El Caballero de la Yegua Torda

El Caballero de la Yegua Torda: Jesusina

A la hora de la comida regresaban de la arada los labradores. Montados a lomos de sus mulas de andar cansino que al ver cercana el agua, apretaban el paso sedientas por llegar al pilón. Llegados a él luchaban por hacerse un hueco y beber ansiosamente.

Al lado del pilón un caño vertía un generoso chorro de agua al que acudían las mozas para llenar sus cántaros que desbordados dejaban que el agua sobrante fuera a parar al abrevadero.

Era este un lugar de breve reunión, de risas y comentarios jocosos.

Las que llenaban los cántaros vieron aparecer, de improviso, a un hombre de mediana edad, tez clara y cabello rubio que con su yegua corría al trote y adelantaba enérgica a los que venían despacio.
- ¡Apartad chicas! ¡Apartad! que viene... Jesusina

Dijo la moza más atrevida dando grandes voces.

Sorprendido el caballero, contrariado, y levemente herido en su dignidad respondió de forma airada a la moza:
-¿Por qué me llamas Jesusina? -Has de saber que tengo el nombre y el apellido más bonito y más importante: -Me llamo Jesús (como Jesucristo) y me apellido Salvador (como el Mesías).

Dicho esto, tiró del ramal de la yegua, dio un giro violento y mirando de frente a la moza soltó algún improperio. Y dijo en tono solemne, con voz clara y remarcando lentamente las palabras:
- "Yo soy hombre y muy hombre”.

A continuación haciendo una leve pausa añadió:
- Habrás de saber que tengo los huevos más gordos que los de tu padre.

- No vuelvas a llamarme con nombre de mujer.

Los presentes enmudecieron y los que desde la fragua escuchaban ociosos la disputa soltaron una sonora carcajada.