San Esteban en mi memoria. "A. Modroño"

SAN ESTEBAN EN MI MEMORIA.

Cuando a los quince años, con mucho esfuerzo familiar me compraron una bicicleta, BH de “media carrera”, que costó 1.250 pts., empecé a descubrir los pueblos de a menos de 15 kilómetros del mío. Así llegué una tarde de verano a San Esteban del Molar.

Ya por entonces leía a Pereda, Palacios Valdés, Blasco Ibáñez, Concha Espina, y, al más cercano, Gabriel y Galán. Me encantaban las descripciones regionalistas.


Con esa mirada yo veía a mis pueblos terracampinos: pueblos de tierra surgidos de la tierra. Así era San Esteban: en alguna casona el ladrillo mudéjar, en la fachada; todo lo demás, adobe, tapial, barro, tierra, en las casas y las calles; en algunas, alguna humilde acera de lanchas de arenisca.


La iglesia, humilde, con la casa para el Cura al lado, ocupando un pequeño promontorio; las bodegas y las eras enlazando con las casas; los palomares un poco más lejos.

De mis tiempos de escribiente, de los 13 a los 21 años, con un Abogado, no recuerdo a nadie de San Esteban. Es posible que fueran poco pleiteadores. En cambio, un año después, en el 63, comenzó mi relación más estrecha con las gentes de ese pueblo.

Estaba de Cura mi primo D. Primitivo, y su hermana “Nana”. El año antes había dejado el oficio el aguardientero que iba por allí. Yo, que me había hecho cargo de la aguardientería familiar, empecé a sacar el orujo de las bodegas. Habíamos estrenado aquel año un remolque de 3.000 kilos. ¡Menudo adelanto!. Casi todos los labradores hacían vino para el gasto. Aún quedaban viñas. Yo les daba un litro de aguardiente por cada cuatro talegas de orujo, llenas hasta arriba. Así conocí a Emilio Deza, a Alfonso, Desiderio, “Los Cojos”, los Villafáfila, al señor Manolo, padre de Carmina, la de Cayetano de Tapioles., uno alto, cuñado de Jesús Rodríguez, creo de Castrogonzalo, cuyo nombre tengo en la punta de la lengua.…… Y me hice muy amigo del señor Joaquín González y de su esposa Cesárea, los padres del famoso “José Mari”, abuelos del pelotari Miguel-Ángel Gallego.

Recuerdo a un señor, con una bata de dril, que embarraba las tapias del corral con barro de cogía de la calle.

Cargábamos hasta arriba el remolquito. Subir la cuesta de Cerecinos nos costaba un triunfo, cuando la yegüita, que acompañaba al macho en el tiro, se rendía y dejaba de tirar. Allí a los muchachos de las talegas, y a mí, más algún alma caritativa nos tocaba meter el hombro.

En el curso 69-70, en nov., después de haber recogido el orujo, el último año, sustituí en la escuela a D. Manolo, a quien el cáncer se lo llevó joven. Fui compañero de su esposa Emiliana Cavero Benito. Todavía, ella tendría cerca de 30 niñas, y yo otros tantos muchachos. Me desplazaba en un “600”. Comía en casa de la señora Cesárea.

Recuerdo a algunos de aquellos alumnos. La mayoría salieron listos, y hoy son emprendedores empresarios: José-Mari, el de “Las Brasas”, (después, en el comarcal de Villalpando conocimos al resto de sus hermanos, Fernando, Toni, quien nos desestabilizada el Colegio, Oscar, amigo de mi hijo David); “Tanín” e Isidoro Calzada, ganaderos de ovino a lo grande; Jacinto o el hermanito que murió en el incendio; Juan-Antonio, el constructor,…. .

También fui un año a la fiesta por “Las Candelas”. ¡Qué inolvidables aquellos bailes de las fiestas de los pueblos!.

Con estas vivencias y recuerdos de San Esteban, ¿comprendéis haya aceptado gustoso la invitación a participar en el blog de ese pueblo?.

Ahora, cuando pasó por la autovía, o alguna vez con el tractor por caminos, y vislumbro, subidos “Los Paradores”, la entrañable torrecita que preside el caserío, se hacen vivos todos los evocadores recuerdos.

Autor: Agapito Modroño


SAN ESTEBAN EN MI MEMORIA
Praxis de, A. Modroño Alonso
Blog: Sobre Villalpando y comarca.

El inmenso cielo castellano


Vega de Villalobos. Por: Laura Pérez

Estoy segura de que a mucha gente le puede parecer algo deprimente, triste y aburrido contemplar un paisaje así. Lo comprendo, pero sé que sabrían apreciarlo mejor si se tomaran la molestia de observar serenamente. Hay que tener paciencia con él.
Sé que si son capaces de saber mirar más allá de la pura imagen típica podrán descubrir un mundo nuevo.
Es algo así como un enorme mar dorado. Un mar con suaves y pausadas olas de espigas de trigo cuando sopla el viento. Son campos enormes y verdes salpicados de pequeñas manchas rojas en forma de amapolas. Es un solo árbol en todo el horizonte, es un palomar caído que grita socorro.

Es un paisaje tan cambiante como el tiempo. Un día es verde furioso, otro dorado y otro no es nada.
Es una primavera de mañanas frescas, un abrasador verano, un triste otoño y un frío invierno. Nada es de un año para otro igual. Nunca encontrarás lo mismo pero todo seguirá en el mismo lugar cuando vuelvas el año próximo.Es una enorme manta de enormes cuadros de colores diferentes. Irregular y torpe pero suave y tersa a la vista.
Es una tierra donde tus ojos se cansan de mirar más allá y no llegar a ver nunca el final de los campos o el final del camino. Es un camino serpenteante unas veces e increíblemente recto otras.
Caminos que parece que jamás se acaben. Si caminas por ellos, puedes llegar a tener a menudo la sensación de caminar hacia la nada, de no volver a encontrar tu mundo otra vez..
Esos caminos, esas distancias sólo existen en aquel lugar. Han estado allí siempre y nadie los conoce mejor del propio tiempo.
Son lugares infinitos de infinita longitud que guardan secretos de siglos.

De sus tierras, se alzan hacia el suelo, pequeños recordatorios de lo que un día fue de natural el hombre. Construcciones más viejas que el hombre más viejo del lugar. Gritan pidiendo socorro pues su tiempo se acaba. Palomares, en medio de todo como un árbol seco que se cae bajo la curiosa mirada del que quiere mirar y bajo la triste del que prefiere no hacerlo.
De vez en cuando, crece algo más que un palomar de tierra seca. También crecen pequeños pueblos salpicando la inmensidad de ese mar. Parecen rincones olvidados de la mano de la sociedad que aún son capaces de guardar en sus desvanes recuerdos de un pasado nada lejano. Sus casas de adobes de barro conservan todavía su verdadera identidad.
Metidos en cúpulas de cristales rotos consiguen que no entre demasiado aire de fuera, algo inevitable.
Llegar aquí no es demasiado difícil, sólo hay que tratar de perderse y escoger el camino que nunca se escogería.
Si un día decides ir por ese otro camino, mucho te esperará al llegar al final de él.

Te esperará una torre.
La torre de una iglesia de un pueblo cualquiera, pues todos parecen iguales. Vacíos y tristes en época de frío se convierten en obligado retorno en verano. Como las aves vuelven a los lugares cálidos, todos aquellos que un día se fueron vuelven a su tierra. Necesitan volver y encontrar otra vez ese sol enorme que les calentaba de niños. Vuelven porque saben que allí están sus raíces y que por muy lejos que se encuentren nunca será suficiente para hacerles olvidar.
Nada más subir la cuesta de la calera te saluda esa torre vieja de espadaña y suspiras aliviado: todo sigue ahí. Estarán esperando los viejos sentados en su piedra o en cualquier otro lugar, no importa. Pero cada vez serán menos los que esperen y más los que se habrán ido. Cada vez habrá menos miradas curiosas que pregunten si ese de ahí es nieto de tal o de cual. Pero no importa. La esencia por muchas casas que se caigan, se tiren o derriben, seguirá en los corazones de aquellos que vivieron allí. Cada uno llevará una parte imborrable de aquel encuentro. Podrá ser un atardecer despejado, un campo amable, podrá ser un rostro arrugado, podrá ser cualquier cosa porque todo será válido.
Cuesta llegar, es cierto, pero una vez allí lo difícil es marcharse.

Te esperará gente.
Gentes que viven de lo más elemental, de mirar constantemente al cielo. En época de lluvias para ver si llueve, en época de cosecha para que no lo haga. Miran al cielo cada tarde y se preguntan si no lloverá mañana.
Son gentes del color de la tierra de tanto pisarla, con ojos de cielo de tanto mirarlo.
Es gente cuyo tiempo es el tiempo y su calendario el que la tierra dicta.
Viven en casas de siglos. Barro amasado por las propias manos de sus abuelos. Casas que a pesar del paso del tiempo siguen en pie manteniendo toda su dignidad. Casas del color de la tierra porque son tierra, y la tierra del de la paja, del sol y de las pieles curtidas de la gente. Sus tejados, como el horizonte, parece que no van a acabar nunca por mucho que intente abarcar tu mirada.

Te esperarán bodegas.
Forman una visión curiosa. Están en los alrededores del pueblo. Aparecen a ambos lados del camino unos montículos con unas pequeñas puertas de madera, rotas casi siempre, que te hacen pensar que no te llevan a ningún sitio. Pero si las abres te llevarán por pasillos de tierra aplastada a galerías y salas donde con suerte puedes encontrar aún en algunas de ellas las cubas y barricas que antaño usaban para el vino. Si no, puede que queden los aros que las sujetaban, enormes, más que las puertas. Hace frío y huele a húmedo. Siempre. Mantienen encerrados olores de siglos bien guardados.Hoy están casi todas medio caídas.
Y los Palomares, símbolos de una tierra que no deberían desaparecer nunca, símbolos de identidad, de Tierra de Campos.

Es fácil llegar. Sólo hay que olvidarse de todo y entonces será fácil. Para apreciar esto tienes que tener muy cerrados los ojos y oler la tierra seca o húmeda en primavera, sentir la soledad en otoño y el terrible frío en invierno. Tienes que oír la música de la lluvia fuera y no pensar en nada más. Tienes que escuchar atentamente y sólo oír el silencio. No es tan difícil llegar aquí.

Laura Pérez

EL INMENSO CIELO CASTELLANO CUBIERTO DE NUBES
Un episodio de, Laura Pérez
Sobre Vega de Villalobos

Villa que llaman Alpando

VILLALPANDO

Los primeros villalpandinos, hacia el 350 antes de Cristo, fueron celtas de origen indogermánico.

Tradicionalmente se ha ubicado en Villalpando el asentamiento vacceo-romano de Intercatia

El diccionario de Simón y Montaner no duda en identificar Villalpando con Intercacia, sin embargo la historiografía actual descarta, esta tesis debido a la falta de restos arqueológicos notables, identificables con un yacimiento de esta categoría. No obstante se documentan en sus alrededores diversos restos vacceos, romanos (generalmente villas bajo imperiales como las de La Mambrilla o La Granja), e incluso visigodos, que muestran la riqueza arqueológica de la zona.

Ciudad doblemente amurallada en la época visigótica (200 a.C.), y en la dominación romana (400 d.C.).  La existencia del lugar aparece por primera vez documentado como villa que llaman Alpando en un documento de los últimos años del siglo X. Despoblada por Alfonso VII, fue repoblada por Fernando II.

Fernando II en 1170 la repuebla como defensa del Reino de León frente al de Castilla y la dota de muralla (posteriormente se construirá una nueva y mayor, quizá de la primera mitad del siglo XIV, la doble muralla circundaba la Villa.) y un primitivo castillo (ubicado entre Santa María la Antigua y San Isidoro), además el propio rey limita las posesiones que en la villa debió tener la Orden de San Juan de Jerusalén a la que priva de un gran número de bienes de los que posteriormente devuelve algunos, como Cerecinos.

En 1179 fue dotada de fuero en el que se incluían privilegios y exenciones destinados a fomentar la población.
Puerta de Villa de San Andrés
Debe su apelativo a la parroquia de su mismo nombre que estaba adosada a la muralla. Reformada en el siglo XVI, es una de las cuatro puertas de entrada a la Villa que ya existían en el siglo XII.

A partir de 1297 se supone el mayor auge de la villa, vinculada a la Corona, desarrolla su propia vida, teniendo el derecho de celebrar mercado por privilegio de Fernando IV, todos los martes, que poco después será ampliado también a los sábados.


En 1369 Enrique II de Trastámara premia al capitán Arnao de Solier por sus servicios en la lucha por el trono de Castilla y le concede la villa de Villalpando, pasando ésta de ser Real a ser Señorío de la Casa de Velasco. En el siglo XIV Villalpando pasa a manos de los Velasco, quienes construyen el alcázar que hoy se conoce tristemente arruinado.
El hecho histórico más recordado tiene lugar en 1466 cuando se proclama la Inmaculada Concepción de María, siendo la primera vez que se produce un voto de villa a favor de dicho dogma popular.

Palacio de los Condestables
En él vivieron los Condestables de Castilla durante todo el siglo XVI. Fue incendiado por los Comuneros en 1521 y reconstruido en 1527, edificado sobre un antiguo palacio gótico.

Igualmente debe ser destacada la iglesia de Santa María la Antigua (último cuarto del siglo XII), en ruinas desde 1933 y monumento histórico-artístico nacional desde 1935, de la que se mantiene el majestuoso conjunto de la cabecera triabsidial, la potente torre del campanario (realizada sobre el lienzo de la muralla), y restos de sus muros y pilares, así como de sus pretiles (espacio singular del pueblo conocido como "los Petriles"). Dentro de los grandes monumentos del pueblo debe ser nombrada la gran Plaza Mayor, de más de 2000 m², espacio rectangular porticado que incluye el Ayuntamiento del municipio.



Convento de San Antonio de Padua
Lugar de oración y trabajo de las monjas clarisas desde su construcción en 1633. Fue abandonado temporalmente en 1808, en previsión de la invasión de los ejércitos de Napoleón.


De gran interés son el convento de San Antonio de Padua (de Clarisas), el hospital del Espíritu Santo y las iglesias de San Nicolás de Bari (último cuarto del siglo XII), arruinada en 1989 y reconstruida en la actualidad, San Pedro, fundada en el último cuarto del siglo XII, de cuya construcción sólo resta el muro del altar y los inicios de la espadaña (originariamente una torre-campanario de la muralla, como la de Santa María), construida en su mayoría, sin embargo, poco después, durante el primer cuarto del siglo XIII, el monasterio de San Lorenzo, probablemente del primer cuarto del siglo XIII, situado extramuros, arruinado totalmente sólo conserva la torre de su iglesia, quizá obra defensiva del último cuarto del siglo XII,y, finalmente, San Miguel, en ruinas aunque con restos de su espadaña y naves.
 
Santa María la Antigua
Fundada en 1170, fue donada por el clérigo Juan Románez a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén y a la Colegiata de San Isidoro de León, quienes le pusieron la doble advocación de la Inmaculada y la Asunción.



Torre de San Lorenzo
Único vestigio del antiguo Monasterio Abacial, que pasó a ser en el siglo XII iglesia parroquial. De una sola nave, y que al ser la de más capacidad de la villa, antiguamente se elegía, entre las otras nueve parroquias, para celebrar en ella los Oficios de Semana Santa. En su interior había pinturas murales de gran valor.

Iglesia de San Nicolás de Bari
Aquí se realizó el Voto de la Inmaculada Concepción en 1466. La campana de la Queda data del año 1431 y está colocada en la torre.






Iglesia de San Pedro
Con dos naves. Torre de espadaña. Antiguamente estaba rodeada de pretil.

Su torre  conserva un curioso reloj de sol.




Gracias a todos los villalpandinos por vuestra colaboración.
El Gavilan
VILLAPALDINOS (http://www.villalpandinos.com)

¡ Pristilo ! episodio villapaldino.

Sobre Villalpando y Comarca
A. Modroño Alonso
¡POBRE PRISTILO!

Sería a finales de los cuarenta. En casa de “Saponte” empezaban a subsistir. Las muchachas, así que iban valiendo, se colocaban de “rollas”, luego de criadas. El muchacho mayor, que salió liberal y desenvuelto en el trabajo, después de ganar la primera soldada, se quedó de lagarero y sementerero “pa” el mismo amo. Al febrero siguiente ya se ajustó de “mozo de año”.
El pequeño, Pristilo, ayudaba a su padre. Carreteaban, de Zamora con las dos mulicas, cada quince días el suministro “pa el Auxilio Social”. En la capital, cada uno iba a hacer sus “encargos”. Un día, padre e hijo, se encontraron en el “Barrio de la Lana”.
Montaron labranza, con tierras de “El Raso”. Después de apartar “pa la ración” y “pa sembrar”, todavía llevaban unos costales a “La Comarcal”. Además de gallinas y conejos, cebaban dos marranos.

Cogieron, “a medias”, los majuelos de la señá Petra, y arrendaron la bodega a “Caitanines”. Aquel año habían “llenao” la cuba de 300 cántaros. varios carrales y dos garrafones de ponche, cogiendo el mosto, cuando sale claro, en el primer “prensao” del pie, y mezclado con el aguardiente que por el orujo les daba el tío Modroño, el aguardientero.

Debió ser por las Navidades. Las matanzas recién hechas, Pristilo y su amigo “El Rojo”, algún sábado por la tarde, mangaban dos chorizos de callos, un cacho pan, y, ¡pa la bodega!. Prendían, con unos palos de manojo, una hoguerica en la zarcera, asaban los chorizos al encallete que, con el pan de la hornada y el vino nuevo del primer carral que “espitaban”, les sabía a gloria.
¡Hete aquí!, que la Guardia Civil de ronda por el camino de las bodegas, olfatea el humillo del asado. Se asoman al cañón. Los de abajo notan la sombra.

-¿Quién anda ahí?.
-La Guardia Civil.
-Pues bajen ustedes a echar un trago.

Los cuatro muchachos confraternizaron, compartieron chofe, candeal y vinillo. De remate una copa de ponche y unos cantes.

Uno de los guardias se pasó con el “ponche”, tan dulzón, y la mangó. Al salir de la bodega se tambaleaba, tropezaba con las pasales, se daba con las paredes. ¡Qué peligro con el pistolón al cinto y el fusilote al hombro. Se le caía el charol, se enrataba con el capote,…

Serenos el otro guardia, Pristilo y “El Rojo”, se repartieron el trabajo. Al tercero le dieron el capote y el fusil, Pristilo y el número se echaron los brazos del beodo por encima de sus hombros. Así partió la comitiva hacia del puesto.

En uno de los traspiés perdió el guardia “mareado” su tricornio. “El Rojo” lo puso sobre la cabeza de Pristilo, ladeao, a lo chulo. De esa guisa los cuatro se presentaron en el Cuartel.

¡Qué cabreo agarró el Sargento!.

El “Rojo”, enseguida, con mucha respeto, entregó capote y fusil, pero, Pristilo, descuidado, seguía tocado del tricornio, mientras dicho comandante inquiría detalles.

-¡O sea!: que le han emborrachado ustedes,
y además cachondeito con la prenda más sagrada del guardia civil,….

No le dio tiempo a destocarse. Una lluvia de sopapos le cayó encima.

¡Pobre Pristilo!. ¡Además de hacer una obra de caridad…..!.

Autor: Agapito Modroño

¡ POBRE PRISTILO !.
Un episodio villalpandino de, A. Modroño Alonso
Sobre Villalpando y Comarca

El Encuentro.

EL REENCUENTRO ¿O EL ENCUENTRO?.

Por: Ismael Martínez Liébana

Fue algo totalmente casual (¿o no lo fue?). Una mañana del mes de junio, navegando por Internet, me asaltó la curiosidad, curiosidad de añorante, de nostálgico, por entrar en contacto con mi pasado, con mi pasado más prístino y originario, con el pasado de mi nacimiento. Preguntando al omnisciente Google por ese mi origen en el pueblecito zamorano de Fuentes de Ropel, al punto me respondió enviándome a “Iniciativas Ropelanas”, nombre en el que creí hallar alguna relación con mi “inicio”, con el “inicio” de mi vida en Fuentes de Ropel. Porque, en efecto, mi vida se inició en ese pueblecito zamorano ya hace más de cincuenta años. Mi padre, a la sazón guardia civil, procedente de Cataluña, tras un ascenso, había sido destinado allí. Tengo que confesar que el pueblo apenas me rozó la piel. Pocos meses después, un nuevo ascenso de mi padre propició el traslado de la familia a otro pueblo zamorano de la comarca de Aliste.

Quería encontrarme con mis raíces, pisar la cuna de mi nacimiento, oír la voz de las gentes y los sonidos del lugar, aspirar el aire y el aroma de sus calles, escuchar, tal vez, historias y relatos de un pasado remoto del que posiblemente yo también formaba parte. En aquel día del mes de agosto, David, que desde el primer momento se prestó amablemente a acompañarme por el pueblo, fue mi anfitrión, mi guía, mis ojos (¿mi memoria?). Primero, la iglesia. Templo pequeño, esmerado, cuidado.

El párroco, Agustín, atento y diligente, me recordó a don Timoteo, el cura de Tábara, de quien fui bisoño e inexperto monaguillo. Me explicó y me hizo tocar la pila bautismal (tal vez donde yo fui bautizado) y las tallas de santos del coro que en otro tiempo procesionaran. La incursión y excursión a la bodega de David (antes de la visita a la era con su parva de trigo y bajo un sol esplendente) fue el complemento profano perfecto.

Los aperos de labranza, que yo conociera de niño, cuidadosamente ordenados y dispuestos, reposaban ya, tras dilatada actividad, siendo testigos mudos de un pasado sin duda irrecuperable.

El frescor de la bodega, el vino escanciado, las viandas de María Jesús, la amena conversación, todo allí parecía distinto, todo allí parecía antiguo y nuevo a la vez, todo allí me transportaba a un pasado nunca vivido pero sí claramente presentido

Mi padre me había hablado mucho de Fuentes de Ropel, de las heladas del invierno, de cazadores furtivos, de dehesas cercanas, de alborozadas fiestas, de ciertos pintorescos personajes, de la fuente próxima al cuartel. Pero ahora se abría ante mí un paisaje y un paisanaje directamente vividos por mí: la panadería de Emeteria, anciana venerable que al punto me recordó otras venerables ancianas de mi rural infancia, el bar “Alegría”, con Nini, hacendosa, jovial, cordial, entrañable. Los amigos de David, Dimas y Rosa, sobre todo; Dimas, colega; Rosa, locuaz, de voz cálida, dulce, musical, rotunda, castellana. Sentado en aquella terraza, tomando aquel café, escuchaba y pensaba, y escuchando, me escuchaba a mí mismo. Siempre he mirado hacia delante, pero tal vez mirar adelante sea de alguna manera mirar hacia atrás y embeberse y engolfarse en el recuerdo de lo que fue o quizá no fue y debió haber sido

Ahora, después de aquella visita, visita fugaz de un día, me siento confortado. Fuentes de Ropel no es ya una quimera, una fantasía de la imaginación, una imagen suscitada en mí por vivencias y relatos ajenos; es, por el contrario, una realidad bien patente, una realidad palpable, audible, pisable, degustable, una realidad que a partir de entonces me acompaña íntimamente, inseparablemente, una realidad palpitante, recuperada, reencontrada, que no puedo ya dejar de estimar, de sentir y de amar.

Ismael, un nostálgico ropelano.

EL TÚNEL A VALDERAS

El túnel a Valderas
Por: Angel Alcalá Núñez “Machaquito”

A trece leguas de Zamora, y en una suave hondonada, se encuentra mi pueblo, Cerecinos de Campos. Dividido en dos, por un pequeño arroyo, que aquí dicen el Reguero, seco la inmensa mayoría de los días, pero como queriendo emular, al duro contraste de clima que tenemos en esta comarca, en invierno, su cauce no puede con el agua de lluvia e inunda el pueblo.

Yo vivo en el barrio del Condestable, popularmente llamado de arriba. Está situado en una alturita, dominado por la iglesia de Santa Marta. Iglesia que quiso ser mudéjar, pero que se quedó, en una mezcolanza de estilos varios, sin carácter propio, parda, austera y seca como los campos de tierra.

Me crié aquí, en la laguna de la alegría, aunque en la placa pone, Plaza de Santa Marta. Laguna rebosante de optimismo, con una marea de críos jugando a las chapas, al aro, o al pase misi, jóvenes tirando a la tarusa con los petacones, mujeres lavando la ropa y tendiéndola en el teso de las bodegas, y mozas casaderas, con el cántaro en la cadera a por agua del pozo la alegría, y pelar la pava con los novios, tirando las veces que hiciese falta el agua al suelo, para volver a llenar el cántaro y hacer más duradero el momento.

Como si un enjambre de gusanos hubiese pasado por aquí, mi barrio tiene horadado su suelo en casi su totalidad. Salpicado a diestro y siniestro por innumerables silos, que servían de granero, y en la francesada, como escondite de vecinos y animales. A la par no había casa que no se preciara de tener una bodega debajo de ella, donde poder conservar los alimentos, y tener a su disposición unos cántaros de vino de la tierra, que trasegar al coleto, en los duros días de trabajo en el campo.

A las afueras de mi barrio, se vislumbran los tesos de las bodegas, tachonados de cientos de zarceras, que le confieren un paisaje característico y lo llenan de aroma y sabor. Laborioso trabajo el que tuvieron que hacer nuestros antepasados para que a base de vino y tocino, con la piqueta en la mano, y sin más estudios que la universidad de la vida, hacer estas características obras de ingeniería.

Cada bodega es un mundo, entrecruzándose unas con otras, de tal manera, que si ahora nos ponemos a picar en ellas, es fácil que a la segunda picada acabemos en la bodega de al lado.

Después del trabajo que conllevaba el hacerlas, normalmente en invierno, cuando los trabajos del campo escaseaban y las familias se reunían a luz del candil y la mortera de sopanvino, siempre quedaba un momento para la inspiración del artista, que normalmente dejaba plasmada su huella en forma de cruz en la pared del cañón o en las sisas de las cubas, para proteger el vino de los malos espíritus y no se picara. Había a quien le daba por tallar corazones, otros tallaban cabezas, y hubo quien en una bodega logró perpetuar en sus paredes a tamaño natural a la que probablemente era su familia.

Después del colegio, solíamos ir a jugar al escondite, por entre las bodegas, con gran regocijo por nuestra parte, y preocupación de nuestros padres, por el peligro que conllevaba el caerte por una zarcera, como más de una vez sucedió.

Por entonces ya era muy famosa la bodega del “Indio”, a la cual teníamos miedo de bajar, porque según decían, vivía allí un indio que se comía a los niños, con el tiempo pudimos constatar que lo único que había era una cara tallada en la pared, y que los que hacíamos el indio, éramos nosotros.

También era muy conocida la bodega de “Siete Hoces”, que digo yo la llamarían a sin, porque alguien encontró en ella siete hoces, y que la recuerdo con nostalgia y con cariño, pues en ella fume mi primer cigarro casero hecho a base de pelujos del reguero, hojas de las viñas, y papel de periódico. Como picaba el muy cabrito. En ella, una chica me dio el primer beso, y del sofoco, casi no pude ni subir las escaleras.

Había otras bodegas muy nombradas, cada una con su peculiar historia, pero la que se llevaba la palma de todas, era una bodega a do dicen en casa de “Fausto”, apodado “mentiras”.

Según cuenta la tradición oral de mi pueblo, trasmitida de generación en generación, de inmemorial tiempo a esta parte, existe en esta casa, una bodega con un túnel que llega hasta Valderas.
- Vamos a la bodega de Fausto, a jugar.
- No. Que dicen, que hay un túnel mu grande, mu grande y nos podemos perder.
- Dicen que llega hasta Valderas.
- Hala que tonto, como va a llegar a Valderas si esta mu lejos. Por lo menos está a cien kilómetros.

Y tú como lo sabes.
- Porque me lo ha dicho, mi agüelo, y también dice que una vez él entró, y estaba todo mu oscuro, y no se podía respirar, que los candiles se apagaban.

- Yo he oído que el tuercebotas, entró hasta con un caballo, y que no tocaba el techo.
- Seguro que hay aparecidos.

Alguien grito desesperado: - Niños, dejad los zahumos no prendáis fuego al pajar u os unto el culo-. En estas y otras estuvimos durante muchos años, pero nunca nos atrevimos a asomarnos a esa bodega, tal era el miedo y respeto que teníamos por ella.

Pasaron los inviernos, llegaron los veranos, cumplí primaveras y caí pelo con el otoño. A lo largo de todo este tiempo, siempre tuve el remordimiento, de no haber conocido esta bodega, de no haberme atrevido a entrar en ella, y ver si es verdad todo lo que cuentan por el pueblo de la misma, en el fondo siempre he sido un miedica.

Hablaba con los viejos del lugar, y en cuantis podía les preguntaba por la dichosa bodega, y si es verdad que existe un túnel que llega hasta Valderas, e invariablemente todo el mundo, me decía que si. To quisqui, lo conocía. Todo hijo de madre había visto el túnel, pero cuando les decía si me podían acompañar, para hacerlo algunas fotos, todos tenían prisa y me dejaban plantado.
- Tú estás tonto chaval, yo allí no vuelvo.

Intente convencer al nuevo dueño, “Chico-chaca” el sacristán, de que me dejase bajar a la bodega, pero siempre me encontré la misma contestación:
- Uy salao, pero si no se puede bajar, está tapada la entrada.

Ante muros tan infranqueables, desistí de mi intento por conocer la bodega, y ver si de verdad existía en ella el famoso túnel que llega a Valderas. Y con el tiempo me olvide de ella.

Pero hete aquí, que un buen día, en plenos preparativos de la semana cultural, salió a relucir el tema. Las personas mayores que allí se encontraban todas aseguraban que habían visto el túnel y como la ocasión la pintan calva, yo la agarre por los pelos.

- ¿Como es el túnel?
- Es muy grande, hecho de piedras y casi no se puede respirar.
- Es tan largo, que las velas se apagaban por la falta de oxigeno.
- ¿Y cómo se entra en él?.
- Bajáis por la escalera, y doblando a la izquierda os encontrareis de bruces con él.
- Pues si todos aseguráis que existe, malo será que no lo comprobemos, y si es verdad, limpiarle y quedarle bien presentable para que la gente le pueda visitar.
- Ni se os ocurra, dicen por ahí que esta arroñado, os vais a morir porque no hay oxigeno, además estará lleno de agua.

Pero la decisión ya estaba tomada, iríamos a por el túnel, pesara a quien pesara, y en contra de la opinión de mucha gente que pensaba que estábamos locos.

En un día sofocante de verano, y con el permiso del dueño, nos encontramos a la puerta de la bodega, allí estábamos seis amigos, haciéndonos los valientes, dispuestos a todo, con tal de encontrar el túnel. Mochilas a la espalda, con algún que otro bocadillo, linternas con pilas de repuesto, brújulas, cinta métrica, botas de agua, cascos para la cabeza, cuadernos para apuntar, cuerdas para tirar a lo largo del túnel por si nos perdíamos, la perrita Ruska para que fuera por delante por si no había oxigeno y demás enseres para la faena, dispuestos a llegar a Valderas y abrir una nueva ruta hasta este pueblo.

Bajamos por la escalera, temblando de la emoción, y por qué no, también del miedo, y llegamos a un bodegón no muy grande, con algo de paja trillada esparcida por el suelo, y algún que otro cuelmo y manojos para la lumbre. Atamos a la perra para que no se escapará, encendimos las linternas, y a través de su luz vimos las picadas paredes del bodegón, pero de la entrada del túnel no había ni rastro.
- Mirar por este lado.
- Tocar las paredes, por si suenan a hueco, no vaya a ser que lo hayan tapado.
- Vamos a quitar la paja y los manojos, por si la entrada está en el suelo.

Después de infructuosos intentos, solo encontramos una pequeña escalera que subía hacia una habitación de la casa, y el túnel brillaba por su ausencia.
Pa mí, que hemos hecho el canelo
- Volvamos a mirar por si acaso.

Y nada, no encontramos nada, a no ser una suela de zapatilla a medio quemar que alguien uso antaño para alumbrar el bodegón.
Decepcionados salimos a la calle, y fuimos al bar a tomar un trago y pasar el ídem.
- ¿Haber donde están los que dicen que habían entrado en el túnel, si no existe?, ¡eh sacamantecas!
- Coño yo no entré, pero me dijo el carrascas que él si lo conocía.
- Yo que voy a conocer, a mi me lo contó, mi padre
- Toma y a mi tu abuelo.

Les miré con ironía y mientras discutían sobre el particular, salí del bar, con la impresión de que todos la mataron y ella sola se murió, nadie conocía el túnel, todos hablaban de oídas, con habladurías corregidas y aumentadas. Característico de los pueblos. Que se podía esperar de la bodega de Fausto Mentiras.

Pero allí en un rincón del bar alguien se levanto, y sin que nadie le viera, me susurro al oído:
- Os habéis equivocado de bodega, lo que buscáis no está en esa. Buscad por la plaza Santa Marta.

Renace la esperanza, volvemos a empezar;   La leyenda continúa...

Ángel Alcalá


EL TÚNEL A VALDERAS
Un episodio de, Ángel Alcalá Núñez
Sobre Cerecinos de Campos

villafafila

Villafáfila

Al noreste de la provincia de Zamora y en plena Tierra de Campos, se localiza el complejo lagunar de Villafáfila, que constituye uno de los más importantes humedales de todo el norte peninsular y, sin duda, el más significado enclave para las aves acuáticas, esteparias y migradoras de Castilla y León.

Formado por tres lagunas principales -Salina Grande, Barillos y Salinas- y otra serie de humedales más pequeños, está enclavado sobre suelos arcillosos alrededor de la cuenca semiendorréica del río Salado. En torno a las zonas encharcadas se localiza un territorio dominado por las tierras de cultivo y en el que se asienta una de las aves más emblemáticas de Villafáfila: la avutarda. Los cerca de 2.000 ejemplares de esta gran ave que aquí viven forman su mayor población a nivel mundial. También son reseñables las ingentes cantidades de ansares comunes que eligen estas lagunas para pasar el invierno.

Nacional VI, al sureste de Benavente a 11km. a la altura de San Esteban de Molar, parte una carretera local que lleva directamente a Villafáfila. (12km.) Municipio de la Reserva Natural de las Lagunas de Villafafila.

Poblado ya en época romana, demostrado por los vestigios arqueológicos hallados, la primera noticia documentada se posee se remonta al año 936 en que aparece Villafáfila entre los documentos monasterio de Sahagún por la venta de unas "pausatas" (salinas) a dicho Monasterio. Hay distintas hipótesis respecto a la procedencia del topónimo de Villafáfila, para algunos autores proviene de la palabra latina "vicus" que significa villa y el apelativo de Fáfila corresponde al repoblador que había tomado el lugar, algo habitual en época medieval; sin embargo Germán Delibes lo relaciona con la producción conocida entre los romanos como favilla salis o "sal más fina".

Es una de las villas reales reorganizadas por Fernando II en el s. XII, que dota de fuero, territorio y fortifica, pasando a la Orden de Santiago con encomienda propia en 1229, al desaparecer la Orden , paso al poder real. Sede del arciprestazgo más meridional de la diócesis de Astorga, llegó a contar con un monasterio y diez parroquias, conservándose actualmente sólo la de Santa María. Debió su pasada grandeza a la existencia de las aguas remansadas del arroyo Salado, que distribuidas en multitud de meandros, hicieron un terreno pantanoso lleno de sal. La sal de estas salinas se ha explotado a través de la historia, dando lugar a grandes asentamientos de población.

En un principio los primeros beneficiarios de la sal fueron pequeños propietarios libres, que la extraían, comercializaban y usaban, según sus necesidades.

Seguidamente son los grandes monasterios de la zona los que se hacen dueños, y a partir de Alfonso VII serán los reyes los dueños de las salinas. Recordar que las salinas no se hallan sólo en el término de Villafáfila sino también en los pueblos próximos, y en la actualidad se las reconoce a todas con el nombre de "Lagunas de Villafáfila". Una villa medieval, situada a la orilla de la Salina Grande, da nombre a la comarca de la Lampreana, que se denominaba en alguna época.

Las Lagunas de Villafáfila. -El complejo lagunar de las Lagunas de Villafáfila y su entorno, se asienta en el interfluvio que forman el Esla al poniente y el Valderaduey al levante y al septentrión se encuentran el alto de la Cruz, el alto de los Lobos y el teso Pedro Nuño.

Forman esta cuenca la laguna de Barillos, al este de Villafáfila, la Salina Grande, al sur de Villafáfila y norte de Otero de Sariegos; Laguna de Las Salinas, al mediodía de Otero, como enclaves principales y con una extensión próxima a las 500 Has. La Salina Grande, con una superficie de 192 Has. y dimensiones de 4 Km. por 900 m, es la principal. Tiene una profundidad de 5 a 30 cm. , aunque en 1948 tenía una profundidad superior, no precisada con exactitud.

Desde antiguo fue una buena fuente de recursos para los lugareños, que la cruzaban en barca para aprovechar la caza y pesca. La laguna de Barillos ocupa una extensión de 118 Has. con dimensiones de 2,3 Km. por 1,1 Km. y una profundidad de 30 a 60 cm.

La laguna de Las Salinas, desecada en 1972 y hoy en fase de recuperación gracias a la construcción de un dique de contención, cuenta con una superficie de 83 Has.

El resto de las lagunas tienen una media inferior a 20 Has. de superficie. La explotación de las Salinas datan del año 1800 a. de C. Ya en el siglo IX las lagunas fueran explotadas para nutrir de este bien preciado a diversos puntos del Reino de León, hasta que al intensificarse el comercio con Portugal dejan de ser competitivas en precio y calidad.En el siglo XVIII se construye una fábrica de salitre destinado a la fabricación de pólvora que resulta poco rentable y se cierra más tarde. Ya en el siglo XIX la zona se dedica principalmente al cultivo de cereal y viñedo con abundancia de caza, especialmente perdices, liebres y patos, aunque hasta los años setenta en la Salina Grande era importante también la presencia de carpas que servían de alimento no solamente a los lugareños, sino también a las cigüeñas, especialmente, cuando al descender el nivel del agua quedaban atrapadas en pequeñas zonas encharcadas.

Visita la Web de Villafáfila, conocerás toda la villa: situación geográfica, lagunas, historia, tradiciones, fotos, foro, tablón de anuncios, etc.


AQUELLOS SONIDOS

¿Quién no recuerda aquellos sonidos de nuestro pueblo?

¿Quien no recuerda aquellos sonidos de nuestro pueblo?

En las noches serenas de verano se escuchaba el croar de las ranas de “La Laguna” y "El Barrero", coral a múltiples voces que daba sesiones hasta bien entrada la noche.

En las silenciosas noches del crudo invierno, el canto de la coruja desde la torre de la iglesia, nos hacía pensar en extraños presagios.

El ruido de los coches que circulaban por la carretera de Madrid, a intervalos a veces poco frecuentes, nos anunciaban, según la opinión de los viejos, una inminente lluvia.

Los pájaros que en nuestra jerga llamábamos pernil, nos indicaban la proximidad de su nido con su insistente ¡pernil¡ ¡pernil!.

El eco del canto del picocarpintero que retumbaba en los árboles de la alameda de Marcelo.

Los cencerros de las ovejas atravesando las polvorientas calles que se perdían en la lejanía.

El traqueteo de aquellos carros, que eran una maravilla artesanal, obra de los hermanos Luis Martínez "El Artista" y Jacinto Martínez.

Los secos e insistentes golpes de la maza contra el yunque que salían de la fragua de Vicente " El herrero".

Las voces de aquella madre que con una vara de mimbre bajo el mandil llamaba a su hijo en actitud amenazante.

El murmullo del agua que los días de lluvia discurría por debajo del antiguo Pontón del Reguero.

El tran, tran, de las aventadoras, en la época de limpias.

El canto de los grillos en la época de la cosecha.

El ki-ki.ri ki de los gallos rompiendo el silencio de la madrugada.

El espontáneo e inesperado lamento del burro que "rosnaba".

El relincho lejano de mulas y caballos que acudían ansiosos al pilón que Picalías cuidaba con generosa dedicación.

El ritmo lejano de la música que desde el salón de Baldomero nos animaba a acudir al baile.

El repiqueteo de las campanas en los días de fiesta.

Su triste sonar en los días de difuntos.

La cigüena que desde lo alto de la torre "machacaba el ajo".

El hondo lamento de la vaca que mugía.

La alegría que contagiaban los cánticos del señor Teodoro cuando paseaba por las calles entonando el pasodoble "Francisco Alegre".

Claudio.
Un saludo a todos.

"El valioso tiempo de los maduros".

Mensaje de Mario de Andrade
Beethoven: Sonata Luz de Luna.

"El valioso tiempo de los maduros." Mensaje de Mario de Andrade.
(Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)

“Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa...
Sin muchas golosinas en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.

Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás..."

Mario de Andrade

Francisco Alegre

En los carteles han puesto un nombre
Que no lo quiero mirá:
Francisco alegre, ¡y olé!
Francisco alegre, ¡y olá!
La gente dise: vivan los hombres,
Cuando lo ven toreá.
Yo estoy resando por é
Con la boquita serrá.
Desde la arena
Me dise: niña morena,
¿Por qué me lloras,
Carita de emperaora?
Dame tu risa, mujé,
Que soy torero andalú
Y llevo ar cuello la crú de Jesú
Que me diste tú.

ESTRIBILLO:

Francisco Alegre, corazón mío,
Tiende su capa sobre la arena del reondé;
Francisco alegre tiene un vestío
Con un te quiero que entre suspiros
yo le bordé
Torito bravo, no me lo mires de esa manera
Deja que adorne tus rizos negros
con su montera
Torito noble, ten compasión,
Que entre bordaos,
lleva enserrao,
Francisco alegre, y olé,
Mi corazón

En mi ventana tengo un letrero
Pa que lo venga a mirá:
Francisco alegre, ¡y olé!
Francisco alegre, ¡y olá!
En er que dise cuánto te quiero
Pero que pena me da...
Por curpa de otro queré
No nos podemos casá
Desde la arena
Me dise: niña morena,
¿Quién te enamora,
Carita de emperaora?
Ya no te acuerdas mujé,
De este torero andalú
Que lleva al cuello la crú de Jesú.
Que me diste tú.

ESTRIBILLO:

Autor: Quintero / León / Quiroga