de la comarca, en Tierra de Campos radica la práctica totalidad de la cabaña lanar española. La raza era una mezcla de churra y manchega, con objeto de mejorar la producción de carne. La explotación ovina se basó en un pastoreo de rebaños compuestos de cien a doscientas cabezas, que consumen pastos secos por rastrojeras y paramizales. En inviernos duros, estos rebaños son alimentados en establos. Además de la mula y la oveja, dedicados al autoabastecimiento, el cerdo era parte de la dieta campesina, siempre y cuando la economía familiar pudiera permitirse cebarlo. Junto al cerdo se criaban gallinas y conejos, económicamente más accesibles, alimentados a base de salvados y sobras domésticas. Otra característica terracampina, fue la cría de palomas, en aquellos palomares que circundan nuestros pueblos, aprovechándose tanto la carne de los pichones como la palomina en pequeños huertos. El menguado ganado vacuno se nutre con alfalfa.
Este panorama, un tanto bíblico, es el que se deseaba modificar con las obras del Plan Tierra de Campos. Que nadie espere de la conversión de Tierra de Campos en un emporio de riqueza y esplendor. Planes de Desarrollo que salvo en los viejos y nuevos regadíos, no ofrece perspectivas de bienestar y para incorporar la vida labriega a un mediano nivel hay que empezar del cero absoluto.
El labriego castellano es conservador y tradicionalista. Forjado en la sobriedad teme enfrentarse con situaciones desconocidas y reniega de la aventura. Durante siglos, la política de Tierra de Campos giró en torno al cereal, tratando de conseguir para él el mayor precio posible. El sistema, todavía no caducado, consistió en un pacto subterráneo entre el grande y mediano agricultor, basado en un solapado proteccionismo oficioso, nunca muy holgado y el crédito que ofrecían Bancos y Cajas de diversa condición, mientras se mantenían bajos los jornales. Fue un magnífico triunfo de la burguesía, apoyado en la interpretación caprichosa de las viejas encíclicas. Hubo partidos políticos libérales, los agrarios del parlamento republicano, que peroraban con abundancia de carraspeos, que defendieron con una dialéctica ajada unos principios que no tenían otro objeto que ir tirando. Si las tasas trigueras eran aumentadas en un pequeño porcentaje, los otros productos, sobre todo los manufacturados, escalaban considerables alturas y era preciso comenzar de nuevo una lucha por la subida del precio del trigo que ha sido siempre el caballo de batalla. Por otra parte, los contratos de arrendamiento producían terribles descalabros familiares si las cosechas eran menguadas. La compra masiva de cereal por el Estado, justo premio a una comunidad que defendió con las armas al bando vencedor de la guerra civil, garantizó una pasajera comodidad. La venta segura del trigo a precios remuneradores constituyó un alivio, pero suscitó un clima de conformismo, que resulta el tenaz enemigo de cualquier proyecto que tienda a modificar las arcaicas estructuras agronómicas.
Resulta indiscutible la conveniencia de que un país disponga de una red de almacenamiento para cereales capaz de regular la oferta, estabilizar los precios y asegurar el normal abastecimiento. La necesidad de una red de almacenamiento en los años treinta era una idea socialmente compartida. El descenso de los precios en los momentos de recolección que afectaban fundamentalmente a los pequeños productores los situaba en una situación desesperada por la necesidad de vender para hacer frente a sus deudas y gastos. En los años cincuenta comenzó la construcción de la red ante el aumento de las ventas de la producción de cereales al SNT. En los años sesenta sirvió para sostener los precios y en los setenta, con el inicio de los excedentes, sirvió de apoyo, hasta límites exagerados, a los productores trigueros, perjudicando a los consumidores al tiempo que impidió una adecuada reordenación del cultivo.
La red benefició fundamentalmente a los grandes propietarios y se financió a cuenta de los consumidores, cuando debió hacerlo de los productores. Además se inició su construcción en los años cincuenta, cuando estaba finalizando la etapa aislacionista de la economía española y se firmaba la adhesión al Convenio Internacional del Trigo y el acuerdo con Estados Unidos. La etapa de máxima construcción 1966-1970, coincidía con el incremento de los excedentes que no se podían vender en el mercado internacional, lo que implicaba una grave contradicción.
Entre 1945 y 1984 se construyeron cientos de silos, que transformaron las prácticas comercializadoras de los agricultores cerealeros. La construcción de un sistema de almacenamiento se convirtió desde 1932 en uno de los aspectos centrales de las políticas agrarias y alimentarias. Incluso el falangismo consideró desde 1936 que la constitución de una red de silos y almacenes era de vital importancia para la resolución del problema triguero.
La creación en 1937 del Servicio Nacional del Trigo, afrontó como problema prioritario la fuerte carestía de pan existente tras la guerra. Precisamente, la fijación de unos precios bajos de tasa para el trigo, apuntaba más a la accesibilidad del consumo de pan para todos los estratos sociales. La propia persistencia en la medida del régimen pese a sus consecuencias tan negativas; reducción de la superficie cultivada, y surgimiento de un extenso mercado negro, parece avalar la prioridad otorgada al abastecimiento. La urgencia del abastecimiento alimentario condenó a la orientación ganadera del cereal, mediante una preferencia inducida administrativamente hacia el trigo, dadas sus ventajas diferenciales respecto del cereal pienso -la cebada-. El escaso incentivo ofrecido a los productores en el mercado legal se combinó con una escasez de medios de producción, afectando negativamente a los rendimientos del cereal. El objetivo de la autosuficiencia distó por tanto de cumplirse, arrastrando en su camino otros propósitos de política económica, como paliar el negativo efecto que las importaciones de grano suponían para la balanza comercial española.
El Decreto-Ley de Ordenación triguera de 23 de agosto de 1937 constituyó la pieza clave de la intervención autárquica 1937-1951, al posibilitar el control casi total de todas las facetas de producción, comercialización y consumo de trigo. De esta manera el sector triguero quedó totalmente sometido a la regulación del Estado desde el cultivo hasta el consumo.
El giro liberalizador de 1951, también llegó a la política triguera de la mano de Cavestany ministro de agricultura; y Cavero Blecua delegado del SNT, los cuales iniciaron la restauración de los mecanismos de mercado y la aproximación de los precios de la tasas a los que habrían alcanzado en el mercado libre, un cambio de rumbo en una política triguera que, ante el fracaso del sistema anterior, se decidió a ofrecer precios remuneradores. El cambio mejoró la situación de los productores hasta mediados de los años sesenta, de modo que el objetivo protección de rentas se combinó con el del abastecimiento, al concentrar rápidamente la producción en el mercado legal, mientras el mercado negro quedaba reducido a la mínima expresión. Además, el mayor empleo de inputs inorgánicos contribuyó a elevar los rendimientos con aumentos de producción que se tradujeron incluso en excedentes de trigo a finales de los años cincuenta. En estas condiciones, las importaciones de trigo disminuyeron considerablemente; sin embargo, un par de cosechas deficitarias a principios de los años sesenta evidenciaron de nuevo la necesidad de fuertes complementos exteriores de trigo, retrasando la plena satisfacción del objetivo autoabastecimiento.
Desde 1952 el SNT pasó a financiarse con fondos del Banco de España, lo que aumentó de manera considerable sus posibilidades para la compra de cosechas, se emprendió definitivamente la construcción de la Red Nacional.
El nuevo escenario de los años cincuenta favoreció también una mayor expansión de la cebada que, no obstante, quedó todavía por debajo de las cifras prebélicas. Dicha dinámica expresa la contradicción que experimentó el régimen franquista, cuando su voluntad de impulsar el desarrollo ganadero chocó con la protección dispensada a cultivos como el trigo y que, motivó el fracaso del plan. Que la crisis ganadera no supusiera un desabastecimiento de alimentos de origen animal en la España de los años cincuenta se debió tan sólo a unos niveles de consumo cárnico todavía inferiores a los de preguerra. Sin embargo, en la medida en que la mejora en la capacidad adquisitiva y urbanización subsiguiente al éxodo rural, llevó a una nueva transición nutricional, al retroceso en el consumo de pan, y al crecimiento espectacular en la demanda de productos animales.
En 1960, la combinación de excedentes de trigo con una demanda creciente de productos ganaderos llevó a una mayor complementariedad de la agricultura con el desarrollo de la ganadería acorde con la nueva dirección del consumo alimentario. Sin embargo, la visión de un «ganado, que va a invadir la superficie cultivada» no sólo era difícilmente realizable desde la perspectiva de la protección de rentas, millón y medio de familias aún vivían directamente del trigo, sino también desde la del propio abastecimiento de pan. Ante el exceso de producción de cereal, el precio a pagar para lograr la autosuficiencia excedentes puntuales como los de la campaña 1958-59 no implicaban una reestructuración inmediata, mientras la sobreproducción no se advirtiese como un problema estructural. Y aunque el descenso en el consumo de pan era una evidencia a principios de los años sesenta, el mayor crecimiento demográfico compensaba el resultado, convirtiendo dos malas cosechas en cuantiosas importaciones de trigo, como sucedió.
Puesto que el franquismo vinculaba positivamente alimentación y progreso económico, con el aumento en la demanda de productos ganaderos en la dieta, dicho objetivo resultaba irrenunciable. El problema residía en la estructura de precios, ya que, dadas las condiciones de la oferta ganadera española, los aumentos en la demanda de carne se traducían, en los años cincuenta en el incremento de los precios. A la altura de 1960 el consumo medio de carne en la creciente España urbana seguía siendo de rumiantes en una proporción superior al 80%, de modo que los incrementos en niveles de renta y urbanización pronto revelarían las dificultades del modelo para sostener un consumo de masas. Por un lado, la insuficiente dotación de pastos en gran parte del país dificultaba un desarrollo a gran escala de la ganadería extensiva, sin que la situación del trigo permitiese mejorar mucho la disponibilidad de tierras. Por otro, la prioridad otorgada al cereal alimento sobre el pienso limitaba el desarrollo de opciones semi-intensivas, si no era importando los granos, importaciones, por lo demás, controladas por la administración. Los productores compensaron el inevitable retraso de la oferta ganadera con un aumento en el sacrificio de animales jóvenes, lo que no impidió fuertes aumentos en precios del vacuno, resueltos finalmente en 1965 mediante importaciones que, desincentivaban a los ganaderos nacionales a expandir aún más su producción. En esta tesitura, la mejor alternativa para ofrecer a una población urbana en expansión carnes a precios asequibles pasaba por importar un modelo ganadero intensivo, no competitivo en suelo con el cereal y con gran capacidad de producir carne a bajo coste. La instalación de multinacionales del pienso facilitó la base genética necesaria para desarrollar nuevas especies, pollos y cerdos blancos, con un factor de conversión pienso/carne bastante superior al de las cabañas autóctonas. Empleando piensos como el maíz o la soja, de difícil obtención en el interior, este modelo no replanteaba el uso dado al cereal, a excepción de la cebada, muy presente en el cebo del porcino, y capaz de estimular una amplia sustitución con el trigo. Pero desde la óptica de un autoabastecimiento de primera necesidad no resuelto, dicha opción no parecía muy factible antes de 1965. Además, siendo uno de los objetivos de la autosuficiencia triguera descargar de importaciones de grano a la balanza comercial, la alternativa de cultivar cebada e importar trigo quedaba descartada. Sólo a partir de 1964 los requerimientos de cebada comenzaron a ser verdaderamente significativos, haciéndose precisas cuantiosas importaciones para completar la producción interna.
A partir de 1962 la intervención del Estado en el subsector cerealista entró en una nueva etapa más racional y coherente al formar parte de un proyecto global de ordenación del sector agrario. En 1968 el SNT se transformaba en el Servicio Nacional de Cereales SNC, pero este cambio apenas modificó las funciones y la estructura del anterior organismo. Mayor transcendencia tuvo la creación en 1968 del Fondo para la Ordenación de las Producciones y los Precios Agrarios, el FORPPA, que tenía como objetivo dar coherencia y unidad a la política de ordenación de los mercados agrarios. La promulgación de la Ley 26/1968, que establecía el régimen general para los productos sometidos a regulación de campaña, tendría que haber terminado con el monopolio triguero, pero este producto conservó su estatus privilegiado.
En la década de 1970 finalizado el problema triguero en su vertiente autoabastecimiento, las políticas cerealistas trataron de adecuar la producción a la nueva situación del consumo. Se impulsó la necesidad de sustitución de trigo por cebada, ante fuertes excedentes de trigo sin salida en el mercado, la cuestión era cómo gestionar los excesos continuados en la producción de trigo, ofreciendo una alternativa rentable a miles de explotaciones.
El modelo ganadero intensivo permitió proporcionar carne asequible para toda la población, a cambio de una fuerte dependencia exterior empresarial, genética y alimentaria, se recurrió a las importaciones de maíz y soja con la intención de aumentar la producción ganadera. La cebada aprovechó la oportunidad que brindaba el desarrollo ganadero, mostró una viabilidad natural y económica que el mercado se encargó de refrendar, manteniendo a la cebada como el primer cereal. El maíz no corrió igual suerte, era preciso disponer de tierras regadas para desarrollarlo, las multinacionales del pienso, que controlaban los sectores ganaderos industriales hallaban más beneficioso la importación de la materia prima.
La amplia sustitución de trigo por cebada, permitió una mayor pervivencia de las explotaciones, la contribución fue buscar una verdadera integración agrícola-ganadera reclamada desde los años veinte. La reconversión agraria que se tradujo en el cambio de orientación del cereal entre finales de los años sesenta y primeros setenta varió la relación tradicional de entre ganadería y agricultura, poniendo la segunda al servicio del crecimiento de la primera. El desarrollo económico del país se encargó de poner en su justo lugar a cada sector, exigiendo de la administración franquista una serie de cambios profundos en su política agraria, condicionados por las decisiones tomadas anteriormente.
En 1971, en un ambiente de cambio, el SNC fue remodelado y pasó a denominarse Servicio Nacional de Productos Agrarios SENPA, encargándosele además la misión de ampliar, mantener y explotar la Red Nacional de Silos y Graneros y de colaborar con el FORPPA. A pesar de estos cambios el monopolio estatal triguero siguió vigente, y no será hasta la Ley 26, de 20 de junio de 1984 cuando se establezca una auténtica libertad en el mercado triguero, situación relacionada con las negociaciones para el ingreso en la Comunidad Europea.
En un sector fuertemente intervenido como el del cereal, una reorientación tan rápida e intensa como la ocurrida hubiese sido impensable sin mediar un cambio en la política agraria. La construcción de la Red, va a posibilitar la compra de toda la cosecha de trigo; conservarla para garantizar el consumo; permitir la recepción de los trigos de importación y la eventual exportación de excedentes, lograr la adecuada manipulación, selección y tratamiento de los granos. Se establecen unidades especiales como los centros de selección de semillas y los centros de secado.
Desde 1940 hasta la campaña 1950-51, la caída de la producción y porque los agricultores trataron de evitar al SNT como intermediario, desvían la producción al mercado negro, se reduce las necesidades de almacenamiento y por tanto, la presión para construir la red. En 1946 se promulgó el decreto del Ministerio de Agricultura de 12 de julio, para la creación de la Red Nacional de Silos y Graneros. La construcción se financiaría con los beneficios comerciales del SNT y con fondos propios de este organismo. En 1951 y hasta finales de esa década, se incremento la comercialización del SNT y desaparece el mercado negro, ante la necesidad de almacenamiento, se impulso la construcción de silos. Desde 1960 hasta el final del monopolio triguero en 1984, la necesidad de almacenamiento experimentó un continuo crecimiento, se produjo la «fiebre constructora», especialmente entre 1966 y 1970, cuando se levantaron 280 unidades verticales.
En la década de 1970 el SENPA elaboró nuevos planteamientos teóricos para la política de almacenamientos que difería de las posiciones anteriores, pero finalmente se impuso el mantenimiento del modelo e incluso su ampliación. Desde 1974 a 1984, la red vivió una fase contradictoria, se inició la construcción de macrosilos, al tiempo que se cerraban algunas unidades desfasadas. La red concluía su expansión en los inicios de la década de 1980 en el momento en que se estaban cerrando las negociaciones con la CEE, que planteaba su desmantelamiento.
Los gastos de ejecución fueron soportados íntegramente por el organismo triguero a cuenta de sus beneficios comerciales «canon comercial». El ritmo y volumen de construcción estuvo condicionado por los beneficios. El canon era pagado por los fabricantes de harinas al SNT en el momento de adquirir el grano, éstos lo hacían repercutir en el precio de la harina y, a su vez, las industrias panaderas lo trasladaron al precio del pan. De esta forma, el recargo se trasladaba hasta los consumidores. Con el fin de agilizar el proceso comercial, se fue utilizando un sistema de compra-venta, que consistía en la posibilidad de que el agricultor pudiera entregar directamente el trigo al fabricante harinero, sin pasar por el silo, la operación se realizaba a través del Senpa, cobrando a los harineros y pagando a los agricultores, existía un entendimiento entre agricultor y harinero, un 20% del trigo comercializado no iba por canales legales, era el conocido trigo de "bandeo". Las inversiones llegaron a suponer en algunos años casi el 10% de las inversiones totales destinadas al sector agrario. Los problemas estructurales de la red construida, ampliación, conservación, modernización y mejora, no se había planificado, para afrontar el problema se aprobó un modelo de financiación basado en los propios presupuestos del SENPA y, en última instancia, de los presupuestos generales del Estado, por tanto desligado del precio del pan.
A pesar de estos cambios, todavía en 1978 pervivían muchos planteamientos cuasi autárquicos en la configuración de la red. Entre 1975 y 1984 la red continuó con su expansión, manteniéndose los intereses de los cultivadores cerealistas por encima de toda lógica y racionalidad sobre los de los consumidores. El lobby triguero resistía a los cambios y a las nuevas orientaciones políticas. En vísperas de la liquidación de la red en 1984, ésta alcanzaba su máxima expansión. El incremento de la producción de cereales coincidía con una caída del consumo del pan, lo que produjo unos constantes excedentes de trigo. En 1968 se alcanzó la primera situación de colapso al representar los stocks el equivalente al 90% del consumo y con ellos se superaba la capacidad de almacenamiento de la red.
La liquidación y desmantelamiento de la red a partir de la promulgación de la ley de 29 de mayo de 1984, terminaba con el régimen de monopolio estatal triguero e instauraba la libertad de comercio para productores e intermediarios. Esta norma derogaba el viejo y autárquico Decreto-ley de Ordenación triguera de 1937 que había tenido una larga vida, condicionando la política de producción y consumo de cereales. En la primera campaña «liberalizada» 1984-85 se comercializó sin problemas el 90% de la cosecha por operadores privados y el SENPA canalizó el 10% restante, con lo que se demostraba la capacidad de almacenamiento y financiera del sector privado.
En esta situación se abría una etapa de incertidumbre para la red. El SENPA conservó las unidades más importantes, que pasaron a conformar la «Red Básica», mientras para el resto se buscó una nueva utilidad para los agricultores hasta que se encontrara comprador. La nueva realidad se imponía, y en la campaña de 1988-89 los agricultores sólo utilizaron una capacidad de 0,12 millones de toneladas de los depósitos del SENPA de una cosecha total de 18 millones de toneladas -12 de cebada y 6 de trigo-. Las cooperativas y las organizaciones se mostraron dispuestas a utilizar los almacenes de la red siempre que el precio del arrendamiento contara con subvención pública, lo que mostraba su inadecuación. Las autoridades se encontraron ante el dilema de sostener los crecientes gastos de la red o proceder a su desmantelamiento. En 1995 se abrió otra posibilidad de gestión, al ser transferidas las unidades de la red a las comunidades autónomas por una «encomienda de gestión». En el año 2000 la red, uno de los proyectos más simbólicos del agrarismo franquista, se paralizaba definitivamente.
Arquitectura civil de otras épocas, edificios que son manifestaciones inactivas, abandonados, en estado de ruina, edificios atrapados en su trama, vestigios silenciosos de una época de bonanza, vasto patrimonio que carece de la suficiente atención y ello hace que se destruya, patrimonio arquitectónico de pleno derecho, además del valor constructivo, estético, suma un valor histórico social. Muestran el estilo de una época, en la que primaba su funcionabilidad, prueba viviente de nuestra historia vinculada al municipio, muestra viviente de la industrialización, valor iconográfico intrínseco que como tal debería ser valorado. Paisajes que requieren nuevos interiores, espacios imaginativos, usos sugerentes en su interior, que mantengan al menos, una arquitectura que ha marcado la imagen del territorio durante largos años. Su altura, aspecto, y sus colores claros establecen una referencia que compite con los grandes edificios religiosos. La imagen, desde la lejanía tiene un perfil en el que los silos del Servicio Nacional de Agricultura definen el perfil de nuestro paisaje. Los silos de la Red Nacional han sido no sólo uno de los más importantes episodios de construcción pública realizados desde el ámbito de la ingeniería, sino también un fascinante episodio arquitectónico que aun hoy en día no es considerado como Patrimonio. Los valores presentes en el patrimonio industrial son razón suficiente para que sean dignos merecedores de su inclusión en el patrimonio arquitectónico del siglo XX, con la denominación de Patrimonio Industrial Arquitectónico, de ser así, sería posible proteger, recuperar y mantener estas magnificas edificaciones para poder reutilizar y mantener testimonio vivo nuestra memoria del trabajo agrario.
delmolar@gmail.com
En 1966, la construcción de los silos de Villalpando, Tordehumos
y San Esteban del Molar han representado 12 millones de pesetas.
Memoria sobre la ejecución del Plan de Desarrollo Económico y Social, 1966.
El pariente pobre de la democracia.
«Para que llegue a conocimiento de nuestros lectores y como testimonio de aprecio, publicamos a continuación los servicios últimamente prestados por la Guardia Civil: 9º Tercio.- Provincia de Zamora.- Puesto de San Esteban del Molar.- Por los guardias primero y segundo Clemente Bernardo y José López García, fueron capturados el día 11 del actual Domingo Miranda, natural de Llanes (Oviedo) y Amaro de Otero, vecino de Celevalente, provincia de Orense, ambos autores de un robo de 308rs. Verificado en despoblado a Ángel Muñoz, rescatando 240 que fueron devueltos a su dueño y los reos entregados al juez de primera instancia de Villalpando.»
Clamor público - edición Madrid - Periódico del Partido Liberal.
El campo era más fuerte que el campesino a quien el pienso falta y resultaba vencido. La precariedad económica no es algo novedoso P. Carasa ya señaló que “en muchas ocasiones padecía más agobios sociales y necesidades económicas un pequeño propietario o un arrendatario castellano que un pobre de solemnidad". Entre tanta penumbra habían perdido la ilusión, #indignados por tanta miseria por "una fiscalidad justa", se registró un motín en 1870, importante en la época pues así lo recogen los periódicos más importantes de la nación. Gil Blas periódico satírico.
[...]En San esteban del Molar hubo hace tres días, el sabado 8 de octubre un motín por mor de las contribuciones.[...] Parece que los jefes del movimiento eran dos presbíteros; «ya me figuraba yo que andaría el diablo en ello.»[...] «Ayer hubo un pequeño alboroto en San Esteban del Molar, provincia de Zamora por negarse a pagar los impuestos. Parece de dos sacerdotes capitanearon el motín. El Gobernador, el Juez de Villalpando y fuerza de la Guardia Civil, salieron para aquel punto.»
Correspondencia de España, n. 4702, página 3. La Correspondencia de España.
Diario universal de noticias. Eco imparcial de la opinión y de la prensa Madrid.
La Época - Periódico Político y Literario.
Correspondencia de España, nº. 4705, página 2. La Correspondencia de España.
Diario universal de noticias. Eco imparcial de la opinión y de la prensa Madrid.
«El Gobernador de Zamora ha nombrado un delegado para que pase a San Esteban del Molar a examinar sus cuentas municipales, no presentadas hace algunos años.»
La Iberia.
Aunque eran propietarios también pasaban necesidades, los medianos y pequeños campesinos, el labrador «de buen pasar» tiene varias yuntas, varios criados y busca el apoyo de su labor en una cabaña lanar, con uno o varios pastores.
En el siglo XIX, era todavía un espectáculo ver subir, entre mayo y junio, por las cañadas, verdaderas caravanas de merina trashumante polvo, ruido de cencerros y broncos ladridos de mastines, que en octubre bajaran a Extremadura. Al frente el mayoral que se ocupaba de arrendar pastos, fijaba el salario de los pastores, disponía las marchas y descansos.
La estampa de los gallegos, sobre todo llegando en trenes o descalzos por estos caminos era clásica del verano castellano. Trabajan de sol a sol, con algún descanso para almuerzo y comida, su salario apenas alcanza para alquilar una vivienda miserable y en invierno no les permite más que una alimentación insuficiente, víctimas de la anemia y enfermedades infecciosas.
Durante la sementera y la recolección, los salarios solían duplicarse o triplicarse, respectivamente. La cuantía del jornal dependía del tipo de labor los mejores pagados eran los segadores, les seguían vareadores y trilladores, porteadores y recogedores.
Los trabajadores agrícolas dependían de la forma y duración del contrato, del tipo de trabajo, edad y sexo, si podía aportar o no animales o aperos y de la estación agrícola. El criado de labor, obrero agrícola con trabajo permanente, era quien se encontraba en una situación más favorable.. El criado de labor podía o no tener una tierra en usufructo que le otorgaba el dueño «senara» o una parcela «a la media» con el amo. Y el pastor o el vaquero podían solicitar apacentar sus propias reses «la excusa» con las del amo o, de no tenerlas traer las de sus parientes en aparcería. El criado a veces, invertirá sus primeros ahorros en obtener casa propia, pero en general una manutención decente, techo y asistencia médica corrían por cuenta del amo como parte del salario.
La situación de los jornaleros, trabajadores agrícolas eventuales era más precaria, condicionados por el paro estacional, procuran salvar el invierno con trabajos esporádicos. Podía percibir un salario en metálico o en especie; incluirse o no la manutención, podía además ser contratado con o si yunta, solo o junto con su mujer e hijos «apañiles» quienes se empleaban en labores menores del campo como escardar.
En la década de los sesenta, la introducción del préstamo hipotecario y el Monte de Piedad constituyen adelantos aunque no pudieron aliviar la desesperada situación y extremada pobreza del labriego castellano, incapaz de pagar gastos de titulación, la mitad de las fincas estaban sin registrar, abundaban los testamentos ocultos, incapaz de cumplir un plazo; dando lugar a un interés de usurero oculto en la cantidad que, nominalmente aparecía como prestada o «como pacto de retro o venta de gracia»; la finca quedaba en poder del deudor a titulo de un arrendamiento que, en realidad, representaba el interés de la cantidad prestada, el incumplimiento del pago significaba que la propiedad quedaba en manos del usurero.
Evolución de la población 1900-1920 | |||
Municipio | 1900 | 1910 | 1920 |
-Otero de Sariegos | 158 | 162 | 133 |
-Quintanilla del Olmo | 255 | 257 | 248 |
-Prado | 282 | 285 | 297 |
-Villar de Fallaves | 368 | 345 | 323 |
-Vidayanes | 329 | 326 | 333 |
-San Agustín del Pozo | 303 | 330 | 341 |
-Villárdiga | 462 | 532 | 481 |
-San Martin de Valderaduey | 638 | 558 | 494 |
-Vega de Villalobos | 514 | 504 | 560 |
-Quintanilla del Monte | 511 | 565 | 600 |
-San Esteban del Molar | 639 | 628 | 627 |
-Tapioles | 695 | 744 | 701 |
-Cotanes del Monte | 729 | 704 | 715 |
-Valdescorriel | 740 | 763 | 718 |
-Revellinos | 747 | 780 | 781 |
-Castronuevo | 886 | 929 | 893 |
-Cañizo | 978 | 998 | 1050 |
-Villalobos | 1142 | 1092 | 1062 |
-Castrogonzalo | 1058 | 1002 | 1071 |
-San Miguel del Valle | 981 | 978 | 1133 |
-Belver de los Montes | 1311 | 1252 | 1269 |
-Fuentes de Ropel | 1259 | 1288 | 1308 |
-Cerecinos de Campos | 1602 | 1338 | 1338 |
-Villafáfila | 1561 | 1538 | 1593 |
-Castroverde de Campos | 1690 | 1742 | 1596 |
-Villarrin de Campos | 1583 | 1572 | 1654 |
-Villamayor de Campos | 1986 | 1827 | 1726 |
-Villanueva del Campo | 2829 | 2596 | 2568 |
-Villalpando | 3165 | 2945 | 2883 |
La principal causa del primer éxodo rural español fue la caída de los precios del trigo durante la segunda mitad del siglo XIX. A este hecho se unió el menor coste del transporte con el desarrollo del ferrocarril y el barco a vapor. La pérdida de competitividad de los trigos españoles se equilibró con una dura política arancelaria que, junto a la depreciación de la peseta, permitió retener a la población española en el campo. Pero cuando la peseta se recuperó en los primeros años del siglo XX, las zonas cerealísticas, como Tierra de Campos, se vieron indefensas ante la baratura de los trigos exóticos, potenciando la emigración. La falta de rentabilidad de la producción de trigo provocó un descenso de las extensiones de terrenos dedicados a su cultivo, menor necesidad de mano de obra y, por consecuencia, que las clases populares acudieran a la emigración como último recurso para asegurar su subsistencia.
A pesar del alarmismo de los regeneracionistas, la emigración de principios del siglo XX no se puede comparar al éxodo masivo de los años sesenta. Era una comarca sumergida en una profunda crisis económica, ya que su principal sector económico −el cultivo del trigo− estaba en declive; y una crisis social, con una gran masa de campesinos empobrecida y víctima de la miseria, muchos de los cuales no tuvieron otra alternativa de subsistencia que la emigración.
El pueblo era una comunidad cerrada, se consideraba "extranjero al del pueblo vecino". El sistema de valores y costumbres tradicionales pervivían de manera considerable, los delitos de honor eran más frecuentes que los cometidos contra la propiedad, exceptuando pastoreo abusivo en tierras del común. El clero no gozaba de tanta influencia como en País Vasco o Cataluña, pero era mal mirado el que dejara de cumplir con los deberes de la iglesia. Para los contratos bastaba la palabra, la fama y el buen nombre. A los trabajadores se les explotaba, pero también se les consideraba como de la familia, todos vigilaban lo de todos.
Quien mejor que la pluma Julio Senador Gómez. para ilustrar, la estructura social de la comarca. Quien en 1915 público, Castilla en Escombros: las leyes, las tierras, el trigo y el hambre; Los derechos del hombre y los del hambre.
"Vamos a examinar la situación mental en que se encuentra nuestra población campesina por culpa de los obligados a educarla que, en lugar de dedicarse a eso, se han dedicado premeditadamente a embrutecerla para tenerla más sumisa.
[...]Prescindiendo del aspecto político, puesto que la cuestión constituyente no se ha de resolver en mucho tiempo, conviene saber que la población castellana se divide y subdivide en los siguientes grupos, inconfundibles y al mismo tiempo radicalmente incompatibles.
Primer grupo.- Jornaleros: subdivido en otros tres: 1.º los que tienen un seguro, es decir, jornal diario en punto fijo. (Estos son la aristocracia); 2.º los del medio seguro, es decir, los que trabajan siempre para la misma casa cuando se necesita de ellos; y 3.º los de jornal eventual, es decir, la plebe jornalera, que vive trashumante; realiza emigraciones periódicas a las minas; y cuando vuelve de Bilbao gasta bombachos azules, no se quita ya la gorra al pasar las procesiones, y usa armas de fuego sin licencia.
Segundo grupo.- Arrendatarios subdividido en otros tres: 1.º enfiteutas, los cuales procuran por todos los medios imaginables arbitrar algún recurso para no pagar el canon (en lo cual les alabamos el gusto); 2.º arrendatarios con escritura pública, que se hacen tan soberbios como si hubieran echado ya un clavo a la rueda de la fortuna; y que se envanecen de haber engañado al señorito de la ciudad con lástimas fingidas para sacarle la tierra barata, y 3.º los arrendatarios a corto plazo y sin escritura, que, cuando son interrogados sobre sus opiniones políticas, responden con plena convicción: “Yo soy de los de don Sisebuto” (el arrendador)
Tercer grupo.- Propietarios: subdivididos en otros dos: 1.º el de los que no deben; grupo ambicioso, peligroso y orgulloso porque se considera, en relación con los demás a tanta altura como las cumbres del Chimborazo, y 2.º el de los que deben; los cuales miran a todo el mundo con temor, porque están siempre esperando alguna injuria.
Cada uno de estos últimos sub-grupos se subdividen a su vez en otros dos: A. El de los que viven acosados por un conjunto de hijas relacionadas entre sí y derivadas de idénticos principios; que desprecian al Médico porque no tiene más que el bastón, pero que aspiran, cada una por su cuenta, a casarse con el Médico, porque es el único modo de ser señoritas; y B. El de los que se arruinan haciendo un sacrificio para que sus hijos sean más que nadie cuando vuelvan de la Universidad.
Cuarto grupo.- Arrendadores; o meteoros luminosos; que aparecen a principios de verano, con objeto de dar un vistazo, y desaparecen de allí a poco para sumergirse de nuevo en la ciudad.
Quinto grupo.- Industriales; gente, por lo general, laboriosa, económica y útil, que practica el ahorro y hasta es capaz de ayudar a un amigo; y
Sexto grupo.- Neutros; subdividido en otros cuatro:: 1.º Mamíferos; que carecen de modo de vivir, juegan para ganar y buscan por todos los medios ser elegidos de Ayuntamiento por si hay untamiento, que es como decir, que si se topa con las ubres de alguna lámina del pueblo a la que se piensa ordeñar para ir pasando; 2.º Aves; que son de tres clases: nocturnas o rondadoras de solteras frágiles; de rapiña: que son el prestamista, el procurador de la parte contraria y el agente ejecutivo; y de mal agüero: que son la tía de las risitas dulces que saca los cantares, el enterrador, el alguacil, el administrador del señorito y los investigadores de la Hacienda; 3.º Reptiles; que babean tras el cacique solicitando protección o empleo, y 4.º Peces: que saben nadar entre dos aguas para mantenerse a igual distancia de todos los partidos beligerantes y aprovecharse de cualquiera de ellos cuando se presenta la ocasión, pues también carecen de otro oficio conocido. Y, sobre todo esto, una nube de mendigos (animales parásitos)» [...]
“La violencia en la España del XIX todavía permanece extendida por todo el cuerpo social; la agresividad no ha sido confiscada por el Estado y sus instituciones […] El concepto de honor y la respuesta personal a las ofensas al prestigio, propio de sociedades preindustriales, con intercambios y acumulación de bienes escasos, mantiene altos índices de violencia interpersonal”
La verdadera cara de la violencia campesina que se manifiestan entre 1900 y 1920 fue la reyerta provocada por conflictos personales surgidos en las relaciones sociales de la vida cotidiana. La violencia fue utilizada como un instrumento, extremo, de resolución de esos conflictos que surgían dentro de la comunidad. En los inicios de la década de los años 20 del pasado siglo, los campesinos todavía mantenían una cultura de la violencia muy cercana a la que dominó en el Antiguo Régimen.
La agitación social que se manifestó en el campo tuvo un importante eco en una comarca rural a cuyos habitantes se les calificó durante décadas, de ignorantes y sumisos. La violencia que se ejerce en los últimos años de la Restauración más que una lucha de clases, envuelve otros aspectos de carácter cotidiano, cultural, visiones alternativas del mundo y sistemas de valores extraoficiales podían sostenerse y afirmarse en contra de culturas dominantes, circunstancias materiales, modos de vida, valores y experiencias de la gente corriente. Dentro de estas acciones de resistencia individual con y sin violencia, multitud de pequeños actos delictivos anónimos donde se entrelazan, las ventajas inmediatas que reporta a la economía familiar y, resistencia del campesino hacia las normas que afectan a la vida local impuestas. En los actos violentos no vemos una conflictividad de clase, si una conflictividad individual, de carácter personal y vecinal. Sin olvidar el concepto que un campesino podía tener de la autoridad, de un guarda del campo, un sereno o un vigilante de consumos y que no debió ser distinto del que tenía de cualquier otro vecino. Teniendo en cuenta que esos cargos eran ejercidos por miembros de la comunidad de forma asalariada, que anteriormente podrían haber ejercido actividades laborales, e incluso delictivas, similares a la de cualquier otro jornalero y que desde la posición de su nuevo trabajo le tocaba ahora reprimir.A través de Sentencias del Archivo Histórico Provincial de Zamora, encontramos casos, de reyertas o agresiones que producen lesiones de cierta consideración, violencia intimidatoria, como son los actos de amenazas e injurias, coacción en aquella sociedad rural tradicional en la que no sólo tenía suma importancia la defensa física de los familiares, sino también la moral, la de su buen nombre, originándose por esta razón disputas, como el caso de Simón Centeno, jornalero de San Esteban del Molar, que tuvo noticia de que el joven Felipe Rodríguez “se había expresado en términos ofensivos para el honor de su hija Manuela, con quien, él mismo había tenido relaciones amorosas”. En este contexto, el 1 de junio de 1903 Felipe tuvo una primera cuestión con otro hijo de Simón, de tal modo que, al encontrarse éste con aquél en la noche de ese mismo día, y tras unas palabras malsonantes, Simón acometió con una navaja a su contrincante, hiriéndole en el costado izquierdo.
AHPZ, Sentencias criminales, año 1904, nº 38.
Hay enfrentamientos derivados de conflictos entre familias, pero debido a las peculiaridades que adquiere este tipo de violencia, habitualmente realizada en condiciones de privacidad y ocultamiento. También se sucedieron conflictos en los lugares de trabajo, como eran las eras. En otras ocasiones la violencia era utilizada para defender la propiedad ante la acción de los ladrones.
También fueron comunes las reyertas que tuvieron su origen en discusiones producidas en los principales espacios públicos, esta mentalidad violenta queda reflejada en la presencia y utilización de armas, tanto blancas como de fuego. Las riñas entre grupos de mozos de pueblos vecinos, de esta época seguían siendo, al igual que ocurría en época moderna, “el «fer de lance» del patriotismo de la aldea”. Las reyertas de este tipo eran principalmente originadas en locales que imponían sus costumbres y normas a jóvenes visitantes, los cuales eran considerados rivales al ocupar éstos un espacio y un protagonismo que los primeros creían que les pertenecía en exclusiva, sobre todo a la hora de participar en los bailes, espacio privilegiado del cortejo.
Gran importancia tenían los mozos en el desarrollo de la sociabilidad y ello queda reflejado en la importancia que tenían en el ejercicio de la violencia dentro de la comunidad local campesina. Ejemplo son las peleas provocadas por discusiones en torno sus “leyes” y costumbres, rondas, cantaradas, cencerradas, etc.
También había enfrentamientos entre grupos de mozos de distintos pueblos, como sucedió, baste como muestra la reyerta que protagonizaron mozos de Castrogonzalo y San Esteban del Molar en una taberna de este último pueblo. En medio de una discusión “por rivalidades existentes entre unos y otros”, uno de los implicados “apagó la luz, oyéndose inmediatamente un tiro”. El tiroteo prosiguió cuando todos salieron del local, además se produjeron encuentros fortuitos por las calles de la localidad que originaron varios enfrentamientos cuerpo a cuerpo con armas blancas, de los que resultaron dos heridos de notable gravedad, uno por una lesión “cerca del ojo izquierdo” y otro por una herida “en la parte superior del muslo izquierdo que hizo necesaria asistencia médica […] y preciso la amputación del miembro herido por haberse presentado gangrena”.
La ronda era otra de las expresiones más importantes y cotidianas de la sociabilidad juvenil en el mundo rural. En ella grupos de mozos recorrían las calles de la población por la noche bebiendo y cantando o, como alude continuamente la documentación, «escandalizando» y «alborotando». La celebración de estos rituales era causa de continuos altercados donde se dirimía el control de la calle para realizar este privilegio de los mozos. Por otra parte, la propia realización de las rondas incitaba al ejercicio de la violencia ya que, a través de éstas, los mozos se hacían dueños de la noche ejecutando gamberradas en beneficio de la celebración. Tal es el caso de los robos que tenían como objeto el aprovisionamiento de recursos para la realización de la fiesta. Esta apropiación de todo lo que estuviera en la calle durante la noche por parte de la juventud era una regla implícita en la sociedad rural tradicional, y también tenía su expresión mediante acciones violentas contra el mobiliario público y privado. El caso más grave que tenemos constancia se produjo en San Esteban del Molar. Estando los mozos Nemesio Demetrio y Jesús Fulgencio Prieto “de ronda con otros jóvenes de San Esteban del Molar por las calles del expresado pueblo”, al llegar a la plazuela de la Iglesia “movieron violentamente uno de los postes que sostienen los cables de la luz eléctrica, con el propósito de causar algunos daños y recrearse viendo saltar las chispas que se producían en los contactos”. La consecuencia de dicha trastada fue quedar sin luz eléctrica a todo el pueblo.
La gravedad de esta gansada, y el alto coste de los daños causados, hace que la acción, excepcionalmente, llegase a ser juzgada en la Audiencia Provincial. No sucedió igual con la mayoría de este tipo de actos, de los cuales no tenemos conocimiento de ellos a través de las Sentencias criminales, sino por medio de las quejas que aparecen en la prensa.
También los niños fueron partícipes del ejercicio de la violencia. Muestra de ello es que en las ordenanzas municipales era común dedicar un artículo a prohibir las peleas con piedras entre niños. La ley penal eximía de responsabilidad en la ejecución de delitos a los niños menores de nueve años y, en el caso de los infantes de entre nueve y quince años, también se le eximía de responsabilidad criminal “a no ser que haya obrado con discernimiento”. La propia ley establecía el sistema de corrección para el menor que era declarado irresponsable de la comisión de un delito:
«… será entregado a su familia con encargo de vigilarlo y educarlo. A falta de persona que se encargue de su vigilancia y educación, será llevado a un establecimiento de beneficencia destinado a la educación de huérfanos y desamparados, de donde no saldrá sino al tiempo y con las condiciones prescritas para los acogidos»
Las peleas entre niños sí existían y, de hecho, eran algo común, que incluso eran reguladas por Ordenanzas Municipales, principalmente en su versión más dañina, las pedreas entre muchachos: “Se prohíbe en el interior de la población o en sus afueras, las riñas o pedreas de muchachos y toda clase de juegos que ofendan o perjudiquen a los transeúntes”.
Se producen enfrentamientos entre vecinos por amoríos, por el ejercicio del espigueo, por la prioridad de circulación en un paso estrecho, con el cartero por una mala entrega de la correspondencia, por intromisión de los padres en una pelea de niños, por el enfado al espantarle una caballería, etc. El resto de hechos violentos contra las cosas, son meras gamberradas protagonizadas por mozos.
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